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El puerto lucense de O Cebreiro, a 1.300 metros de altura en la provincia de Lugo, es nuestro punto de partida. Situada en la sierra de los Ancares, frontera natural entre León y Galicia, encontramos la aldea homónima del puerto, un lugar que nos sorprenderá por el conjunto de pallozas que siguen en pie en ella. Se trata de construcciones prerromanas con paredes de piedra y tejado de tallos de centeno, muy típicas en toda la sierra y habitadas hasta no hace mucho. También debemos visitar su iglesia prerrománica, la más antigua de la ruta jacobea mantenida en su integridad y donde se conserva un Grial que los vecinos de la zona han llegado a considerar milagroso.
Superado O Cebreiro, nuestra siguiente etapa es Sarria, un municipio fue erigido villa real a finales del siglo XII de la mano del rey Alfonso IX. Aquí encontraremos un área habilitada para autocaravanas además de una zona de recreo con merenderos donde disfrutar de la tranquilidad a orillas del río Sarria.
De vuelta a la ruta, seguimos hacia el oeste cruzando el río Miño para acceder a Portomarín, un pueblo con una curiosa historia. El municipio que ahora vemos es el nuevo Portomarín ya que el viejo fue sepultado bajo las aguas del Miño para permitir la construcción del embalse de Belesar. Por ello, si visitamos la zona en otoño, cuando el río baja con poco caudal, todavía podemos ver el antiguo pueblo bajo las aguas.
El Camino se interna por Palas de Rei hacia el corazón de las tierras gallegas para llegar a Melide, donde podemos ver, entre otros, un puente romano del siglo XII o el crucero de piedra más antiguo de Galicia (en la Capilla de San Roque, del siglo XIV). Una interesante excursión aquí es acercarnos hasta el arroyo de San Lázaro, donde nos rodeará un frondoso bosque en el que podemos respirar aire puro y disfrutar del paisaje. Si el camino nos cansa, nada mejor que saborear el rico, un dulce tradicional de Melide elaborado a base de manteca.
Desde aquí, nuestra ruta sigue hasta Arzúa, ya en la provincia de A Coruña, una localidad famosa por su excelente queso autóctono (Denominación de Origen Arzúa-Ulloa) al que cada año le dedican una fiesta el primer domingo del mes de marzo.
Aunque estamos ya a escasos 40 kilómetros de Santiago, merece la pena que demos un pequeño rodeo y nos desviemos hasta el Monte do Gozo, un montículo a 380 metros de altitud desde el que podemos ver las torres de la catedral de Santiago, una vista espectacular del punto final de nuestro viaje. Éste es uno de los lugares preferidos para los peregrinos, de hecho, muchos intentar llegar aquí coincidiendo con la puesta de sol para pasar la noche, descansar y entrar en Santiago a la mañana siguiente.
Desde aquí emprendemos la ruta hacia Santiago de Compostela, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad que nos enamorará con sus mil rincones repletos de encanto. La plaza del Obradoiro, la Catedral, el Pórtico de la Gloria del Maestro Mateo, la plaza de la Quintana, la Universidad, sus calles porticadas, sus parques… son alguno de los infinitos lugares que nos cautivarán aquí.
Necesitaremos energía para tanta visita pero no tenemos que preocuparnos por ello, estamos en la ciudad perfecta para reponer fuerzas. Al margen de los tres productos que todo peregrino está obligado a probar, vieiras, pulpo y tarta de Santiago, en la ciudad también podemos degustar otras delicias gallegas como lacón, grelos, ternera, queso (de Arzúa y O Cebreiro), marisco, vino (albariño o Ribeiro) y orujo. Si queremos asegurarnos un acierto con el restaurante, podemos acercarnos a Casa Marcelo (Rúa das Hortas 1; 981 55 85 80) que se ha renovado recientemente para ofrecer unacarta a base raciones y platos para compartir, donde mezclan cocina gallega con platos internacionales de Japón, México, Perú e incluso China. El restaurante Ana (Rúa do Olvido 22; 981 570 792) es otro de los lugares donde la buena comida está garantizada, sobre todo si elegimos un plato a base de verduras o, por supuesto, su bacalao a la gallega, sencillamente exquisito.
Agradecimientos: Turismo de Galicia.