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Aunque muchos turistas se quedan solo con el encanto de Portocristo, la cala de Manacor, a menos de un kilómetro de aquí nos espera uno de los mayores tesoros de Mallorca. Se trata de las cuevas más famosas de la isla, con 2.400 metros de galerías de hasta 25 metros de profundidad y el lago subterráneo más grande de Europa, el Lago Martel. En invierno evitamos las colas para el acceso y podemos recorrer el interior en grupos más reducidos. Sus estalactitas y estalagmitas te dejarán boquiabierto.
A escasos 20km de las cuevas del Drach, en Manacor, arranca precisamente una de las muchas rutas senderistas que podemos hacer en Mallorca. Se trata de una vía verde que llega hasta Artà: 29 km de espectacular paisaje de bosque mediterráneo y campos de cultivo, siguiendo el trazado de una antigua línea de ferrocarril que dejó de funcionar a finales de los años 70. El trazado es llano por lo que podemos recorrerlo en bicicleta sin problemas, descubriendo el interior de la isla a través de municipios con gran encanto, como Sant Llorenç, Son Carrió y Son Servera.
Existe vida más allá de la sobrasada y la ensaimada y el invierno es un buen momento para comprobarlo. ¿Sabías que las almendras que se producen en la isla tienen Indicación Geográfica Protegida? ¿Y que el aceite que aquí se hace es uno de los mejores de España? Para comprobarlo, nada como hacer parada en los cellers de la isla, antiguas bodegas convertidas en restaurantes de cocina tradicional y que aún hoy conservan su fisonomía, como los de Sa Premsa, Sa Sini o Can Font de Sineu.
Entre las muchas rutas a pie que podemos hacer en Menorca, la de Camí des Cavalls (GR223) destaca sin lugar a dudas, ya que al recorrerla podemos contemplar algunos de los mejores paisajes de la isla, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco. Con sus 185km, nos permite dar toda la vuelta a la isla por el litoral, cruzando impresionantes calas, valles, barrancos y bosques. El itinerario, que cuenta con 13 etapas y está perfectamente señalizado con paneles informativos, de forma que podemos hacer solo el tramo que más nos apetezca.
Aunque cueste, a veces merece la pena alejarse de la playa en esta isla. Si lo hacemos, podemos subir por ejemplo al monte Toro, el más alto de Menorca. Aquí se encuentra el santuario de la Virgen de Toro, patrona de los menorquines y centro espiritual de la isla desde finales del siglo XIII. Más allá de la belleza del propio templo, lo mejor de subir hasta aquí son las espectaculares vistas. No solo conseguimos una magnífica panorámica del litoral menorquín sino también ver el perfil de la vecina isla de Mallorca (siempre que el buen tiempo lo permita).
No lucirás bañador pero sí neopreno. Eivissa es un lugar mucho mejor para surfear en invierno que en verano ya que es entonces cuando los temporales permiten coger buenas olas y las playas lucen tranquilas y silenciosas, ¿qué más se puede pedir? Cala Nova es uno de los mejores lugares para el surf, su orografía (está muy abierta al mar) hace que cuando sopla el viento se formen grandes olas, de hecho, muchos turistas prefieren no visitar esta playa en verano por los vendavales que suelen formarse. El entorno de la playa es un bosque de pinos sin urbanizar, lo que nos da mayor sensación de desconexión.
Los hippies no son los únicos que van de blanco en Eivissa, también sus excepcionales iglesias. Su arquitectura es única ya que fueron concebidas no solo como centros de culto sino también como lugar de refugio frente a los ataques piratas. Por ello, su aspecto se asemeja casi más a una fortaleza que a una iglesia. Su arquitectura es sencilla y limpia, conjugando las formas de las capillas, naves, campanarios y anchos muros. Existen una treintena de templos en toda la isla, entre los imprescindibles, el de Es Cubells, situado junto a un acantilado con espectaculares vistas al mar, y la de Santa Eulàlia, ubicada en la cima de una pequeña colina.
Aunque la capital de la isla sea más conocida por su oferta de ocio nocturno, hay mucho más que disfrutar en esta ciudad, como su impresionante centro histórico amurallado en perfecto estado de conservación, el Dalt Vila. Recorrer este recinto fortificado del siglo XVIII, unido al castillo de Eivissa y con una muralla de casi dos kilómetros de longitud, es toda una delicia. El recorrido puede incluir una visita a la necrópolis fenicio-púnica del Puig des Molins así como al yacimiento fenicio de Sa Caleta.
El tamaño de Formentera, 82km cuadrados, hace que recorrerla practicando senderismo o ciclismo sea una alternativa muy recomendable para disfrutar de su exultante naturaleza. La isla cuenta con una veintena de recorridos preestablecidos, las llamadas rutas verdes. Una de ellas es la que sube hasta La Mola por el antiguo camino romano, siguiendo la costa con unas vistas de infarto. Arranca en el municipio de Es Caló y nos lleva hasta la La Mola, donde conseguimos unas magníficas panorámicas del litroal de la isla.
Sin lugar a dudas, es una de las propuestas más originales que podemos hacer en las isla (está disponible en invierno pero también en verano). Un taller situado al norte de la isla, en Sant Ferran de Ses Roquetes, ofrece la posibilidad de pasar tres semanas en Formentera aprendiendo a fabricar tu propia guitarra eléctrica (o bajo) trabajando la madera. El curso incluye la estancia en el pueblo, ubicado a unos diez minutos en coche de la playa. El Mediterráneo suena aquí mejor que en ningún otro lugar.