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Si nos sorprendemos ante el palacete de los Berenguer de Marquina, la casa Llorca o el que fuera hogar de la familia Maisonnave, es que nos encontramos paseando por el casco antiguo de Alicante, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad y un paseo fabuloso que a veces se ve eclipsado por las llamativas playas de la localidad. Éstos y otros edificios de gran abolengo fueron levantados en el siglo XVIII, cuando familias de burgueses se instalaron en Alicante atraídas por el crecimiento económico que el tráfico marítimo aportó al comercio.
La ciudad descansa a los pies del monte de Benacantil. Allí está la “cara del moro” –una roca con el semblante de un hombre esculpido por una mujer cristiana a la que, según la leyenda, prohibieron amar a un musulmán–, y el castillo de Santa Bárbara. Esta fortaleza de origen árabe, que un día perteneció al rey Alfonso X el Sabio, se asoma hoy al Mediterráneo llena de recuerdos majestuosos. Si recorremos el paseo Explanada de España, clásico paseo dominguero de los alicantinos, debemos buscar entre los edificios las casas Alberola (1894), primera levantada junto al mar, y Carbonell(1925), posiblemente la más señorial de la ciudad. El Ayuntamiento, un edificio barroco de principios del siglo XVIII, luce una fachada escoltada por dos torres y una cúpula central rematada con coloridos azulejos.
Alejándonos del centro tendremos que tomar aire para subir por las empinadas calles del barrio de Santa Cruz, forradas de escalinatas que se abren camino entre casas cuadradas y humildes y vivos portales flanqueados por macetas que terminan en la ermita que da nombre al barrio. Otra de las visitas indispensables es la de laconcatedral de San Nicolás de Bari, construida en el siglo XVII sobre una antigua mezquita. En ella destaca su altar, amparado por hasta seis arcos a cada lado, y su vertiginosa cúpula.
También es interesante la basílica de Santa María, de portada gótica y altar rococó, cuyas torres asimétricas son de los siglos XIV y XVIII. Después de dejarnos seducir por el encanto mediterráneo de Alicante, y antes de continuar la ruta hacia el interior, sería un delito no dejarnos caer por alguna de las tranquilas calas de La Albuferetao el cabo de las Huertas, si queremos más intimidad, o las kilométricas playas de San Juan o El Postiguet para cargar las pilas al sol.
En cada esquina de Jijona hay una heladería o una pastelería donde degustar helados o turrones artesanos
A través de la nacional y destino a Jijona, la sierra de la Carrasquetransforma el paisaje con oasis como el verde paraje de Bugaia, el Montagut o la Penya Migjorn. Casi en cada esquina de Jijona, una heladería o una pastelería nos tientan a degustar los helados artesanos o los turrones elaborados que pasean el nombre de la ciudad por todo el mundo. Además se pueden pedir los dulces para llevar y disfrutarlos mientras damos un paseo por la avenida de la Constitución, donde, junto al Ayuntamiento, se ubican diversas casas de estilo modernista de principios del siglo XX que pertenecieron a nobles y relevantes empresarios locales.
Subiendo por el casco histórico, debemos caminar por las enrevesadas y silenciosas calles del Rabal, donde los edificios dejan filtrar la luz de la historia y recuerdan la presencia almohade en la ciudad. En la calle El Rabal, la pequeña ermita de San Sebastián, del siglo XVII, alberga la historia de un matrimonio que, para evitar que la peste llegara a Jijona, rezó durante días a la imagen de este santo, que apareció milagrosamente en su casa. La enfermedad no llegó al municipio y San Sebastián fue nombrado patrón de Jijona. Hoy, el hogar de Úrsula y José es una estrecha ermita en honor al protector.
De camino a las ruinas del castillo, se mantiene erguida en la plaza del Diezmo la puerta ojival de la iglesia Vieja, cuyos restos góticos del siglo XIII invitan a imaginar la obra que mandó construir Jaime I tras conquistar la ciudad en 1253. En lo alto de Jijona, y a los pies de la torre del castillo, destaca entre los tejados el campanario de tejas verdiblancas de la iglesia Arciprestal, obra renacentista de los siglos XVI y XVII, y reconstruida tras el incendio que acabó con su decoración barroca en 1971. En su interior se guarda la reliquia de San Vicente Ferrer, trasladada hasta allí desde Valencia en 1982. De vuelta en el casco urbano, y antes de ponernos a buscar un buen restaurante donde disfrutar de la cocina mediterránea, podemos visitar el convento de los Franciscanos, terminado en 1734 para satisfacer las necesidades espirituales de la población, y que actualmente es una sala de exposiciones.
Desde Jijona partimos hacia Alcoy, la ciudad con más monumentos modernistas de la provincia. Conocida como la pequeña Barcelona, ambas compartieron desarrollo industrial y cultural y, actualmente, veneran al mismo patrón, Sant Jordi; celebran las mismas fiestas y sus edificios modernistas rivalizan en belleza. Entre sus iglesias destacan la de San Mauro y la de Santa María, ambas reconstruidas en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, tras ser destruidas durante la Guerra Civil.
El que sí mantiene sus fachadas intactas es el templo de Sant Jordi(1921), de estilo neobizantino, que se salvó de los enfrentamientos al utilizarse como escuela de arte. La calle Nicolau es otro de los puntos calientes del modernismo en Alcoy. Elegancia y fantasía en edificios como el Círculo Industrial, el Conservatorio de Música o la emblemática casa del Pavo, que nos trasladan a otras ciudades como Barcelona o Viena. También en el centro se encuentra el parque de La Glorieta, lugar de encuentro y de celebraciones de los alcoyanos.
Siguiendo el recorrido modernista, que además guía a las comparsas durante las Fiestas de Moros y Cristianos, llegamos a la plaza de España. En el subsuelo de la plaza hay una bóveda vanguardista obra del inconfundible ingeniero y arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Muy cerca, un antiguo claustro acoge la plaza de Dins, en la que se concentran, al lado del Ayuntamiento, las heladerías y cafeterías con más vida de la ciudad. Harán falta un par de pasos más para llegar al Casal Sant Jordi, del siglo XVIII, recientemente modernizado, que se puede visitar para descubrir la historia de las Fiestas de Moros y Cristianos. Antes de salir de Alcoy cruzamos a pie alguno de sus famosos puentes, como el también modernista de Sant Jordi, que atraviesa el río Riquer y que permite ver desde lo alto el itinerario que hemos realizado por Alcoy.
El turrón es una de la piezas capitales de la repostería tradicional de Jijona y Alicante. El turrón de Jijona tiene una textura blanda, rugosa y cremosa; y el turrón de Alicante es más seco, duro y cubierto con una suave oblea. Sus ingredientes básicos son almendra pelada y tostada, miel, clara de huevo y azúcar. Los frutos secos dan a estas variedades un importante valor energético, un bajo contenido en agua y una buena fuente de hidratos de carbono, fibra, lípidos, fósforo, magnesio, calcio y vitamina E. La grasa que aporta es, principalmente, insaturada, al ser la almendra su ingrediente clave y su contenido en colesterol es bajo.
La clave para elaborar un auténtico turrón alicantino radica en la selección de la materia prima, así como en la cocción y en la mezcla del azúcar y la miel, conocida como melaza. Sin embargo los maestros turroneros guardan en secreto la clave para hacer de este dulce un postre supremo: el punto de la bola, es decir, el momento justo de la mezcla de todos los ingredientes que convierten un simple turrón en el turrón de Jijona y Alicante. Todos los detalles de esta delicia pueden verse aquí.
Si no sabemos por qué platos de la amplia gastronomía alicantina decantarnos, un buen comienzo puede ser una ración de Borreta (patatas, bacalao, sepia, espinacas, pimientos y huevos), de Olleta (arroz con verduras) o de paella en cualquiera de sus variedades. Para terminar, una naranja o níspero de la tierra, un helado artesanal elaborado por maestros jijonencos y un café-licor de Alcoy.
El paseo de la Explanada de Alicante es el escenario diario de un mercadillo artesanal que ofrece todo tipo de curiosidades. Vale la pena visitar las tiendas especializadas que venden productos de la zona, como turrones, aceitunas, vinos y dátiles. Destacan también los artículos de mimbre de Gata de Gorgos y el calzado de Elche.
Teniendo en cuenta que este exquisito dulce se puede degustar durante todo el año y que el Museo del Turrón está abierto todos los días (excepto el 1 de enero y el 25 de diciembre), merece la pena planear la visita hacia el mes de abril, cuando se celebran las espectaculares Fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy. También en abril tendremos ocasión de contemplar los almendros en su máximo esplendor.
El Museo del Turrón, en Jijona, guarda la historia de la elaboración artesanal de este producto con fama y proyección internacional. En él se conservan la maquinaria y las herramientas empleadas por ocho generaciones de la familia Sirvent para la elaboración de este dulce.
La cultura del agua está más que presente en el Hotel Spa Porta Maris, en Alicante. Situado entre la playa del Postiguet y el Puerto Deportivo de Alicante, el alojamiento ofrece espectaculares vistas al Mediterráneo y todo un circuito de belleza para cuidar del cuerpo también en vacaciones. Seguramente pocos se quedarán indiferentes ante la fachada del Hotel Reconquista de Alcoy. Está en una de las vías que comunica el casco histórico y la zona comercial del ensanche y es perfecto para moverse por el centro con toda facilidad.