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Con 19 kilómetros de largo y dos de ancho, Formentera es un pequeño paraíso cien por cien mediterráneo. Su suave clima y su cercanía al mar, permiten el cultivo de viñedos con los que se elaboran los vinos de la Tierra de Formentera. Ésta es la isla habitada más pequeña de las Baleares y también la más meridional del archipiélago.
En ella viven unas 10.000 personas, población que en verano llega a multiplicarse por tres. Sin embargo, y a pesar de ser actualmente el destino vacacional de miles de personas, la isla conserva intactos los espacios naturales de aspecto virgen y salvaje, especialmente el Parque Natural de Ses Salines d’Eivissa i Formentera, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.
El carácter de su gente y la gastronomía marinera y rural completan los argumentos para realizar esta ruta que comenzaremos necesariamente en un puerto, Sa Savina, pues la única manera de llegar a Formentera es por mar. La isla se comunica por ferry varias veces al día con la vecina Ibiza y también está ligada con Denia (Alicante). Una vez allí, si no hemos llevado coche podemos alquilar cualquier modelo –incluso eléctrico–, y también motos y bicicletas en alguno de los numerosos servicios de alquiler que hay en la isla.
Formentera tiene una única carretera (PM-820) que cruza la isla y que une el puerto con el otro extremo, La Mola, pasando por los pueblos de Sant Francesc y Sant Ferran. La carretera tiene dos ramales, uno que va de Sant Francesc al cabo Barbaria, y otro que parte de Sa Savina, rodea las lagunas Pudent y Peix, pasa por Ses Salines y Es Pujols y termina en Sant Ferran.
En La Mola está el faro del mismo nombre y que Julio Verne imaginó como el del fin del mundo
Dicho esto, y tras disfrutar del encanto marinero de Sa Savina, ponemos rumbo hacia Ses Salines y el parque natural del mismo nombre, que además de ser Patrimonio de la Humanidad es Reserva de la Biosfera por la rica biodiversidad de sus hábitats marinos y terrestres, entre los que destaca una colonia de flamencos que permanecen en la isla todo el año. El paraje, del que se extrae la sal marina de Formentera, es sencillamente perfecto. Enormes praderas submarinas de posidonia oceánica, genéticamente exactas a las que crecían hace 100.000 años, dan al agua un color turquesa brillante que contrasta con el blanco de la arena.
A continuación, podemos regresar a La Savina o continuar hasta Es Pujols, donde destaca la gran torre medieval de Punta Prima y sus playas, y que además nos sirve para enlazar hasta Sant Ferran. La otra alternativa es ir hasta Sant Francesc, localidad dominada por su poderosa iglesia-fortaleza. Aquí se encuentra la sede del Ayuntamiento insular único y también la del Consell, el gobierno local. Aunque, sin duda, el mejor plan en esta zona es acercarnos al cabo de Barbaria para disfrutar del paisaje isleño, salpicado de molinos de viento harineros y de espectaculares puestas de sol.
Sant Francesc y Sant Ferran están muy cerca la una de la otra. Visitado este último pueblo recorremos el brazo central de la isla, hasta llegar a Es Caló y a Es Mirador. Desde aquí podemos subir al Pilar de la Mola para otear la piel verde y blanca de Formentera. Ya en la punta oriental, la costa se transforma en acantilados, entre los que sobresale el de La Mola, con el faro del mismo nombre (que Julio Verne imaginó como el del fin del mundo).
A lo largo de la ruta observaremos numerosos islotes como los de Es Freus, que casi tocan Ibiza, higueras, viñedos y bosques de pinos y sabinas. No sólo eso, Formentera conserva también numerosos vestigios prehistóricos, romanos y medievales y torres de defensa levantadas contra los que durante mucho tiempo fueron los enemigos del Mediterráneo, los piratas.
La historia de los vinos de la Tierra de Formentera viene de mucho tiempo atrás. De hecho, se tiene constancia de que los monjes ermitaños de La Mola cultivaban vides en el siglo XIII hasta que la isla quedó despoblada por una epidemia de peste. Sin embargo, el cultivo de viñedos renació en el XVIII. Actualmente la producción de vino es una de las actividades más importantes y en desarrollo de la isla. El clima mediterráneo, muchas horas de sol, veranos con temperaturas elevadas e inviernos moderados contribuyen a la calidad de los caldos.
En toda la isla se producen vinos blancos, tintos y rosados, de variedades mediterráneas, especialmente la de monastrell, cultivada en un 44% de las viñas. Según la variedad, cada vino muestra un contenido en alcohol diferente; blanco (11,5º), rosado (12,0º) y tinto (12,5º). También son ricos en azúcares (4 kcal por gramo), vitaminas del grupo B, sales minerales, ácidos orgánicos y polifenoles. Un consumo moderado en adultos sanos ayuda a prevenir enfermedades crónicas y algunos tipos de cáncer. Para descubrir más a fondo los vinos de Formentera, www.illesbalearesqualitat.es.
Además de unas cuantas botellas del vino que se hace en la región, buenos y sabrosos recuerdos son la miel y la sal de Formentera, que existe en formato líquido. También podemos dejarnos llevar por el ambiente y hacernos con una camiseta estampada, jerséis de lana, instrumentos musicales y grabaciones de música folclórica.
El Parque Natural de Ses Salines es un espléndido conjunto de playas, sistemas dunares, humedales y lagos. Los lagos de Estanys Pudent y d’es Peix cambian de color –bronce, rojo, blanco–, según las horas del día. Un dato curioso: en las aguas del parque habita el ser vivo más grande del mundo, una posidonia oceánica de ocho kilómetros.
La Feria de la Mola procura mantener la estética y la memoria de los hippies de los años 60. Este bullicioso mercadillo se instala todos los miércoles y domingos de la temporada turística, entre junio y octubre. En él abundan las prendas de resonancias étnicas africanas y asiáticas y, a veces, hay actuaciones musicales.
La vida payesa y marinera, con su folclore y gastronomía, vibra en numerosas fiestas populares. En primavera tiene lugar la de Sant Ferran, mientras que en junio, La Mola acoge por todo lo alto el día de San Juan y Sant Fransesc hace lo propio el día de Sant Jaume, el 25 de julio. En la Olimpiada payesa de La Mola, en marzo, hay degustaciones de productos típicos, entre ellos el vino.
El hotel Cala Saona (Playa Cala Saona, s/n; 971 322 030) se encuentra ubicado junto a las aguas turquesas de la famosa cala. Las puestas del sol y la sensación de aislamiento en la naturaleza –no hay más alojamientos en los alrededores– son dos de los atractivos que ofrece el hospedaje. Tomarse un cóctel en la piscina o salir de la habitación y pisar prácticamente la arena de la playa de Migjorn son algunos de esos lujos que permite el Hotel Formentera Playa (Playa de Migjorn s/n; 971 328 000). Situado a ocho kilómetros del puerto y a tres de San Francisco, en las cercanías también hay tiendas, bares y restaurantes en los que probar la gastronomía de la isla.