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Liebres, ardillas, perdices, codornices, águilas reales, buitres leonados o jabalíes son sólo parte de la fauna que nos ayudarán a hacernos una idea global de la naturaleza agreste del Maestrazgo de Castellón. Este itinerario discurre por pueblos tranquilos que gozan de una suculenta gastronomía local en la que la trufa negra de Morella juega un papel fundamental.
El primero de ellos es Zorita del Maestrazgo, que limita con la provincia de Teruel. Aquí encontramos enclavado en las entrañas de una cueva el santuario de la Virgen de la Balma. El río Bergantes conecta esta localidad con Morella, la capital de la comarca de Els Ports, donde podemos disfrutar de los “tolls”, espacios fluviales destinados al baño y que son una opción perfecta para refrescarnos si estamos realizando el viaje durante el verano.
Morella tiene un museo dedicado a los dinosaurios que alberga fósiles de reptiles del Cretácico
Avenidas de campos de cereal preceden la entrada a Morella, que está coronada por un robusto castillo y cercada por 1.500 metros de muralla del siglo XIV, con seis puertas y 14 torres. La localidad ha de recorrerse a pie, puesto que el tráfico en el centro está restringido, pero fuera del recinto amurallado hay un parking municipal donde podemos dejar el coche. Si accedemos al pueblo por el portal de San Miguel, comenzaremos la visita en el Museo Tiempos de Dinosaurios (placet de Sant Miquel, 1; 964173032), que alberga fósiles de reptiles del Cretácico.
Siguiendo por la calle Virgen del Pilar y dejando atrás el Ayuntamiento, llegamos a Blasco de Alagón, una preciosa vía con bajos porticados medievales. Bares de tapas, restaurantes, pastelerías y tiendas de artesanía reclaman también nuestra atención en esta calle. A través de Virgen de Vallivana aparece la basílica Arciprestal de Santa María. En su fachada gótica son dignas de admirar la puerta de los Apóstoles y la de las Vírgenes. Dentro deslumbran el altar mayor, la escalera de caracol del coro, las vidrieras y un órgano del siglo XVIII que tiene más de 4.000 tubos y que fue construido por Francisco Turull. La basílica posee también un Museo Eclesiástico (plaza Escuelas Pías, 1; 964 160 379) que custodia valiosas obras pictóricas y de orfebrería.
Después de este recorrido cultural, es el turno de la naturaleza. Como primera opción tenemos la de tomar la senda que va hacia el Parque Natural de la Tinença de Benifassà o pasar el día en el bosque de Pereroles, dos estupendas opciones para realizar senderismo por la zona. En dirección sur nos esperan las abruptas montañas de Ares del Maestre. La calzada adquiere un 10% de desnivel durante los dos primeros kilómetros pero merece la pena llegar hasta el mirador que corona la pendiente para disfrutar de unas vistas espectaculares.
El paseo por Ares nos permite descansar un poco, tomar algo para recuperar fuerzas y apreciar el pasado templario de la población. En la plaza Mayor se concentran el Ayuntamiento, la lonja, la cárcel y la Iglesia de la Asunción, con un campanario del siglo XIII. Por detrás de la iglesia ascenderemos al castillo, donde el Museo de la Cova explica la historia de la población. Desde la cima del peñasco se otean bosques de carrascas en los que se pueden emprender excursiones como la del Camino de los Molinos, que recorre vestigios de cinco obras preindustriales de ingeniera hidráulica.
Otro de los puntos de interés de la zona son las pinturas rupestres de la cueva Remigia, en el barranco de Gasull. El acceso se realiza desde Montalbana y allí un guía nos acompaña por estos abrigos que están decorados con escenas de caza de entre 7.000 y 5.500 años de antigüedad. La localidad cercana de Benassal cuenta con un interesante conjunto urbano conocido como La Mola. En él todavía se ve una parte de la vieja muralla y un portal con arco árabe. Sus estrechos “carrerons” (calles de estructura irregular) y las casonas nobiliarias barrocas reviven el ambiente de otras épocas.
Carretera adelante tenemos el pueblo y balneario de Font d’en Segures. Vinculado a la hidroterapia desde tiempos inmemoriales esta localidad tiene una fuente con tres grifos dorados, cubiertos por una singular bóveda de piedra acabada en punta, de los que emana agua de gran valor mineromedicinal que no hay que dejar de probar. Muy cerca de ahí, en el paraje natural El Rivet, el agua sigue fluyendo por manantiales, barrancos y campos de cultivo sobre los que es común avistar aves rapaces.
Tras unos minutos en coche llegamos a Culla, la última parada de nuestro viaje. Situada a 1.121 metros de altitud esta localidad parece alzarse aún más alto cuando se observa despuntar hacia el cielo la torre de la iglesia del Salvador, consagrada en 1712. También el antiguo hospital (hoy sala de exposiciones) y la prisión, que sirvió como cárcel en las guerras carlistas y después como granero del comendador son enclaves interesantes.
El pueblo cuenta con un importante atractivo natural: la carrasca centenaria. Este ejemplar de encina fue declarado Árbol Monumental de la Comunidad Valenciana y se encuentra en la masía Bassa, a cuatro kilómetros del centro en dirección a Torre d’en Besora. La carrasca tiene un diámetro de copa de 35 metros, 20 metros de altura, siete metros de contorno del tronco y un peso estimado de 75 toneladas. Antes de despedirnos de la zona, y si el día está claro, es obligatorio visitar el mirador del Terrat, desde el que es posible divisar el mar Mediterráneo.
La trufa negra o de Périgord (tuber melasnoporum) es un hongo subterráneo valiosísimo que ya era considerado un manjar en la época griega por su valor culinario y por las propiedades afrodisiacas que se le atribuían. La trufa aparece de forma natural en los bosques de encinas, robles y avellanos, aunque cada vez hay más truferas de cultivo, lo que se denomina selvicultura trufera. Su recolecta, que va de mediados de noviembre a mediados de marzo, se realiza con la ayuda de perros adiestrados para evitar así el uso de herramientas como hoces y rastrillos que levanten la tierra. En ese sentido, el invierno es la mejor época para realizar esta ruta puesto que es el periodo de recogida.
La capa exterior de este tubérculo es rugosa y su composición es principalmente hidratos de carbono y proteínas. Con apenas grasa, su contenido en fibra y potasio es elevado. Consumida en cantidades muy pequeñas, la trufa tiene más valor gastronómico que nutricional, pero su aroma y su sabor realzan la textura de los platos de una forma sin igual.
De Morella son famosos los embutidos, los quesos de oveja y cabra, la cecina, la ternera negra ibérica del Maestrazgo y las setas. En pastelería, los protagonistas son los Flaons (pastelitos de trigo, mistela y aguardiente), las empanadillas de requesón, la miel y la almendra picada. Aunque el postre por excelencia de la zona es la cuajada.
El castillo de Morella, construido sobre un recinto defensivo de roca, corona la ciudad y permite divisar desde su plaza de Armas (1.072 metros) buena parte de la comarca de Els Ports. Esta fortificación conserva restos de todas las civilizaciones que han pasado por allí y también alberga el palacio del Gobernador, el Aljibe y la torre de la Pardala.
De enero a marzo, Morella celebra las Jornadas Gastronómicas de la Trufa Negra. Durante esos días, los restaurantes de la ciudad preparan menús dedicados a este tubérculo autóctono. Por su parte, la Muestra de la Trufa Negra de Els Ports-Maestrat, que siempre tiene lugar a mediados de febrero, es itinerante y elige una sede diferente cada año.
El Hotel Cardenal Ram (cuesta Suñer 1; 964 160 046) es un edificio nobiliario de estilo gótico construido en el siglo XVI y que en los años 60 fue transformado en hotel familiar. Ubicado en plena ciudad medieval de Morella sus pasillos y rincones están llenos de secretos por descubrir. El Hotel Rey Don Jaime (Don Juan Giner, 6; 964 160 911), también situado en pleno centro, ofrece una vistas panorámicas espectaculares de la montaña del castillo y del casco histórico.
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