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Nuestra ruta comienza en el yacimiento de la antigua ciudad romana de Clunia. Situada a las afueras de Peñalba de Castro, Clunia fue uno de los enclaves más importantes de la Hispania romana. Hoy es posible visitar su Aula Arqueológica, el teatro y sus mosaicos en recorridos organizados y guiados por el yacimiento. A continuación aparece en la carretera Coruña del Conde. Este pueblo, coronado por un castillo del siglo X, es conocido por ser el lugar de nacimiento del primer aviador español: Diego Marín. Un monumento conmemorativo del Ejército del Aire nos recuerda la gesta del pastor, que llegó a diseñar y volar con un artefacto en la noche del 15 de mayo de 1793.
A las afueras del pueblo se levanta una pequeña joya: la ermita del Santo Cristo, románica, del siglo XII. Un templo sencillo, de una sola nave y ábside recto, en cuyas paredes se encuentran sillares y otras piezas procedentes del yacimiento de Clunia. La de Coruña del Conde fue una de las fortalezas erigidas para marcar la frontera entre los reinos musulmanes y cristianos durante la Reconquista castellana, al igual que el castillo de Peñaranda de Duero.
A los pies de esta fortaleza se extiende la villa que conserva algunas de las puertas de la primitiva muralla y la soledad y el encanto de muchos pueblos castellanos. La soberbia estampa de la excolegiata de Santa Ana, del siglo XVI, y el aire renacentista del palacio de los Condes de Miranda cierran una irregular Plaza Mayor que conforma una de las imágenes más bellas de Burgos. En Peñaranda debemos visitar también la antigua Botica de la familia Ximeno, en funcionamiento desde hace ocho generaciones. Las fiestas patronales de la Virgen de los Remedios, con romería incluida, o de San Isidro Labrador son ocasiones propicias para degustar la típica morcilla burgalesa, el lechazo asado y los vinos de Peñaranda. Si nuestra visita no coincide con la fiesta no hay problema, puesto que en todos los pueblos de la ruta podemos disfrutar de la auténtica morcilla de Burgos.
Sangre, arroz, manteca, especias, sal y una variedad de cebolla típicamente burgalesa, la Horcal, que le da un característico toque de dulzor. Así se elabora desde hace siglos la morcilla de Burgos, uno de los productos más genuinos de esta provincia castellano-leonesa. La morcilla es imprescindible en bares, tabernas y mesones, acompañando un vino de la Ribera y, por supuesto, en cualquier evento gastronómico que se precie, desde las jornadas del lechazo, el concurso comarcal de tapas, pinchos y banderillas.
La carretera avanza ahora hacia el oeste y desemboca en Aranda de Duero, ciudad industrial que domina la campiña. Sin embargo, la villa aún conserva restos de su pasado, especialmente en su barrio de Aquendeduero, que se ciñe a la cuadrícula medieval amurallada. No obstante, es en el centro de la ciudad donde mejor se conserva su sabor tradicional, ya que su subsuelo está excavado para albergar siete kilómetros de antiguas bodegas que podemos visitar gracias a los guías del Centro de Interpretación de la Arquitectura Asociada al Vino. Después, nos acercamos hasta el puente medieval sobre el río Bañuelos, que casi roza a la vieja iglesia de San Juan Bautista, con su impresionante Museo de Arte Sacro. También merece la pena acercarnos a la casa de las Bolas, que cuenta con la colección de pinturas de Félix Cañada y, sobre todo, el majestuoso templo de Santa María la Mayor, de estilo gótico tardío, rodeado de callejuelas donde tapear un buen pincho de morcilla. Aquí la morcilla presenta, además, una variante propia en su elaboración con dos cocciones (una previa al embutido y otra posterior).
Al salir de Aranda continuamos pegados al cauce del río. Pasado Berlangas, y como punto final de la ruta, el Duero se refugia a los pies del paseo-mirador del Espolón de Roa de Duero, sede de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Además de ser cuna del famoso vino, la villa conserva una iglesia colegial del XVI, la de Santa María, restos de su antigua muralla y la memoria de uno de los héroes de la Guerra de la Independencia, Juan Martín, el Empecinado.
La preparación de la morcilla de Burgos comienza con la matanza del cerdo: la sangre obtenida se mezcla con la suave y dulzona cebolla Horcal, manteca, arroz (se añade crudo o levemente cocido para dilatarlo), sal y especias. Las más habituales son la pimienta negra y el pimentón y, según la variedad de morcilla que se esté preparando, se puede incluir también canela, clavo, orégano y tomillo. La mezcla se mete dentro del intestino del cerdo, previamente limpiado; se cierra con una cuerda y se cuece en agua hirviendo hasta que adquiere su característico tono negro. Después el plato está listo para degustar ya sea sola en una tosta, acompañada de lentejas o como relleno de pimientos y tortilla. La morcilla es un alimento con gran valor nutricional y aporta especialmente hierro de fácil utilización por el organismo. Tanto que consumiendo una ración de morcilla de arroz se cubren el 75% de las ingestas recomendadas de este mineral para mujeres de 20 a 39 años y el 140% para hombres de la misma edad. Si se acompaña de pan, enriqueceremos nuestra dieta también con hidratos de carbono complejos.
Si Burgos ha puesto apellido a la morcilla más internacional, también lo ha hecho al queso. Podemos comprar queso de Burgos prácticamente hasta en el pueblo más remoto de la provincia y acompañarlo con nueces, miel y membrillo de la región. En Aranda, además del vino, podemos probar sus tradicionales tortas, un pan con forma redonda y aplanada.
La bodega de las Ánimas, incluida en la red de bodegas medievales que existe en el subsuelo de Aranda de Duero, recrea los elementos arquitectónicos que tenía la edificación original, la evolución histórica y los trabajos relacionados con la elaboración tradicional del vino en la Ribera del Duero, con toneles y herramientas. Una oportunidad para sumergirnos en la cultura del vino.
A finales de junio, el recinto ferial de Aranda de Duero acoge la Feria Internacional de la Cerveza Artesana, en la que algunos productores de la comarca de Aranda (de Torquemada y Fuentenebro) comparten espacio con cerca de otros 40 artesanos llegados de toda España. Catas, maridajes con embutidos y quesos, actuaciones musicales y otras actividades completan el encuentro.
El Hotel Torremilanos, en Aranda de Duero, está ubicado en el centro de una finca de 200 hectáreas de viñedo y protegido por un monte de encina. Decorado con un estilo clásico e inspirado en los châteaux de Francia, su oferta gastronómica y su bodega completan los atractivos castellanos de este alojamiento. El Convento de San Francisco está situado extramuros de la villa de Santo Domingo de Silos. Fundado en 1301, hoy se ha convertido en una hospedería que mantiene la paz propia de los edificios religiosos, aunque las celdas han sido sustituidas por confortables habitaciones. Su restaurante incluye en su carta el tradicional recetario monástico castellano.
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