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Entre el Parque Natural de Urbasa y Andía y la autovía que marca el trazado del Camino de Santiago, los municipios de Abárzuza,Lezáun, valle de Yerri, valle de Guesálaz y Salinas de Oroconforman una minúscula cuadrícula alrededor del embalse de Alloz. Salinas de Oro es el punto de arranque de esta ruta. Para llegar desde Iruña, debemos tomar el desvío a la derecha hacia Ororbia. Enseguida se atraviesa el cauce del Arga y comienza una espectacular ascensión hacia el alto de Etxauri.
Merece la pena detenerse en el kilómetro 20, donde disfrutaremos de una excelente panorámica de la ribera del Arga. En Salinas de Oro (Jaitz, en euskera) nos encontramos en el horizonte con un muro calizo junto a las viejas saleras, actualmente explotadas por un par de empresas locales. La extracción del río Salado se remonta a tiempos de los romanos, aunque sólo queda constancia de su dependencia, en la época medieval, del monasterio de Leyre. La extracción de sal continúa teniendo en la comarca una profunda tradición y en muchas localidades el proceso sigue haciéndose como hace cientos de años. Es el caso de Iranzu, situado a 27 kilómetros de Iruña, donde todavía se emplean técnicas ancestrales. El proceso es muy sencillo: basta con extender las aguas saladas de manantial en unas eras o piscinas y dejar que los rayos de sol y el aire las evaporen para luego recoger su “flor” de forma manual.
Nuestra ruta continúa al norte de Salinas de Oro. Siguiendo la carretera, llegamos cerca de la sierra de Andía. El paisaje empieza a estar repleto de pequeños conjuntos con sabor medieval que culminan en las orillas del pantano de Alloz. Antes de llegar a Muez conviene tomar la carretera que se interna en el valle de Guesálazpara llegar al Museo Etnográfico del palacio de Andresenekoa, en Muzqui. En la continuación, una nueva parada, en Arzoz, nos permitirá visitar la iglesia cisterciense de San Román, que cuenta en su haber con un destacado retablo plateresco policromado.
Muy cerca, en Viguria, se puede admirar el impresionante palacio del Marqués de Montehermoso, del siglo XVII. La ruta continúa hacia Lerate, al borde del pantano de Alloz, en cuyo camping tiene sus instalaciones la Escuela Navarra de Vela, un rincón ideal para los amantes de los deportes náuticos. Un poco más adelante sale a nuestro encuentro el muro de la presa: la carretera serpentea junto al cauce del río Salado y enlaza con el trazado de la ruta jacobea y da paso a un precioso puente medieval. A partir de ahí llegamos aLácar.
En sus inmediaciones tuvo lugar en febrero de 1875 una decisiva batalla entre las tropas liberales, con Alfonso XII a la cabeza, y los carlistas. El monarca estuvo a punto de caer prisionero y cada año hay una representación histórica de los hechos en el mes de junio. A las afueras del pueblo, una pequeña pista de tierra lleva hasta la ermita de Santa Engracia, otra de las delicias románicas del itinerario.
Unos kilómetros más adelante tomamos el desvío hacia Grocin y Zurucuáin. En las afueras de esta localidad está el edificio vanguardista de la bodega Aroa, uno de los referentes enoturísticos del valle de Yerri. Desde aquí seguimos hacia las sierras de Urbasa y Andía, dirección Abárzuza. A sólo 3,5 kilómetros por la carretera está el desvío que conduce al monasterio de Santa María de Iranzu, una abadía cisterciense del siglo XII.
Las visitas al claustro y la iglesia son guiadas y, además, hay un Centro de Interpretación donde se revelan los secretos del valle y de la elaboración de algunos productos típicos de la zona. También desde Abárzuza podemos seguir una carretera comarcal que asciende hasta uno de los lugares más emblemáticos de todo Urbasa: el Balcón de Pilatos. El río Urederra marca con sus frondosas riberas todo el camino desde Lizarra, haciendo de tránsito perfecto hacia el profundo bosque atlántico que salpica la meseta de Urbasa.
En Salinas de Oro pervive una de las pocas salinas de manantial que quedan activas en España. Su extracción se sigue haciendo de manera tradicional: el agua salada se extiende en las piscinas saleras y el sol se encarga de evaporar el agua hasta dejar a la vista el preciado mineral. Esta actividad únicamente se lleva a cabo durante los meses de verano, aproximadamente entre mayo y agosto, que es cuando se dan las mejores condiciones climatológicas para su elaboración: sol y viento.
Con la extracción de la sal de oro de manantial también se produce la flor de la sal, nombre que se da a las escamas obtenidas tras el proceso de evaporación. Este producto da el toque preciso a los platos, sin salarlos en exceso y manteniendo todo su sabor. La sal de Salinas de Oro es rica en magnesio, yodo y fósforo. Los objetivos nutricionales para la población española indican que no se deben superar los 5 gramos de sal al día, ya que en exceso es perjudicial para la salud.
La exuberante naturaleza de la región hace que esta tierra sea rica en mermeladas de todo tipo y sabor. Especialmente deliciosas son las elaboradas en el monasterio de Alloz, al igual que las pastas que preparan y que son conocidas en toda la comarca. El pacharán, a base de endrinas, ostenta el título de bebida más característica de Navarra y los quesucos son también una buena elección.
En Garísoain aún se pueden ver los restos de calzada romanasituados, junto a la carretera, hasta el alto de Guirguillano. En la localidad también podemos visitar la iglesia de la Natividad, pequeña joya románica, que alberga el Museo de Bernabé Imberto, considerado el mejor tallista navarro del siglo XVI. Los cinco retablos que decoran el interior del templo son su mejor obra.
El segundo domingo de agosto se organizan las Jornadas de la Sal de Oro. En ella se celebran conferencias sobre la materia, catas de diversas sales, talleres gastronómicos y degustaciones de pintxos en los que la flor de sal es la protagonista. También hay una actividad infantil en la que los niños, acompañados del resto de la familia, pueden extraer la sal y llevársela a casa.
Alzándose entre los árboles de una loma, el Palacio de la Vega parece un edificio de cuento en el que predominan las referencias medievales y renacentistas. Construido en el siglo XIX, el alojamiento mantiene toda su esencia palaciega. Puro lujo, especialmente en la suite de la Torre. Rodeado de campos verdes, el Hotel NH El Toro se ubica a cinco kilómetros de Iruña. Una estatua de bronce de un toro da la bienvenida al hotel, decorado al estilo rústico, con muebles y espacios cálidos. Su restaurante permite además disfrutar de la mejor cocina navarra sin salir del hotel.
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