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El Alt Empordà, en la provincia de Girona, es un paseo por blancas villas costeras llenas de encanto que componen un paisaje sosegado, luminoso y refinado. En esta zona, la gastronomía muestra su lado más mediterráneo y mezcla la alta cocina con la tradición. Los salazones son un buen ejemplo de ello y L’Escala se erige como cuna de una de sus especialidades, la anchoa.
Esta localidad, inicio de nuestra ruta, es una de las grandes maestras en la salazón del pescado desde la llegada a Empúries, en los siglo VI y V a.C, de los pueblos fenicio y griego. Además, la localidad está volcada desde 1940 en la elaboración de la anchoa siguiendo métodos tradicionales, con un alto nivel de exigencia en la selección del mejor pescado, buscando siempre una textura y un sabor únicos. Este noble oficio ha dejado huella en su arquitectura y como ejemplo, las cinco fábricas de anchoas que podemos visitar para conocer cómo es el proceso de salazón, conservación y envasado. L’Escala nos ofrece también un Museo de l’Anxova i de la Sal y un Centro de Interpretación del Pescado.
Siguiendo la geografía de esta villa costera recorreremos el pintoresco barrio de pescadores de Sant Martí de Empúries, del siglo XVII y, por supuesto, la antigua ciudad greco-romana de Empúries. Es el único yacimiento arqueológico de la península donde conviven restos de una ciudad griega (siglo VI a. C.) con restos de una ciudad romana (siglo I a. C.).
Este asentamiento está formado por tres núcleos de población: la ciudad griega antigua, Palaiápolis; la nueva ciudad griega, Neápolis, y la ciudad romana. Aquí se encuentra una de las sedes del Museo d’Arqueologia de Catalunya (MAC). También es el momento de darnos un baño y disfrutar de un paseo por la playas de la localidad, entre las que destacan las de Empúries, unidas entre sí por un paseo peatonal de dos kilómetros y medio; la cala Montgó, con una torre de defensa del siglo XVI, y la playa de Riells, que se extiende hasta el puerto pesquero y deportivo de la Clota.
Desde L’Escala continuamos hasta Figueres. Ciudad natal de Salvador Dalí (1904-1989), aquí pasó también sus últimos años, tras la muerte de Gala, su esposa y musa, en 1982. Cada rincón habla de él: la tienda donde compraba los productos con los que se engominaba el bigote; la terraza del Emporium donde escribió con Buñuel ‘Un perro andaluz’; su museo; la iglesia de Sant Pere, donde fue bautizado; su casa y su estudio. En la villa también podemos visitar el castillo de San Fernando, la mayor fortaleza europea, del siglo XVIII, y el Museo del Joguet de Catalunya, una visita imprescindible si vamos acompañados por niños, puesto que ofrece una muestra de 4.000 juguetes (mecanos, bicicletas, coches, caballos, trenes, muñecas…) reunidos por el coleccionista local Josep Maria Joan Rosa.
Nuestro itinerario continúa en dirección a Castelló d’Empúries, que ofrece un amplio patrimonio civil y religioso: una lonja convertida en casa del concejo, una curia y una prisión de estilo gótico, el puente del siglo XIV sobre el río Muga, la torre carlista a la entrada del pueblo y numerosos conventos. Junto a este pueblo medieval se ha levantado Empuriabrava, todo un complejo residencial que atiende las exigencias del turismo y que puede ser una buena parada técnica para hacer un descanso y parar a comer unas anchoas.
Además de su peso cultural, la localidad forma parte del Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà. Tres escenarios ecológicos constituyen este espacio protegido, que ocupa una extensión superior a las 4.000 hectáreas: la reserva de los Estanys, con grandes extensiones de cañaverales y prados inundables; la reserva de las Llaunes, compuesta por conjuntos de lagunas litorales y dunas, y la reserva de la isla de Caramany, situada en medio del río Fluvià, un marco ideal para la nidificación de un gran número de aves acuáticas.
Tras este recorrido por el interior, nos dirigimos de nuevo hacia la costa por la misma carretera, en busca de Roses, que forma parte de las Bahías Más Bellas del Mundo. El título, concedido por la Unesco a la localidad, es mucho más que un reconocimientos por las vistas espectaculares que hay desde Roses, los tres parques naturales que hay a su alrededor (Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà, Parque Natural del Cabo de Creus y Paraje Natural de Interés Nacional de la Albera), los 45 kilómetros de playas, la gastronomía o la variedad de posibilidades de ocio por tierra, mar y aire le han servido para obtener este merecidísimo título.
Para comenzar a disfrutar la localidad, nada mejor que darnos un paseo por el recinto de la ciudadela, Conjunto Histórico-Artístico. El centro requiere su tiempo, puesto que encierra los restos de un barrio helenístico, una villa romana, una necrópolis paleocristiana, edificios de la época visigoda y el monasterio medieval de Santa María de Roses.
Después, llegamos, por la lengua de tierra que se adentra en el golfo, al castillo de la Trinidad, una construcción militar con forma de estrella de cinco puntas. El castillo se halla frente al famoso faro de Roses, del siglo XIX, que anuncia la entrada al puerto pesquero, donde podemos asistir a la tradicional subasta de pescado. Los productos del mar son un elemento clave de la gastronomía de Roses. A medio camino entre la tradición y la vanguardia, su cocina es famosa a nivel internacional gracias al restaurante El Bulli, de Ferrán Adrià, que fue considerado hasta su cierre en 2011 el mejor restaurante del mundo y en el que la innovación gastronómica se valía de la riqueza de las aguas mediterráneas, de los productos de la tierra y de excelentes vinos de la región.
Por la carretera llegamos al final de la ruta, en el municipio más oriental de la península ibérica: Cadaqués, en pleno cabo de Creus. Encajada entre el mar y la roca, Dalí quedó completamente prendado de esta villa y aún puede visitarse la casa del pintor surrealista en la cala de Port Lligat. Ésta fue su única residencia estable y en ella vivió y trabajó hasta la muerte de Gala. Durante 40 años, el pintor construyó y dio forma a la vieja barraca de pescadores que había adquirido hasta convertirla, según sus palabras, en “una verdadera estructura biológica”. La distribución arquitectónica consta de tres ambientes: el espacio íntimo, el de trabajo o estudio y el público, que se completa con aberturas muy proporcionadas que sirven de marco al maravilloso paisaje que rodea la casa.
Además del innegable encanto de Cadaqués como villa de pescadores, la zona acoge parte del Parque Natural del Cabo de Creus, el único de España que abarca una zona marítima y otra terrestre, unidas por un perfil abrupto de acantilados y calas. En este escenario coexisten diferentes ecosistemas, desde su cima en el pico de Sant Salvador hasta el nivel del mar, lo que permite la convivencia de gran variedad de especies. La flora está condicionada por la fuerte influencia marina y la agreste orografía. Así, los pinos y las encinas crecen en las zonas más expuestas, mientras que los valles dan cobijo a olmos, fresnos, alisos, avellanos y sauces. En cuanto a la fauna, es destacable la presencia del lagarto ocelado y la tortuga mediterránea, el halcón peregrino, el búho real y el cormorán moñudo, sin olvidar la gran riqueza en especies de los fondos marinos. Esta región catalana enamora y, una vez visitada, querremos volver.
En las anchoas de L’Escala se siguen empleando enseñanzas ancestrales en su elaboración, que residen básicamente en cuatro preceptos fundamentales: tienen que ser frescas, seleccionadas, saladas y aromatizadas. Su salazón requiere un periodo de maduración y de curación de al menos dos meses antes de ser envasadas.
Tradicionalmente, son las mujeres de l’Escala las encargadas de elegir las anchoas, sazonarlas, colocarlas en los bidones, filetearlas y acondicionarlas una a una en su envase especial. Este método se caracteriza por una gran delicadeza y un saber hacer que mantiene intacto el proceso desde la primera generación de mujeres que se dedicaron a la producción de anchoas. Se toman de muchas formas: sobre tostada de pan payés con tomate natural, en coca con verduras, en ensalada y en gazpacho, entre otras. Al tratarse de pescado azul, las anchoas destacan por su contenido en proteínas de alto valor biológico, ácidos grasos Omega-3 y vitamina D. También aportan a la dieta minerales como el selenio y el fósforo. Si se preparan con aceite sobre una tostada de pan con tomate, se complementa su valor nutricional con los hidratos de carbono del pan y las vitaminas y minerales que proporciona el tomate.
Junto con la industria de la anchoa en L’Escala podemos encontrar numerosas tiendas de artesanía donde venden ropa y complementos hechos a mano. Además, nos será casi imposible resistirnos a probar los Bunyols y los Flaones de Sant Pau al contemplar los escaparates de sus pastelerías o dejar pasar la oportunidad de hacernos con una botella de vino de la Denominación de Origen Empordà.
En Figueres es imprescindible la visita al Teatro Museo Salvador Dalí. El centro, que supera el millón de visitantes anuales, es cien por cien fiel al espíritu del pintor. El edificio, coronado por huevos gigantes, es sólo el aperitivo de lo que nos espera en el interior: una amplísima colección que exhibe la obra del pintor surrealista y la tumba del mismo.
La Fiesta de la Anchoa de L’Escala, que tiene lugar el primer fin de semana de octubre, ofrece degustaciones y ventas del producto, jornadas gastronómicas, exposiciones, habaneras… Además, se entrega el galardón de la Anchoa de Oro. En los días precedentes se pueden saborear más de una veintena de tapas realizadas por los restaurantes con la anchoa como ingrediente principal.
El Hotel S’Aguarda, en la parte alta de Cadaqués, ofrece unas vistas impresionantes de la bahía del pueblo y está a sólo cinco minutos andando del centro. Habitaciones amplias, piscina y comedor con panorámicas asombrosas. El romántico Hotel Vistabella está situado en primera línea de mar y todo su perímetro frontal es una inmensa terraza con balaustradas blancas y camas balinesas para observar el horizonte.