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Para descubrir las tierras donde nace la más deliciosa de las berenjenas, lo mejor es comenzar por Daimiel, visitando el Parque Nacional de las Tablas. Lo que un día fue lugar de caza de Alfonso XII y de su hijo Alfonso XIII es hoy es una reserva natural de bosques de juncos, eneas, masiegas y carrizos, entre los que asoman patos, garzas y ranas. En total, 250 especies de aves pueblan este humedal de casi 2.000 hectáreas, enclavado entre los términos municipales de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. Debemos ir bien equipados para recorrer el parque: cantimplora, en los meses de más calor, y prismáticos, en cualquier época del año, para poder observar de cerca las aves que han hecho suyo este enclave.
La carretera que nos conduce hasta Almagro está repleta de casas de labranza típicas encaladas hasta el tejado y molinos de viento bastante más modernos que aquellos a los que se enfrentó Don Quijote. Una imagen que el director de cine manchego Pedro Almodóvar ha sido capaz de reflejar a la perfección en sus películas.
Almagro es un lugar que rompe con todo lo que hay alrededor. La ciudad es Conjunto Histórico-Artístico y, además de contar con ese aliciente de ciudad monumental, tiene la misma esencia de tranquila villa manchega que cualquiera de los pueblos que la rodean. La Plaza Mayor, una auténtica belleza flanqueada por soportales con columnas toscanas, es nuestro punto de partida. No faltan las terrazas donde disfrutar de unas tapas o de un plato contundente. Es el lugar ideal para probar una ración de pisto, de berenjenas o de migas de la zona.
En la plaza también está el Ayuntamiento, del siglo XVI, y su tesoro más preciado, el Corral de Comedias, que durante el verano convierte a esta ciudad en la cuna del teatro. Un grupo de actores hacen de guías durante una visita dramatizada en la que una voz en off cuenta la historia del edificio, que fue construido en 1628 como mesón-casa de comedias y que se conserva en su forma original. En 1950 se descubrió intacto el escenario, que desde entonces se utiliza como teatro y fue declarado Monumento Nacional.
Muy cerca de la plaza está el almacén de los Fúcares, levantado en el siglo XVI por una acaudalada familia de negociantes alemanes para almacenar el grano que procedía de las rentas de los Maestrazgos y el mercurio de las minas de Almadén. Pero si hay algo que distingue a Almagro son sus encajes de bolillos. Elaborarlos es una tarea de tal maestría que sólo están capacitadas para tal labor las mujeres del lugar. El Museo del Encaje recoge algunas de estas piezas maestras y recopila colecciones de otras obras textiles. En cuanto a la arquitectura religiosa, dos edificios se llevan la palma: la iglesia de la Madre de Dios, construida en el siglo XVII en estilo gótico con detalles renacentistas, y el convento de la Asunción de Calatrava, levantado en 1519.
Camino a la próxima parada, Calzada de Calatrava, la carretera discurre por paisajes que definen la esencia de La Mancha: pueblos pequeños y silenciosos, rectas interminables, pastores que custodian las ovejas, lugareños sentados en al borde de la carretera y cerros de origen volcánico. Echándole un poco de imaginación, podemos imaginarnos cómo cabalgaban por los campos los caballeros de la orden que lleva su nombre y acercarnos hasta el castillo de Calatrava la Nueva, construido en 1217 después de la batalla de las Navas de Tolosa. Esta zona es, además, uno de los pasos naturales hacia los impresionantes paisajes de Sierra Morena.
Enfrente está el castillo de Salvatierra, en el cerro de la Atalaya, una antigua fortaleza musulmana de origen romano. Su presencia impone, lamentablemente su estado en ruinas y su propiedad privada impiden visitarlo. El final del camino lleva a pedanía de La Alameda, siguiendo la misma carretera, y a una vieja quesería del priorato de la Orden de Calatrava. Merece la pena recorrer el edificio para hacerse una idea de la arquitectura de la época. El lugar es hoy un restaurante cuidado con mimo y sus muebles reflejan las costumbres manchegas, por lo que el local es un auténtico museo de la gastronomía.
Las berenjenas de Almagro son de una variedad única y específica del lugar. Sabrosas y muy sanas, su componente principal es el agua, por lo que aporta poca energía. Aunque contienen hidratos de carbono y proteínas. Rica en fibra, potasio y pequeñas cantidades de calcio y ácido fólico, esta verdura de la huerta manchega aporta a nuestra dieta antioxidantes como las antocianinas y flavonoides que previenen enfermedades cardiovasculares.
La berenjena de Almagro sigue un concienzudo proceso de cocción, fermentación y aliñado, que es lo que hace que estas hortalizas tengan un sabor tan singular. Siempre se recolectan antes de que hayan madurado demasiado, por lo que se almacenan aún pequeñas y cuando no han adquirido el color violáceo que las caracteriza. Se preparan en conserva y se sirven frías; cocidas y aliñadas con aceite, vinagre, agua, sal, pimentón, comino, una hoja de laurel, pimienta recién molida y ajo.
Los platos manchegos van más allá de las migas y el pisto. El Atascaburras, elaborado con patatas, bacalao, nueces, pasas y huevo es una de las estrellas de la mesa, junto con los Duelos y Quebrantos, un plato compuesto por huevos revueltos, chorizo y tocino. El bacalao ajoarriero, el Arrope, la liebre con patatas y las berenjenas en escabeche son otros de los tesoros culinarios.
La Muestra Gastronómica de la Berenjena de Almagro se celebra en esta localidad desde 2006. Aunque es un festejo de creación reciente, su popularidad aumenta años tras año y durante esos días sus restaurantes están muy concurridos por la cantidad de lugareños y turistas que se acercan a la localidad para saborear este producto manchego.
Si hay un rincón mágico en esta región es el castillo de Calatrava la Nueva. Sus vistas desde lo alto del cerro son sobrecogedoras. Se ven las llanuras manchegas hasta decenas de kilómetros y los pueblos que las salpican, con Morena al fondo. Allí es fácil dejar volar la imaginación e intentar hacerse una idea de cómo se vivía en la Edad Media.
En pie desde el siglo XIX, la 'Hostería de Almagro Valdeolivo' ocupa lo que fue la casa de los Encajeros de Almagro. Totalmente rehabilitado, el alojamiento conserva los elementos singulares de su construcción, desde los patios hasta la teja árabe vieja. De reciente construcción (1993) y situado a un kilómetro de la estación del AVE, el hotel 'Doña Carlota' (Ronda de Toledo, 21, Ciudad Real. Tel. 926 23 16 10) ofrece una estancia de ambiente clásico y refinado en apariencia, pero con todos los detalles y la tecnología que necesitemos durante nuestra estancia en Ciudad Real.