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El valle que rodea La Seu d’Urgell, atravesado por las cristalinas aguas del río Segre, es una región de aire refrescante, altísimas cimas y campos verdes llenos de vacas y cabras que pastan libremente y se convierten en el origen de deliciosos quesos. Los martes y sábados son días de mercado en la ciudad. Entonces no falta, junto a los puestos de los payeses, algún productor de quesos artesanales. Muy cerca del mercado, en la calle Sant Ermengol, tiene su sede la Sociedad Cooperativa Cadí, fundada en 1915, que aglutina a más del 90% de los productores de leche de las comarcas de l’Alt Urgell y la Cerdanya.
Aquí se elabora el Queso con Denominación de Origen Protegida, la razón de ser de esta ruta. Como explican en la Sociedad, hasta los primeros años del siglo XX, la viña fue uno de los principales recursos agrícolas de la zona, pero los estragos de la filoxera forzaron a encontrar otras alternativas. Gracias al río Valira, que baja desde Andorra, y al Segre, agua aquí no falta, y con el sistema de riego los prados están verdes incluso en los meses de verano.
La catedral de La Seu d'Urgell es la única de estilo románico en Cataluña y mantiene tres de las cuatro galerías originales del claustro
La evolución de los cultivos y de este proceso histórico se puede seguir de forma didáctica en el Centre Ermengol (Carrer Major, 8; 973 353 057), en cuya planta baja se ubica también la Oficina de Turismo. Además de la historia de La Seu (la catedral de Santa María), el centro dedica toda una planta al queso y ofrece unas vistas panorámicas espectaculares de la ciudad.
Después de verla desde lo alto, lo mejor es acercarnos hasta la catedral y recorrerla con tiempo. La catedral de La Seu d’Urgell es la única de estilo románico en Cataluña y mantiene tres de las cuatro galerías originales del claustro, con capiteles que representan motivos vegetales y animales fantásticos.
Junto al templo está el Museu Diocesà (carrer dels Canonges; 973 353 242), con una importante colección de arte sacro procedente de todo el territorio del obispado. Entre las piezas de la exposición permanente destaca el manuscrito del Beato de Liébana, el retablo gótico de Abella de la Conca y la urna de plata de Sant Ermengol, obra capital de la orfebrería barroca catalana.
Disfrutar de La Seu es imbuirse en el pasado medieval de la villa, del que aún quedan vestigios en la calle de Canonges, una vía de estrechos soportales y antiguo eje capital de la ciudad medieval. Muy cerca tenemos el paseo de Joan Brudieu, que marca con sus plataneros la frontera entre la ciudad medieval, que estaba amurallada, y el ensanche de la ciudad. A pocos metros, el contrapunto lo pone el Parc Olímpic del Segre (ctra. Circumval.lació, s/n; 973 360 092; www.parcolimpic.cat). Diseñado con motivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, aprovecha el paso del río y cuenta con un canal y un circuito de aguas bravas donde los aficionados a los deportes náuticos pueden practicar piragüismo, raftingo hidrospeed.
Antes de partir hacia un nuevo destino, ascendemos hasta Castellciutat, cuyo principal atractivo son las vistas que tiene de La Seu d’Urgell y del valle que la circunda. Después de hacer unas cuantas fotos casi obligadas, tomamos dirección Puigcerdà. La carretera, a ratos encajonada entre montañas, discurre paralela al Segre y forma parte del Eje Pirenaico, donde nos esperan varios enclaves pintorescos. El primero de ellos es el pueblo de Arsèguel. Para llegar al centro de la localidad, atravesamos un puente medieval con dos ojos por los que pasa el río Segre y junto al que abre sus puertas el Museu Fábrica de Llanes (Lanas). El museo se levanta sobre una antigua factoría que ha conservado en perfecto estado la maquinaria original, movida con energía hidráulica.
A través de la carretera remontamos ahora el valle entre prados donde pacen vacas y caballos, hasta llegar al propio núcleo urbano de Arsèguel, que se encarama sobre un montículo orientado, como el resto de los pueblos en estos valles de alta montaña, para aprovechar al máximo las horas de sol. Lo más sorprendente de la localidad son sus construcciones de piedra con teja árabe, que llevan por nombre algunos de los antiguos oficios que se ejercían en el pueblo: el herrero (Cal Ferrer), el sastre (Cal Sastre), el molinero (Cal Moliner) o el carpintero (Cal Fuster).
Es el momento de dejar el coche en el aparcamiento y caminar hasta la iglesia parroquial de Santa Coloma, posiblemente románica en su origen y cuya torre del campanario despunta hacia el cielo, como las montañas nevadas que se erigen a su espalda. También merece una visita el Museu del Acordió, un curioso centro dedicado a este instrumento y que surgió del encuentro de acordeonistas, que desde 1976 se celebra cada mes de julio en la localidad.
Dejamos atrás las aguas sulfurosas de Els Banys de Sant Vicenç y nos desviamos por una carretera que asciende durante once kilómetros para enlazar tres pueblos llenos de encanto y claros ejemplos de la supervivencia en las montañas: Baró, Toloriu y El Quer Foradat, este último, a los pies de la sierra del Cadí. De regreso al eje pirenaico, encontrmoa encontramos Martinet. Desde aquí podemos acceder a Lles y Aransa, así como a sus respectivas estaciones de fondo en invierno, aunque cuando reina el buen tiempo son también el punto de partida para un buen número de excursiones: por ejemplo, hasta los dos lagos de la Pera.
En el último trecho de nuestra ruta, cambiamos la comarca de l’Alt Urgell por la Cerdanya. A partir de aquí se ensancha el valle del Segre, dejando a la vista un paisaje de pastos, bosques de ribera, pinares en las alturas y, por encima de todo, una bella panorámica de la sierra del Cadí. Al pasar Prullans y Bellver de Cerdanya, con un encantador y tranquilo casco antiguo, dejamos a un lado el desvío del Túnel del Cadí y seguimos dirección Puigcerdà. Antes de llegar a la capital de la Cerdanya, el punto final de esta ruta, una última recomendación: en Ger hay que tomar el desvío a la villa de Meranges para contemplar el lago del mismo nombre, sin duda uno de los más bellos del Pirineo catalán.
El auténtico queso del L’ Alt Urgell y la Cerdanya, el que está protegido por la Denominación de Origen, se elabora exclusivamente con leche de vaca frisona, entera y pasterizada. Visualmente, la pasta prensada tiene un color amarfilado o crema y la corteza es natural, ligeramente húmeda y de tonalidad parda. En el paladar, es un queso de textura tierna y cremosa, con ojos pequeños e irregulares. Si su aspecto ya convence por sí solo, aún lo hacen más sus propiedades.
El queso del L’Alt Urgell y la Cerdanya es nutritivo y rico en proteínas de alta calidad, lípidos, vitaminas y minerales. También aporta a la dieta calcio, magnesio, fósforo y, en menor proporción, hierro y zinc, pero de fácil absorción. Además, es rico en vitaminas liposolubles A y D. Su proceso de maduración es de 45 días como mínimo, su sabor es suave y su aroma, penetrante. Aunque se puede encontrar en numerosas localidades de la región, los municipios productores oficiales son los que integran las comarcas de L’Alt Urgell y la Cerdanya, repartidas en las provincias de Lleida y Girona y enclavadas en el Pirineo catalán. Más detalles de esta Denominación de Origen Protegida en www.lleidatur.com
Sólo en otoño podemos disfrutar de la temporada de setas, pero todos los días los restaurantes de la zona tienen ternera del Pirineo, gallo rojo de L’Alt Urgell (ave de carne fuerte y rojiza) y el Trinxat de La Cerdanya, a base de col, patata y tocino. Las hierbas aromáticas tienen mucha tradición y para conocerlas podemos visitar el Museu de les Trementinaires de Vall de la Vansa i Tuixent.
El Quer Foradat es un pequeño pueblo con unas vistas formidables, ya que está tocando prácticamente la mole de piedra de la sierra del Cadí, barrera montañosa de poniente a levante y de unos 30 kilómetros de largo entre La Cerdanya y L’Alt Urgell. Este pueblo, dentro del Parque Natural del Cadí-Moixedó, es un excelente punto de partida de numerosas rutas de senderismo.
Salvador Maura, un productor de quesos de Adrall, fue el impulsor en 1995 de la primera Feria de Formatges Artesans del Pirineu. La cita coincide con la Fira de Sant Ermengol, patrón de La Seu d’Urgell, y tiene lugar el tercer fin de semana de octubre. Además de la degustación y venta de quesos de Pirineo y Prepirineo, se organizan catas y un jurado elige los mejores productos.
Rodeado por el bosque de La Rabassa y con unas panorámicas únicas sobre el valle y las montañas, el Hotel Comabella (ctra. de la Rabassa, km 6; 376 742 030), en Sant Julià de Lorià, es un alojamiento de montaña con piscina e instalaciones deportivas capaz de despertar el instinto natural del más urbanita. En el corazón de los Pirineos, el Hotel Castell de Ciudat (ctra. N-260, Km. 229; 973 350 000) es la acogedora casona de la familia Tàpies. El entorno y su espacio de relajación y wellness son perfectos para desconectar del ruido de la gran ciudad.