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Iniciamos nuestra ruta en Azagra, en la ribera navarra del río Ebro. El pueblo, cuyo nombre es de origen árabe, se halla al pie del cerro de la Peña, donde antaño se alzaba un castillo. Aquí encontramos grandes y pequeñas empresas conserveras y las naves-almacén que guardan los frutos que regala la huerta. En los portales que se abren al paso de la carretera vemos anunciados por primera vez los pimientos de piquillo.
Seguimos nuestro itinerario hasta San Adrián. Como en toda la ribera navarra, aquí comprobamos que estas tierras no sólo destacan por estar cultivadas con esmero, sino también por ser tierras de alegría. Al acercarnos al pueblo descubrimos la iglesia de San Adrián, de estilo gótico renacentista, que antiguamente fue un monasterio.
Mendavia cuenta con cuatro denominaciones de calidad: espárrago, cava, vino y pimiento del piquillo
Seguimos el cauce del río Ega hasta Andosilla, donde podemos visitar la basílica de la Virgen de la Cerca y las casas solariegas de la villa, algunas del siglo XVIII, con escudos en sus fachadas. A continuación avanzamos por la misma carretera hasta encontrarnos con Cárcar, localidad encaramada a una roca, casi suspendida en ella. Nos llama la atención cómo aquí las casas se aferran a la piedra en un afán trepador, dando al lugar la apariencia de fortaleza urbana con escalones de acceso.
Su parroquia, la iglesia de San Miguel, es del siglo XVI y tiene un excepcional retablo churrigueresco. Nuestra siguiente parada es Lerín. Percibimos en esta parte de Navarra cómo la tranquilidad se extiende por los campos. Proseguimos hasta Lodosa donde, nada más llegar, percibimos que sus calles ejercen como epicentro de la vida y la economía de una zona más amplia.
Recorremos la plaza principal, que es un hervidero de gente y encontramos ancianos charlando junto a la fachada de la iglesia de San Miguel y niños correteando alrededor. Aquí encontraremos un importante legado arqueológico romano: el acueducto Alcanadre-Lodosa, parte del que llevaba agua desde Araba hasta Calahorra. Conocido como el puente de los Moros, tiene trece arcos y podría haber sido construido en el siglo II d.C. Justo al otro lado del Ebro, en un altozano cerca del pueblo, vemos además la torre medieval de Rada, un robusto bloque macizo de grandes dimensiones que se mantiene en pie orgulloso a pesar de estar abandonado.
Bordeamos los límites de La Rioja, sin salir de Navara, para llegar a Mendavia, que nos da la bienvenida con un gran letrero en el que leemos que este territorio cuenta con cuatro denominaciones de calidad: espárrago, cava, vino y, claro está, el pimiento del piquillo. Tan admirable como esta riqueza en productos autóctonos son algunas de sus joyas arquitectónicas, como la iglesia de San Juan Bautista, de comienzos del siglo XIII. Antes de partir y poner fin a nuestra ruta, conviene hacerse con un buen puñado de botes de pimientos para volver a casa pensando en cómo cocinarlos.
El piquillo se distingue del resto de variedades de pimientos por la calidad del fruto y su especialísimo sabor. Se consideran de piquillolas conservas de frutos enteros de las categorías extra y primera, cultivadas exclusivamente en ocho localidades del entorno de Lodosa. Tras la recolección, que se efectúa manualmente y de forma selectiva, los pimientos se asan. Posteriormente, se pelan de forma minuciosa sin lavarlos en agua ni sumergirlos en ningún tipo de solución química y se envasan con asepsia absoluta.
Los pimientos del piquillo son un alimento de bajo contenido energético y elevado porcentaje de agua. Ricos en vitamina C, con sólo una ración se cubre más del 100% de la ingesta diaria recomendada de dicha vitamina, aunque tras los procesos culinarios disminuye. Si quieres saber más del pimiento del piquillo entra aquí.