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En España es difícil disfrutar de la chireta excepto cuando se viaja a la región del Somontano, donde este plato de casquería alcanza las cotas máximas de sabor y perfección. Pero antes de abrir boca y probarlo, recorreremos las carreteras de la zona. El Parque Cultural del río Vero, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es nuestra primera parada. Ideal para los amantes del turismo activo, tendrán aquí ocasión de practicar numerosos deportes al aire libre.
El arte rupestre, las villas medievales y el turismo etnográfico son también atractivos que conviven en armonía en este paraje de contrastes. Para tener una visión global de la comarca,no hay nada mejor que comenzar en el sur, en Barbastro. Antes de llegar a esta ciudad, por la carretera que viene de Huesca, nos encontramos con el monasterio de Pueyo (ctra. Nacional 240, 974 308 350). Situado a más de 600 metros de altura es un excelente mirador desde donde ver la región del Somontano y la sierra de Guara.
En Barbastro, recorremos a pie el paseo del Coso e iremos hasta la catedral, el palacio Episcopal y el jardín arqueológico, situado también en los alrededores. Seguimos por las silenciosas calles del barrio medieval de Entremuro hasta alcanzar las plazas de la Constitución y del Mercado, donde la ciudad muestra su cara más animada. También tendremos tiempo de ver el Espacio del Vino de la Denominación de Origen Somontano (avda. de la Merced, 64; 974 313 031).
Alquézar es un paraíso para hacer barranquismo en los cañones de los ríos Vero y Alcanadre
Después de abandonar Barbastro, volvemos al coche rumbo a Pozán de Vero, un buen lugar donde parar a comer y probar la chireta más tradicional. Si realizamos el viaje en otoño la visita se vuelve doblemente interesante porque la localidad celebra el domingo más cercano a Todos los Santos, su fiesta anual, y una popular celebración con la chireta como protagonista. A continuación atravesamos varias localidades más pequeñas pero igual de encantadoras. Santa María de Dulcis, con su santuario de yeserías mudéjares, Buera y su precioso puente románico sobre el Vero y Adahuesca, con su iglesia barroca de San Pedro y la ermita románica de Nuestra Señora de Treviño, completan el itinerario por la arquitectura del Somontano.
Alquézar, es nuestra puerta de entrada a la sierra de Guara, un destino que combina patrimonio y naturaleza. Para ver el paraíso que rodea esta villa medieval subimos al mirador Sonrisa del Río. Desde él vemos cómo el alcázar preside el pueblo, fortaleza del siglo IX conquistada por el rey Sancho Ramírez. Una vez en el centro caminaremos por la calle Baja para disfrutar de las vistas del cañón del río Vero en el mirador de O’Bicón y terminamos en la Plaza Mayor, corazón porticado de la ciudad. Tras salir de Alquézar los amantes del barranquismo pueden refrescarse y buscar aventura en los cañones fluviales de los ríos Vero y Alcanadre o bien partir hacia Colungo, última parada de la ruta. Allí conoceremos muestras de la arquitectura popular aragonesa, como las casas Broto y Notario, ambas del siglo XVI. También hay un Centro de Interpretación del Arte Rupestre (Las Braules, 2; 974 318 185), con yacimientos interesantes como el de Regacéns.
La chireta aragonesa es símbolo y muestra de la supervivencia rural. Por eso, todos sus ingredientes forman parte de la materia prima de la zona. En aragonés chireta significa “vuelta”, una palabra muy bien elegida para nombrar este plato que se prepara volviendo del revés la tripa del cordero. Una vez hecho, se cortan finamente el corazón, los entresijos y los intestinos. Después se corta también el estómago en fragmentos del tamaño de una cuartilla y lo mezclamos con el resto de las vísceras troceadas, el tocino y una cucharada de arroz. El sabor se intensifica con ajo, perejil, pimentón, pimienta y canela. Metemos este relleno en la tripa, cosiéndola con hilo blanco. Ya listas, las chiretas se cuecen en agua durante 30 minutos a fuego lento en los fogones (si es posible de leña). Por su contenido en casquería, la chireta aporta proteínas de buena calidad y pequeñas cantidades de vitaminas como niacina, ácido fólico y vitamina K, además de minerales como hierro (de fácil absorción), fósforo y potasio.
No podemos irnos de la zona sin adquirir en los establecimientos locales chiretas artesanas y sus descendientes, las brujitas, más pequeñas y rebozadas. Otros productos autóctonos muy apetecibles son los quesos de Saravillo y de Siesa. Tomates, vino y setas se pueden encontrar fácilmente en el mercado del barrio medieval del Entremuro, en Barbastro.
El Parque Cultural del río Vero, en el Somontano de Barbastro y declarado Patrimonio de la Humanidad, merece una visita larga. Al recorrerlo, disfrutaremos de sorprendentes paisajes y ecosistemas excepcionales, pero también de más de 60 abrigos con pinturas rupestres y de un patrimonio arquitectónico medieval que se despliega en las villas que lo rodean.
En Pozán de Vero era tradición preparar chiretas para la fiesta de San Macario, patrón de la localidad, pero desde hace años este popular producto tiene día propio: el domingo más cercano al día de Todos los Santos. Las mujeres del pueblo elaboran las raciones de chireta y las acompañan con tortetas, longaniza y pan. La fiesta coincide con una feria de antigüedades y artesanía.
En el camino de la ruta de la chireta se encuentra Pozán de Vero. Esta localidad es famosa por sus leyendas de brujas y hechicería. Según las crónicas aquí vivió la última bruja oscense, en cuya memoria, los años impares, se celebra en julio el festival Brujita Rock. Dominica La Coja, que así la llamaban, era una curandera que fue acusada de brujería y ajusticiada por la Inquisición en 1535.
El edificio de aires modernistas y el circuito de spa privado que guarda en su interior son algunos de los principales atractivos del Hotel San Román del Somontano (Academia Cerbuna, 2; 974 312 825), en Barbastro. El Hotel Sancho Abarca (Coso Alto, 52; 974 220 650) es uno de esos caprichos que hay que darse cuando se visita Huesca. Con habitaciones decoradas con los rincones turísticos más famosos, sala de fitness y spa, es como una pequeña ciudad en miniatura.