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El paisaje de los Volcanes del Bayuyo recuerdan con sus colores la longevidad de la isla.

Ruta de volcanes por Fuerteventura: De Corralejo a La Oliva

Los volcanes más jóvenes de la isla más veterana de Canarias

Actualizado: 10/02/2025

Fotografía: Miguel Cuesta

La última erupción volcánica de Fuerteventura, al norte de la isla y hace unos diez mil años, parece que hubiera sido ayer. Sin apenas vegetación en el terreno, basta mirarlo para intuir dónde fueron las explosiones y por dónde corrieron los ríos de lava. A pesar del clima desértico de la isla, el ingenio de los isleños les permitió hacer de su “malpaís” un terreno cultivable. Trazamos un viaje nostálgico entre viejos volcanes apagados y campos de cultivo abandonados que hicieron de la isla el granero de Canarias.
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Según la RAE, el malpaís es un "campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida". Desde la distancia, este territorio marciano asusta casi tanto como el mar para alguien que no sabe nadar. Pero a medida que te aproximas, empiezas a descubrir senderos que trepan los conos volcánicos, matorrales de heroicas especies autóctonas, restos de explotaciones agrarias y hasta unas simpáticas ardillas morunas camufladas entre las piedras volcánicas. En 2023 se construyó una “carretera” ecológica con vidrio reciclado que permite el tránsito de coches y ciclistas por este mágico paraje entre Corralejo y Lajares.

Los ‘arenales’ vistos desde el Camino Natural con el mar al fondo.
Los ‘arenales’ vistos desde el Camino Natural con el mar al fondo.

La cadena de volcanes del Bayuyo

Fuerteventura es la isla más antigua de las Canarias, con más de 20 millones de historia a sus espaldas desde que emergiera del océano. En el otro extremo temporal, la última erupción registrada fue la del volcán Montaña de la Arena, hace unos diez mil años, cuando se conformó el hoy Monumento Natural del Malpaís de la Arena. Sin embargo, el último gran episodio de vulcanismo majorero sucedió hace 50 mil años, cuando una serie de erupciones en cadena hicieron que la isla ganara 110 km2 por el norte, en dirección a Lanzarote, y también emergió la Isla de Lobos.

Los senderos se pueden recorrer a pie, en bici y, algunas zonas, en coche. Al fondo, el Volcán de La Caldera.
Los senderos se pueden recorrer a pie, en bici y, algunas zonas, en coche. Al fondo, el Volcán de La Caldera.

Hasta ese momento, la isla terminaba donde ahora emerge la Montaña Colorada, sobre el municipio de Lajares. No es ni mucho menos la más alta ni la más famosa de la isla, pero su genuina pigmentación tiene un atractivo especial que la hace reconocible desde varios kilómetros de distancia. Es el primer cono de los muchos que suma la alineación volcánica Montaña Colorada-Bayuyo, surgida hace 50 mil años con una alineación suroeste-noroeste. Entre ellos caracolea la etapa 2 del Camino Natural de Fuerteventura, desde el que parten senderos que ascienden a sus cumbres (¡Ojo con las señales de prohibición!).

Las ardillas morunas se acercan a los visitantes sin miedo.
Las ardillas morunas se acercan a los visitantes sin miedo.

La ruta por este paisaje marciano se vende sola. Basta dejar entrever alguna de sus panorámicas teñidas del negro y el rojo del terreno volcánico con el azul del mar de fondo. Sin embargo, la experiencia gana enteros cuando, entre el caos pétreo del malpaís, afloran vestigios de una agricultura heroica. Al poco de abandonar Corralejo se ve una muestra de “nateros”, o sea, sistemas tradicionales de retención de sedimento en los barrancos para generar tierras de cultivo que retuvieran humedad.

Varios visitantes caminan hacia el Calderón Hondo.
Varios visitantes caminan hacia el Calderón Hondo.

Por otro lado, al paso por los volcanes del Bayuyo, en el coto de los tamboriles aparecen numerosos “arenados”: cultivos que se vallaban con la piedra que se retiraba de la superficie para protegerlos del ganado, y que se cubrían con estiércol –por eso son tan importantes las cabras y los camellos en la isla– y una capa de picón que absorbía la humedad y regulaba la temperatura. Finalmente, en la zona del malpaís del Volcán de la Arena, se ven antiguos cultivos de tuneras o chumberas que se utilizaron para la cría de la cochinilla de cara a su uso como colorante natural.

 Los colores volcánicos de la isla son una constante en una ruta donde de vez en cuando aparece el verde.
Los colores volcánicos de la isla son una constante en una ruta donde muy de vez en cuando aparece el verde.

Calderón Hondo, el cráter perfecto

Cada vez es más habitual ver mochileros caminando por la isla como si fuesen peregrinos santiagueros. La mayoría está trazando el Camino Natural de Fuerteventura, que recorre la isla de norte a sur, fundamentalmente por el interior, con largos tramos panorámicos, pero otros también costeros, sobre todo por la península de Jandía. La propuesta suma 150 km divididos en 9 etapas, además de otros 13 ramales que permiten asomarse a puntos privilegiados. La segunda etapa, entre Corralejo y La Oliva, serpentea entre la cadena volcánica Montaña Colorada-Bayuyo a lo largo de 24 km que, en su mayoría, son perfectamente ciclables.

Las espectaculares vistas desde el Calderón Hondo incluyen Lanzarote al fondo.
Las espectaculares vistas desde el Calderón Hondo incluyen Lanzarote al fondo.

El camino, cuya primera etapa habría comenzado en la Isla de Lobos, continúa luego desde Corralejo en dirección suroeste, primero por las calles de esta localidad costera, hasta alcanzar el acceso a la carretera ecológica –que a ojos de un lego no parece más que una pista de tierra–, donde comienza la verdadera aventura. Tras un par de kilómetros de subida suave en los que se agradece la bicicleta eléctrica, se llega al pie del volcán del Bayuyo, con dos cráteres principales y uno secundario a los que se puede ascender por un sendero claramente visible desde el Camino Natural. Sin embargo, nadie duda de que hay un cráter que es el rey de reyes en esta cadena volcánica y está un poco más adelante.

La bicicleta es una buena alternativa para recorrer los kilómetros del Camino Natural.
La bicicleta es una buena alternativa para recorrer los kilómetros del Camino Natural.

Tras un leve descenso en que dejamos a la izquierda los volcanes de las Calderas, volvemos a ascender otro par de kilómetros hasta el aparcamiento del Calderón Hondo, probablemente la cumbre más ascendida de toda la isla: un edificio volcánico a unos 250 metros de altitud, con un cráter perfecto de 70 m de profundidad en el que apenas ha habido derrumbamientos. Para alcanzarlo hay que dejar el coche o la bici en la zona indicada y caminar aproximadamente un kilómetro por un sendero de piedra muy sencillo y señalizado, donde montones de ardillas morunas se acercan a los visitantes, acostumbradas a que estos les den de comer.

Nicolás, de ‘Camel Rides Lajares’, posa con uno de sus camellos.
Nicolás, de ‘Camel Rides Lajares’, posa con uno de sus camellos.

Desde el Calderón Hondo, el Camino Natural se bifurca con dos opciones: una exclusivamente para peatones, la que transita justo a los pies del Calderón Hondo y la Montaña Colorada, y otra para coches y ciclistas, por esa carretera ecológica que se aleja más de los mismos. Caminando por la primera de las opciones (SL FV 2: Calderón Hondo - Lajares), poco antes de llegar a Lajares nos encontramos con Nicolás y sus camellos de 'Camel Rides Lajares' (excursiones de martes a sábado, de 10 h a 14 h, telf. 669033590), que marchan en caravana guiados por una hembra blanca, Pajarita, que para Nico “es la más guapa y la más loca”, dice mirándola casi con ojos de enamorado.

Los Molinos de Villaverde, recordatorio de la tradición agrícola de la isla.
Los Molinos de Villaverde, recordatorio de la tradición agrícola de la isla.

“La gente no sabe que el camello es autóctono de la isla y una parte muy importante de su historia. Sin ellos no habrían podido vivir muchas generaciones”, cuenta a propósito de que isleños apenas de la generación de sus padres los tenían como único medio para transportar sus cosechas del campo al mercado. Sus camellos solo trabajan cuatro horas al día. Nico dice que así están mucho mejor que pasándose todo el día en el corral. Además, a ellos les gusta interactuar con la gente: “Se comunican mucho. Siempre digo que el camello es más como un perro y el caballo, como un gato”.

Los cultivos separados por muros de piedras también son habituales de la isla.
Los cultivos separados por muros de piedras también son habituales de la isla.

Una vez en Lajares, el Camino Natural todavía se puede continuar en coche, aunque al cabo de unos cuatro kilómetros se convierte en un sendero que atraviesa una de las partes más dramáticas del malpaís. Durante aproximadamente un kilómetro ya solo resulta cómodo para los que afrontan esta aventura a pie, pero si se tiene la paciencia para empujar un poco la bicicleta, se puede llegar hasta el destino final sobre dos ruedas: La Oliva, antigua capital de Fuerteventura, donde encontramos la famosa Casa de los Coroneles del siglo XVII desde la cual se ejerció el poder militar en la isla.

Torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en La Oliva.
Torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en La Oliva.

Una estancia bien maja

Un poco antes de llegar a La Oliva habremos pasado junto a un par de “gigantes cervantinos” versión guanche. Esta pareja de molinos de viento son la prueba definitiva que necesitábamos los incrédulos para aceptar que este paisaje marciano efectivamente llegó a ser el granero de Canarias. Se ubican en Villaverde, una de las localidades de referencia para la gastronomía majorera tradicional. Aparecen a mano izquierda para los que vayan por el Camino Natural y a mano derecha para los que vengan por carretera, sobre un cerro a cuyos pies está el ‘Hotel Rural Mahoh’, construido a partir de una vivienda campesina tradicional con más de dos siglos de antigüedad que se ha restaurado y ampliado con mucho respeto.

La piscina del ‘Hotel Rural Mahoh’ está cubierta para disfrutarla durante todo el año.
La piscina del ‘Hotel Rural Mahoh’ está cubierta para disfrutarla durante todo el año.

A los pobladores aborígenes de la isla que la habitaban antes de la llegada de los colonos peninsulares se les conoce como majos o mahos, y a los actuales, como majoreros. Sin embargo, mahoh en guanche significaría “mi tierra” o “mi país”. Es el nombre con el que sus propietarios, una pareja de ecologistas y amantes de su tierra, decidieron bautizar a este hotel rural hecho de piedra volcánica y madera, que suma tan solo nueve habitaciones dobles y una villa, con una piscina cubierta para disfrutar todo el año y unos jardines con vegetación autóctona.

Con nueve habitaciones y una villa, este hotel rural cuenta con una ubicación privilegiada.
Con nueve habitaciones y una villa, este hotel rural cuenta con una ubicación privilegiada.

Camilo Jaime, el jefe de cocina del ‘Restaurante Mahoh’, es un uruguayo afincado en la isla que se siente como pez en el agua trabajando carnes de ternera y cerdo ibérico en una enorme parrilla en la que siempre hay brasas listas. Sin embargo, a la hora de hablar de su carta, queda claro que le gusta honrar a la tierra y el mar que le han acogido, poniendo en valor cómo trata a la cabra y al cabrito, que son las dos carnes majoreras por excelencia, así como a su queso. También remarca que suelen tener pescados frescos de la isla entre las recomendaciones fuera de carta.

El chef Camilo Jaime emplata uno de los platos estrellas de la casa: el pulpo.
El chef Camilo Jaime emplata uno de los platos estrellas de la casa: el pulpo.

De entre los platos más demandados del menú está un pulpo braseado de la isla. En realidad, a pesar de contar con una parrilla flamante, prefieren hacerlo a la plancha, pero le dan ese sabor braseado con un aceite de humo que contrasta a las mil maravillas con el puré de batata. Otra estrella del restaurante es el ragú de cabra o cabra mechada, una receta con una elaboración de unas 15 horas en total, en la que cuecen la cabra en vino tinto y tomate frito durante ocho horas, la desmechan y vuelven a cocer en una salsa de verduras, para finalmente servirla con una salsa de queso fresco majorero. Pura esencia de Fuerteventura.

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