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La conocida como la Siberia extremeña es un territorio recóndito de la zona nororiental de Badajoz. Su paisaje está dominado por el verde de las montañas y el azul de los embalses que, a uno y otro lado de la carretera, van apareciendo a lo largo de toda la región. No en vano esta zona es la que mayor número de kilómetros de costa de agua dulce posee en España. La región está ligada a tradiciones en las que se mezclan ritos paganos y religiosos, como en la celebración del Día de Todos los Santos. En ella se recuerdan los banquetes fúnebres y se mantiene viva la relación con las costumbres campesinas, protagonistas de la zona hasta hace no mucho tiempo.
A principios de noviembre, la región apela a la memoria de los que ya no están con la cosecha de los primeros frutos que trae el otoño y con el vino nuevo. A la vez, en las casas y obradores se elaboran dulces y tortas con nombres y formas vinculados al mundo de los difuntos: Huesos de Santo, Panes de Muerto, Almendradillos ySepulturas. También están las tortas o Chaquetías que, con dulce de membrillo, nueces y castañas asadas, se comparten y se comen en algunos pueblos de la comarca pacense de la Siberia.
El punto de partida de nuestro itinerario es el embalse de Cíjara, situado entre las sierras del Algibe y la Rinconada, en plena reserva natural. La carretera bordea la cola del pantano de García de Sola, donde se embalsan las aguas del Guadiana, y llegamos hasta Castilblanco, tranquilo pueblo situado en el punto de encuentro donde el Guadiana se encuentra con su afluente, el Guadalupillo. El entorno de Castilblanco estuvo poblado desde tiempos remotos, tal y como lo atestiguan sus pinturas rupestres y sus monumentos megalíticos. No obstante, la localidad debe su nombre a la Orden de los Templarios, caballeros que controlaron el valle y que dejaron también su impronta en otras localidades como Valdecaballeros o la Puebla de Alcocer.
En Castilblanco paseamos tranquilamente por los barrios de Picocerro y Perchel, que nos ofrecen una estampa muy característica de alma mudéjar. Además, si nuestra visita coincide con el Día de Todos los Santos, podremos acudir a la fiesta de El Calbote, en la que grupos de amigos se reúnen y salen al campo para asar castañas. La carretera continúa hasta Valdecaballeros, cuyo embalse recibe las aguas del río Guadalupejo, formando un corredor ecológico en el que abunda la fauna y la flora típica de la región y que le ha valido ser reconocido como Punto de Interés de Biodiversidad por la Agencia de Medio Ambiente extremeña.
Proseguimos surcando los montes de la Siberia extremeña y atravesamos las aguas del embalse en una zona donde los pescadores suelen acudir a menudo, para terminar un poco después en uno de los enclaves históricos de la baja Extremadura: Herrera del Duque, capital de la comarca. Un mosaico de tejados rojos y casas blancas se intercalan por el lugar componiendo un enjambre arquitectónico alrededor de su porticada Plaza Mayor. Las mejores vistas para disfrutar de la localidad están en el mirador situado en lo alto del cerro donde se alza la vieja fortaleza, edificada en el siglo XV sobre los restos de la primitiva alcazaba árabe.
De vuelta al centro, visitamos en Herrera la iglesia de San Antonio Abad, lo que queda del antiguo convento franciscano de la Purísima y sus casonas señoriales. Asimismo, Herrera es un buen destino para parar a comer y conocer mejor la gastronomía extremeña. Especialmente recomendable para picotear es la zona conocida como el Paseíllo, en la avenida de Las Palmeras. Si nuestra visita coincide con el primer fin de semana de mayo podemos disfrutar también de un concurrido concurso de tapas.
Saliendo de Herrera, la misma carretera nos lleva hasta el puerto de los Carneros y enlaza con varias carreteras que terminan en Talarrubias y a Puebla de Alcocer. En Talarrubias destaca el templo parroquial de Santa Catalina de Alejandría, una bella muestra de estilos gótico, renacentista y mudéjar. Un poco más lejos, vislumbramos la cúpula del Carmen y la ermita de la Virgen Coronada, centro de las fiestas patronales del mes de agosto y visita obligada en la localidad. La naturaleza vuelve a cobrar protagonismo en la ruta. La mayor colonia de buitre leonado de Extremadura se encuentra en la zona de puerto Peña, donde además podemos profundizar sobre ellos en el Centro de Interpretación y Fauna Rupícula.
En Puebla de Alcocer, nuestra última parada, está el antiguo convento de la Visitación, uno de lugares más encantadores de la localidad, repleto de cigüeñas que han encontrado en la ruinas del edificio el soporte perfecto para construir sus pesadísimos nidos. El pueblo, situado en la falda de la Sierra de Lares, acoge también una fortaleza templaria que ofrece vistas espectaculares de la sierra de Siruela y el embalse del Zújar, broche de oro para terminar de enamorarse de esta recóndita región extremeña.
La Chaquetía es un dulce típico de la Siberia extremeña y de toda Extremadura en general, que se consume exclusivamente el Día de Todos los Santos. Con forma de estrella, de flor, de herradura o de animales, esta torta tradicional se elabora con pan, manteca de cerdo, aguardiente, aceite, anís en grano y harina. Con estos ingredientes se hace la masa, que se trabaja para darle la forma deseada. Después, las tortasse adornan con almendras, nueces y anises de colores y se introducen en el horno hasta su perfecta cocción. Se puede comer acompañada de frutos típicos de la temporada, como castañas asadas, nueces, higos secos y dulce de membrillo. Es una tradición propia de los vecinos de zonas agrícolas que, con la llegada del frío, consumen frutos secos y dulces para sobrellevar mejor los bruscos cambios climatológicos.
La Chaquetía es rica en hidratos de carbono, lípidos y grasas. Entre estas últimas destacan las del aceite de oliva (rico en ácidos grasos monoinsaturados) y las de los frutos secos, que contienen mayoritariamente ácidos grasos mono y poliinsaturados. Este postre también aporta a la dieta minerales como el magnesio y vitamina E, que protege las células de daños oxidativos.
Los dulces, el chocolate y las castañas están a la orden del día en todas las localidades que conforman la Siberia, pero además hay otros tesoros gastronómicos que no debemos dejar de probar. Sus quesos y embutidos artesanales, así como el vino Pitarrero y el Chapurrao y el aguardiente con hierbas y azafrán, son típicos en Puebla de Alcocer.
En los bajos del antiguo convento de San Francisco, en Puebla de Alcocer, se encuentra el Museo Etnográfico. Tres grandes salas, antiguamente celdas de los monjes, exponen objetos cedidos por los habitantes del pueblo al simbólico precio de un euro, así como restos arqueológicos de las excavaciones de Lacimurga y aperos típicos de la Siberia extremeña.
Antiguamente, en el Día de Todos los Santos los más pequeños iban por las casas pidiendo la Chaquetía, un aguinaldo que luego comían mientras los mayores recordaban a sus seres queridos. La tradición continúa y en Herrera del Duque, la gente sale al campo a compartir la Chaquetía, con forma de flor o de serpiente, acompañada de membrillo, nueces, granadas y castañas asadas.
La Casa de los Templarios es un alojamiento rural ubicado en el centro urbano de Puebla de Alcocer. La casa, que se alquila completa o por habitaciones, está decorada según la costumbre tradicional y es perfecta para hacer noche y disfrutar de todos los encantos históricos y naturales de la localidad. La Hospedería Real Monasterio de Guadalupe, en Cáceres, es un remanso de paz donde la espiritualidad religiosa sigue muy presente.
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