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Una de las clásicas escapadas de fin de semana para los habitantes de Madrid es Chinchón, especialmente en febrero, marzo y abril, porque se concentran acontecimientos como el mercado medieval, que toma las calles por carnaval y, por supuesto, la Semana Santa. Pero Chinchón también puede servir como centro de operaciones para explorar la comarca de Las Vegas, tierra de encantos agrícolas y sorpresas naturales. Este pueblo atrae tanto por su arquitectura popular como por la oferta gastronómica de sus restaurantes: excelentes asados de cordero y de cochinillo, carnes rojas, mollejas, cuajada de oveja o dulce de almendras.
Toda visita a esta localidad comienza y termina, inevitablemente en su Plaza Mayor, que en palabras del académico de la lengua Manuel Alvar “tiene el equilibrio que sólo logra la maestría absoluta”. Una armonía que viene de los 234 balcones de madera que rodean un espacio urbano único que ha servido de escenario a mercados, corridas de toros, autos sacramentales, proclamación de reyes y superproducciones de Hollywood como La vuelta al mundo en 80 días. Tanta fama tienen las vistas que la propiedad de los balcones y las casas va por separado.
Muy cerca de la Plaza Mayor se encuentra el Parador de Turismo de Chinchón. Ya sea para alojarse, para probar su restaurante o para curiosear, merece una vista. Ocupa el antiguo convento de los Agustinos (siglo XVII), que luego fue centro de humanidades, juzgado y cárcel. De estilo barroco con influencias renacentistas, tiene un jardín donde crecen cipreses, rosas y alibustres y sus habitaciones se distribuyen en torno al claustro, un remanso de paz en el centro de la villa.
Sin duda, la mejor perspectiva del pueblo la obtenemos caminando hasta la plazuela de Palacio, ubicada en uno de los cerros que rodean la Plaza Mayor. Aquí se asientan los monumentos que explican el dicho popular: “Chinchón tiene una iglesia sin torre y una torre sin iglesia”. La primera es la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que mezcla los estilos gótico, plateresco, renacentista y barroco, pero sin torre. Guarda un Goya: La Asunción de la Virgen. Un encargo que le pidió al pintor su hermano, Camilo Goya, que era capellán del templo. Este lienzo preside el altar mayor desde 1812, y se dice que la modelo de la Virgen fue una amante que el pintor tenía en el pueblo, conocida como La Graja.
En la Plaza Mayor de Chinchón se asientan los monumentos que explican el dicho popular: “Chinchón tiene una iglesia sin torre y una torre sin iglesia”
La segunda parte del refrán alude a la torre del Reloj, único vestigio que quedó de la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, incendiada por las tropas de Napoleón durante la Guerra de la Independencia, en 1808. Cerca encontramos el Teatro Lope de Vega, edificio del siglo XIX apodado la Pequeña Bombonera. Otra de las visitas imprescindibles es el convento barroco de las Madres Franciscanas Clarisas, donde además podemos adquirir los dulces que elaboran, como rosquillas, turrones o almendradas.
Para conocer el producto estrella de esta localidad, el anís, debemos visitar la alcoholera, fundada en 1911, y que actualmente pertenece a Gonzalez Byass S.A. Allí es donde se elabora el afamado anís Denominación Geográfica de Chinchón, entre otros licores.
En esta singular villa madrileña hay otro producto protagonista además del anís: el ajo, llamado fino, del que es gran productor. Es habitual salir de aquí con unas cuantas cabezas o una ristra de ajos.
En el sur de la Comunidad de Madrid podemos visitar otras interesantes poblaciones. Siguiendo la ruta, la más próxima a Chinchón –y una de las más recomendables– es la de Colmenar de Oreja. La carretera que conduce hasta ella sigue el antiguo trazado del tren de Arganda, también conocido como el rompecepas: era tal su lentitud que los pasajeros se dedicaban a recoger racimos de uvas desde los vagones. El viejo ferrocarril transportaba la famosa piedra de Colmenar, con la que se levantaron el palacio Real y el Teatro Real de Madrid y fuentes como la de Cibeles o la de Neptuno. Una vez en Colmenar, recorremos con sosiego la Plaza Mayor, construida sobre un barranco entre 1676 y 1794.
Destaca también la iglesia de Santa María, con una torre de estilo herreriano que se eleva a nada menos que 62 metros de altura, y el curioso Museo Ulpiano Checa, pintor de la localidad que realizó su obra de inspiración histórica a finales del siglo XIX.
Por la misma carretera, en dirección este, nos topamos con Belmonte del Tajo, cuya plaza cuadrada está dominada por la iglesia de Nuestra Señora de Estrella, del siglo XVI. El patrimonio histórico de la villa se completa con la ermita de San Isidro.
Hacia el oeste, volviendo a Chinchón, el paisaje adquiere cierta rugosidad y se puebla de vides y olivos. Antes de llegar a Titulcia, seguimos la indicación de la laguna de San Juan, un oasis entre los cultivos de secano y el barbecho. Frecuentan este humedal de 40 hectáreas tres rapaces en peligro de extinción: el alimoche, el halcón común y el aguilucho lagunero, aunque también se dejan ver otros representantes de la avifauna local, como la garza. El mejor momento para avistar estas aves es al amanecer o al atardecer, ya que evitan la luz del día.
Titulcia es el final de este recorrido. De origen romano, esta localidad fue destruida cinco veces, la última en la Guerra Civil. La iglesia de La Magdalena, del siglo XVI, guarda un cuadro atribuido a Manuel Theotocópuli, hijo de El Greco. El mejor final que podemos ponerle al viaje es deleitarnos con las vistas del cerro de Venus, mirador desde el que se dominan la confluencia de los ríos Tajuña y Jarama y los campos de cultivo.
El licor típico y tradicional de Chinchón es un destilado alcohólico endulzado y perfumado con un grano de anís llamado matalahúga (Pimpinella anissum L), que empezó a cultivarse en el siglo XVII. Tras macerar dicho grano. entre doce y catorce horas en una solución hidroalcohólica, la destilación posterior se lleva a cabo en alambiques de cobre.
El producto resultante de este proceso se divide en cuatro categorías, según su graduación alcohólica: dulce (entre 35 y 40% de alcohol), seco (entre 40 y 50%), extra seco (entre 50 y 55%) y seco especial (entre 70 y 74%).
El chinchón dulce es una bebida alcohólica de alta graduación, con un valor energético elevado al contener entre 35 y 40 gr. de alcohol y más de 20 gr. de azúcares por cada 100 ml (cada gramo de alcohol aporta 7 kcal, y cada gramo de hidratos de carbono, 4 kcal). Su consumo debe realizarse con moderación. Todo acerca del anís de Chinchón, en www.alimentosdemadrid.org