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El pasado 2 de junio, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando presentaba la culminación de su último proyecto: la presentación de las planchas de Goya sin la lámina de metal plateado con la que se les había recubierto en el pasado para preservarlas. Ahora, las 228 planchas de Goya correspondientes a las colecciones de Velázquez, Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, Los Disparates y La Tauromaquia vuelven a adquirir ese tono rojizo del cobre original y se dejan ver más nítidamente los trazos que hizo el artista. Las planchas están consideradas una obra de arte en sí mismas, por lo que ahora más que nunca merece la pena visitar este sanctasanctórum de la Academia y, además, adentrarnos en ese mundo tan diverso y creativo que es el de la estampación.
La técnica de la estampación es un proceso que siempre ha estado ligado a la cultura occidental. En la antigüedad “la única posibilidad de que llegaran los mensajes y los textos era sólo a través de la imagen y, por tanto, la imagen multiplicada fue la que se difundió por todo Occidente llegando a todos los estratos sociales”, asegura Javier Blas Benito, coordinador de Proyectos y Relaciones Institucionales. “Es verdad que el grabado está muy presente, pero por su multiplicidad ha sido infravalorado respecto a otras manifestaciones”.
Hay que destacar que actualmente existen tres importantes instituciones centradas en la calcografía en Europa: la sección de Artes Gráficas del Museo del Louvre en París, el Istituto Centrale per la Gráfica de Roma y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. “El tesoro principal del Louvre son las grandísimas planchas de cobre grabadas a buril, que es una técnica dificilísima, por los mejores grabadores que trabajaron para Luis XIV; el Istituto de Roma es importante porque tiene las planchas de Piranesi, y el principal tesoro de la Real Academia son las planchas de Goya”.
La última estampación que se hizo de las planchas de Goya fue alrededor de la década de los 80 y hay dos razones importantes para no seguir trabajando con ellas: “La primera porque fueron la obra real sobre la que trabajó Goya y teníamos la obligación de preservarlas y, en segundo lugar, porque la Academia no puede inundar el mercado con obra original de Goya, haciendo que su precio cayera”.
Sin duda, la sala dedicada al pintor de Fuendetodos es el plato fuerte de la Calcografía Nacional, pero lo que le diferencia de los otros dos templos de la calcografía europea es que tiene el taller in situ. Entrar en él es adentrarse en un espacio que haría las delicias de cualquier aficionado al arte. Un espacio blanco, limpio, diáfano, llevado y controlado por Javier Blázquez, responsable del taller, que con mucha paciencia nos explica cómo es su día a día.
Lo que más llama la atención son los enormes y pesados tórculos que hay en la sala, piezas que bien podrían estar en un museo industrial. “Los tórculos son las prensas que se usan para la impresión de las planchas. Su mecanismo es muy sencillo: consta de dos cilindros macizos y una platina, que pasa de un lado a otro”, describe. “Estas son máquinas del siglo XIX, son históricas, son de cuando la creación de la Calcografía Nacional. En su momento, aquella era manual incluso”, comenta, señalando una de las voluminosas herramientas. “Ni siquiera se había inventado el motor. Lo bueno que tienen es que todavía funcionan. Están activos. Se les adaptó poniéndoles el motor y los cilindros de acero para que siguieran funcionando. A pesar de ser una maquinaria histórica y protegida, son útiles. Estas cosas, si no se usan, acaban en un almacén”.
Para enseñarnos el proceso de estampación paso a paso, Javier ha seleccionado una de las planchas al aguafuerte más hermosas que hizo Mariano Fortuny: El Idilio. “Esta plancha de Fortuny data de primeros del siglo XX y fue un grabado muy importante en la época”. Y estamos de suerte porque, en principio y para preservarla, no se va a volver a imprimir más. “En las planchas históricas la estampación es muy limitada y bajo condiciones muy estrictas. Hay que valorar cómo está la plancha porque la prioridad más importante es su salvaguarda. Aquí las planchas se tratan y protegen como las obras de arte que son. Se guardan en una caja fuerte, con temperatura y humedad controladas y bajo condiciones de conservación. Eso es muy importante porque el metal es muy delicado, no es tan fuerte como parece y la humedad destroza las planchas. Una vez que una plancha empieza a oxidarse puede destruir el dibujo y no hay posibilidad de recuperación”.
El hacer copias de la plancha es una idea que se descarta. “Es algo complicado porque hacer una copia fiel de la plancha no está conseguido. Hay que pensar que esto está hecho por la mano del artista, es como un dibujo y, además, ya no sería el original”. El responsable del taller puntualiza que en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando no hacen las planchas, sólo las guardan. “Tenemos un fondo de planchas ya grabadas de artistas antiguos y de artistas contemporáneos, por lo que constantemente estamos aumentando los fondos”. Hay que tener en cuenta que la plancha es una herramienta más, es un medio para la estampa.
Y, aunque en la Academia -como los propios trabajadores llaman a la institución- a las planchas se las cuida como una obra de arte, la obra de arte es en realidad, la estampa. “Es como un negativo de una fotografía. Fuera de aquí, los artistas las desechan cuando acaban la obra. Rayan o funden las placas de metal porque no tienen valor una vez que se haya hecho la edición, porque el valor real es la estampa. De hecho, todo lo que hemos podido conseguir históricamente ha sobrevivido porque está aquí, si hubiera estado fuera, ni siquiera las planchas de Goya se hubieran conservado”.
Javier Blázquez nos explica también las distintas técnicas que existen para grabar las planchas. “Hay métodos directos en los que el artista graba directamente sobre el metal con un buril o con puntas, o con métodos indirectos, con ácidos, que es el llamado aguafuerte”. Eso en cuanto a la estampación histórica, porque en la contemporánea existe una mayor experimentación. “Las técnicas tradicionales aún se usan”, cuenta el responsable del taller, “pero se han adaptado técnicas modernas acompañadas de métodos digitales. Lo que pasa es que los artistas las combinan. En el grabado, un artista debe conocer todas las técnicas para hermanarlas y así poder expresarse, porque el grabado tiene un lenguaje muy específico y cada técnica tiene su lenguaje”. Los creadores que deciden adentrarse en este fascinante mundo trabajan mano a mano con Javier. “Muchos artistas se enganchan a la obra gráfica al ver que es muy especial. Se sienten muy cómodos haciendo un grabado”.
Luis Gordillo, Rafael Canogar, Isidro Tascón, Ricardo Baroja Nessi, Ismael Smith… son algunos de los artistas subyugados por el grabado. “Antiguamente las planchas se hacían para estampar miles, aquellas estampitas de vírgenes o propaganda de algún producto… o libros, porque la imprenta y el grabado están muy unidos, pero no tenía este lado de vender obra artística. Ni se numeraban ni se firmaban”. La estampación artística actual es muy diferente. “El artista viene después de la edición y firma y numera las estampas. Así limita y da el visto bueno a la edición. Eso es muy importante, porque el artista tiene que decidir cuáles son las que valen y cuáles no. El proceso de estampación es manual y hay que tener mucho cuidado porque hay muchos factores que pueden alterarla”.
Ha llegado el momento de saber cómo se hace una estampa y el maestro estampador se pone manos a la obra, coge la maravillosa plancha de Fortuny y con un rodillo de caucho empieza a entintarla por todas partes con pintura negra. “Todos los materiales son específicos del arte grabado: papeles, tintas, raquetas, rodillos…”. Los papeles tienen que ser 100 % algodón. “Eso es importantísimo porque por eso seguimos teniendo estampas del siglo XVII, gracias a la calidad del papel. Tiene que ser neutro y que no tenga ácidos y, además, que las fibras sean muy largas y resistentes porque el papel hay que humedecerlo”.
Durante unas 24 horas las láminas han estado sumergidas, para que las fibras adquieran mayor elasticidad y puedan soportar las presiones que ejercen los cilindros. Una vez que se sacan de la pileta, se quita el exceso de agua y se dejan reposar una noche. Si el papel quedara demasiado aguado, rechazaría la tinta y la estampa saldría mal. Con las tintas pasa lo mismo que con el papel. “Usamos Charbonnel, una casa francesa que lleva casi dos siglos en funcionamiento. Su particularidad es que tiene una pigmentación y unos aceites naturales de secado lento y en el proceso no cambia de color”.
Cada plancha es entintada según la técnica con la que está tratada, de la profundidad de la talla o de la densidad de la tinta. “Cada plancha es especial, no hay ningún trabajo estándar”, asegura. Con la muñequilla, Javier introduce la tinta en la talla y con la tarlatana -una tela de algodón parecida a una venda- va quitando el sobrante de tinta de la superficie. Poco a poco, suavemente y sin hacer mucha presión, el dibujo de la plancha resalta en la superficie como por arte de magia. Este momento es único porque no se va a ver así después del secado. “El color puede que se quede más plano, sin tanto brillo. Va a perder la frescura de la tinta”. Eso sí, de una pasada sólo sale una estampa. Para hacer una tirada de varias, habría que repetir el mismo proceso en cada una de ellas: “entintar, limpiar y pasar; entintar, limpiar y pasar… Son muchos factores a tener en cuenta: la densidad de la tinta, la transparencia, la técnica, la profundidad, la presión del tórculo, el papel, el gramaje del papel…” . Y hay que tener especial cuidado en todo el proceso.
Una vez que la tinta está en la talla, el responsable da un repaso con un papel de seda. “Se dan unos toques para hacer algunos pequeños volúmenes, unos pequeños brillos, y poder trabajar un poco la obra para que no quede plana”. Ahí es donde Javier potencia al artista que lleva dentro. Para eliminar los restos de tinta en los biseles se aplica Blanco de España, que tiene un gran poder desengrasante. El paso siguiente consiste en pasar la plancha al tórculo, poner el papel encima y pasar la pletina. “Cuando el conjunto pasa lentamente por los dos cilindros es cuando se va a ejercer la presión en la cual el papel va a absorber la tinta que está en la plancha y cada una de ellas tiene su presión, por eso hay que hacer pruebas antes de entintar”.
Una vez parado el tórculo, la estampa aparece en todo su esplendor. En todo momento Javier manipula el papel con las pinzas… “Son los dedos del estampador”, bromea. Ahora, en la estampa se pueden apreciar todos los matices y las sombras que había en la plancha y que no se apreciaban a primera vista. El proceso de secado requiere paciencia y meticulosidad. “Hay que dejar la estampa en plano, entre unos secantes con unos pesos, en un cuarto especial porque la estampa necesita calor para secarse. Hoy se deja con unos secantes y mañana habrá que cambiarlos, y así tiene que estar tres días. Luego, dejarla dormir en el cuarto de secado durante un mínimo 15 días. Ese secado tan lento es por la tinta, porque el papel en tres días está perfecto”.
A Calcografía Nacional le gusta descubrir nuevos valores del arte contemporáneo y, además de seleccionar a diez artistas importantes para que realicen una plancha, cuenta con un certamen para jóvenes muy interesante. “Ellos son los que más rompen con los límites”, asegura Javier Blas Benito. Y es ahí donde juega un importante papel la imaginación del artista y supone todo un reto para el estampador. “Hay artistas que se manejan bien con la madera, artistas que hacen metal, en plástico… Está muy abierto… Cualquier matriz que soporte la edición y que no se rompa a la primera, sirve”, comenta el maestro estampador por su parte. “Sorprende mucho porque cada año vienen más de un centenar de artistas, por lo que se nota que hay interés por la estampación”, algo que augura un largo y fructífero futuro.
Una vez acabada, la estampa pasa al archivo, un cofre del tesoro al que Pilar García Sepúlveda, conservadora de Calcografía Nacional, amablemente nos abre sus puertas. Aquí se guardan unas 10.000 planchas y unas 40.000 estampas. Pilar nos cuenta que de cada artista que realiza algún grabado, se archivan dos estampas en la Academia. Mientras, explica que aún guardan algunas de las ediciones de Goya, pero tampoco hay que menospreciar las láminas de Fortuny, de Chillida o de Tàpies, que nos muestra con las manos enfundadas en guantes blancos. Lo último que están catalogando es la colección de Antonio Correa, un aficionado a la estampa que ha legado a la Academia el fruto de su hobby.
Pilar puntualiza que las estampas están a la venta, algo que es perfecto para todos aquellos que quieren empezar a coleccionar arte, regalar y regalarse a sí mismo. “Una persona que haya visto un grabado que sabe que tenemos, lo puede encargar. Tenemos una oferta muy amplia de grabado histórico y, lo más importante, también es que la Calcografía tiene muchas estampas del siglo XVIII y XIX, originales y en papel de época. Es decir, puedes venir y comprarte una Botánica del siglo XVIII iluminada a mano y en papel verjurado del siglo XVIII. Y también del los siglos XIX y XX hasta llegar a nuestros días, de modo que hay muchísima obra en stock. Es quizás una de las inversiones en arte más asequibles. Además, hay una amplia gama de precios, desde unas estampas de Goya que quedan todavía o de los grandes del arte contemporáneo, hasta estampas de unos 100 euros”. Por lo tanto, es muy aconsejable visitar la tienda física u online de la Academia.
“La multiplicidad de la estampa es lo que permite que el precio sea más bajo que una pieza en otro formato”, argumenta Javier Blas Benito. “Aunque el precio no tiene nada que ver con el valor, es un tipo de arte que es más accesible para el público”.
Si viven o viajan a Madrid, no duden incluir en su lista de Museos a visitar la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aparte de que ocasionalmente organizan gabinetes artísticos para distintos perfiles de asistentes, el Museo de la Academia organiza dos días a la semana -y previa cita- visitas guiadas gratuitas para el público general.
En el caso concreto de la Calcografía Nacional, “es el propio personal de la Calcografía el que se encarga también de mostrarlo, porque es un mundo muy peculiar y diverso”, finaliza el coordinador. “Sobre todo, enseñar las técnicas para la obtención de las matrices, no tiene nada que ver el grabado en madera, en metal o en plástico; la técnica de la tinta seca no tiene nada que ver con la del buril, con el aguatinta o con el aguafuerte… Hay muchísimas técnicas y cada una de ellas con un lenguaje específico” que merece la pena descubrir.
‘CALCOGRAFÍA NACIONAL’ - Alcalá, 13 (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Madrid. Tel. 915 24 08 64.
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