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Contemplar las hoces mientras buitres leonados, águilas y halcones peregrinos nos sobrevuelan es una experiencia única, más aún cuando lo hacemos sobre una moto, mientras cortamos el aire por carreteras serpenteantes. Lo mejor de nuestra escapada motera es que para llegar hasta este paraje natural vamos a pasar por un sinfín de pueblos llenos de encanto e historia. La ruta parte desde Valsaín, una pequeña localidad a 14 kilómetros de Segovia que destaca por su Palacio, testigo de grandes momentos históricos, y actualmente pendiente de un proceso de rehabilitación integral.
Por supuesto, también debemos pasar por La Granja, otro municipio pequeño, en este caso levantado alrededor de la lujosa residencia de recreo que Felipe V ordenó construir en 1724. Durante los siguientes veinte años los jardines, salpicados de una gran colección de esculturas, y el palacio se engrandecieron y actualmente su belleza se compara a la de Versalles.
Aunque podríamos pasarnos el día entero recorriendo este palacio, no debemos entretenernos demasiado porque Segovia está esperándonos con los brazos abiertos. Retomamos la carretera que conduce a San Ildefonso, y transcurridos diez kilómetros, antes de que podamos darnos cuenta, ya estaremos rodando con nuestra moto por las calles cargadas de historia de una ciudad Patrimonio de la Humanidad: Segovia.
El magnífico acueducto de Segovia nos da la bienvenida. Esta majestuosa obra de ingeniería cuenta con 163 arcos y alcanza su altura máxima en la Plaza del Azoguejo, donde se levanta a más de 28 metros. Es precisamente en ese punto donde es recomendable dejar la moto aparcada y pasear por la ciudad, la mejor manera de descubrir sus muchos rincones con encanto hasta llegar hasta la catedral y el Alcázar.
Si el camino nos cansa, a la vuelta no hay nada mejor que degustar un exquisito cochinillo segoviano en el famoso Mesón de Cándido (Plaza del Azoguejo 5; 921 425 911), donde la tradición marca partir el cochinillo con el borde del plato demostrando su ternura.
Con el estómago satisfecho ponemos rumbo norte para hacer kilómetros y disfrutar del aire en la cara. Próxima parada: Pedraza, a unos 40 kilómetros. Se trata de una villa medieval amurallada, cuya cuidada rehabilitación motivó su declaración como Conjunto Monumental en 1951. Un buen momento para visitar la localidad son los dos primeros sábados del mes de julio, cuando se celebra Lanoche de las Velas. Entonces, el alumbrado público se apaga y deja paso a los cientos de velas que adornan las calles, ventanas, plazas, jardines y patios. Un espectáculo digno de ver.
Tras el alto en Pedraza, continuamos el trayecto rumbo a nuestro destino final: las Hoces del Río Duratón. A partir de este punto, el camino se vuelve más divertido y el paisaje se torna verde. Antes es recomendable hacer una parada en Sepúlveda, a tan sólo media hora de Pedraza. Esta localidad es famosa por su exquisito lechazo asado en horno de leña. No podemos partir sin pasear por sus calles, recorrer suplaza mayor con los restos del antiguo castillo y ascender hasta la iglesia del Salvador, para conocer una de las joyas del románico segoviano y disfrutar de unas espectaculares vistas.
Desde aquí continuamos la ruta por San Miguel de Bernuy y Carrascal del Río hasta Burgomillodo, punto de inicio de las Hoces del río Duratón, uno de los espacios naturales más espectaculares de la región. Una buena opción es entrar a Burgomillodo para contemplar el embalse del mismo nombre, y posteriormente continuar hasta Castrillo de Sepúlveda y Villaseca.
Allí nace una pista, sin asfaltar pero preparada para la circulación de vehículos a motor, que nos llevará hasta un aparcamiento donde debemos estacionar la moto para seguir el resto del camino a pie. A escasos dos kilómetros encontramos la ermita románica de San Frutos, del siglo XII. Ya sólo queda disfrutar de la curva que realiza el río Duratón y observar el vuelo de las aves rapaces que habitan en este espacio natural.