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Pueblos famosos de cine

Siete pueblos que se hicieron famosos gracias al cine

Actualizado: 08/01/2016

Tienen un importante patrimonio histórico, su entorno natural es de gran valor, su gastronomía de lo más atractiva… pero si por algo se hicieron famosos es porque un día un director de cine les eligió como localización de una película que acabó triunfando en la gran pantalla. Estas localidades se han convertido en lugar de peregrinaje para amantes del cine.
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Ayna, Liétor y Molinicos: Amanece que no es poco

El propio director de la película, José Luís Cuerda, asegura que eligió la Sierra del Segura para las localizaciones porque, siendo natural de Castilla-La Mancha, quería mostrar en el cine la mejor cara de esta tierra. Los tres municipios en los que se desarrollan la mayor parte de las escenas, Ayna, Liétor y Molinicos, son desde hace más de 25 años, visita obligada para la legión de seguidores que tiene esta cinta. La fidelidad de los fans ha hecho que incluso los pueblos hayan establecido itinerarios guiados para conocer los escenarios del rodaje.

El anecdotario está lleno de historias para recordar sobre la grabación, desde un vecino de Molinicos que apareció en la Plaza Mayor escopeta en mano para acabar con el jaleo que armaba el rodaje, hasta los vecinos de Ayna sorprendidos por ver en el pueblo a grupos de rusos y americanos, pasando por el cura que les dejó grabar en la ermita de Liétor dejando sobre sus conciencias que nada de lo que allí rodaran fuera reprobable.

Amanece que no es poco.
Amanece que no es poco.

Guadalix de la Sierra: Bienvenido Mr. Marshall

Bienvenido Mr. Marshall, de Luis García Berlanga, fue otra película que supuso un antes y un después para un pueblo: Guadalix de la Sierra, en Madrid. De hecho, el director fue nombrado en 2011 como Hijo Adoptivo del municipio y se instaló en honor a la película un conjunto escultórico a la entrada del pueblo. El propio Ayuntamiento asegura que gracias al rodaje de esta cinta, Guadalix se situó en el mapa para el resto de España.

En la grabación participaron muchos de los vecinos, lo que provocó que durante unos días el campo y la ganadería quedasen desatendidos ya que mientras el jornal en la agricultura era de 8 pesetas al día, en el rodaje les pagaban 20. Una de las frases más famosas de la película sigue recitándose todavía desde el balcón del consistorio en fiestas patronales u ocasiones especiales: “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación. Y esa explicación que os debo os la voy a pagar”. Los más mayores de Guadalix aseguran que han visto Bienvenido Mr.Marshall un mínimo de dos o tres veces en su vida.

Sos del Rey Católico: La Vaquilla

Aunque su valor arquitectónico ya es un atractivo turístico en sí mismo, recorrer las calles donde se rodó La Vaquilla, también de Luis García Berlanga, es un aliciente más. Todavía hoy, 30 años después de su grabación, Sos del Rey Católico sigue recordando la película que revolucionó el pueblo y por la que todavía siguen recibiendo visitas. De hecho, desde el año 2009 se pueden ver en diversas calles del casco histórico una docena de esculturas en homenaje a la cinta. Se trata de las tradicionales sillas de director de cine, acompañadas de una claqueta con algunas de las mejores frases de La Vaquilla.

En la memoria de quienes participaron como extras (cerca de 700, del pueblo y el entorno) queda el perfeccionismo de Berlanga, que repetía las tomas una y otra vez hasta que resultaban tal y como él quería. También los momentos vividos cuando el equipo de producción intentó rodar las escenas con vacas bravas y, ante las dificultades para controlarlas, se decantaron por una mansa a la que le pusieron cuernos de atrezo. La vaquilla, de hecho, se escapó durante una de las escenas en la plaza de toros y pasó varias horas campando a sus anchas por el pueblo (causando el pánico entre los vecinos) hasta que fue reducida. Sos del Rey Católico se volcó por entero en la película, no solo con los trabajos de extra sino con los de producción.

Zumaia: 8 apellidos vascos

El estreno de la película dirigida por Emilio Martínez-Lázaro ha supuesto un revulsivo en todos los sentidos. No solo se ha convertido en la cinta más taquillera de todos los tiempos sino también en un disparador del turismo en el norte de España. Desde su estreno, son miles las personas que han decidido acercarse al País Vasco a conocer en persona las localizaciones que se utilizaron para la película.

Uno de los lugares más buscados es la iglesia de San Telmo, en Zumaia. Esta ermita, al borde de un precipicio frente al Cantábrico, es un peregrinaje constante de curiosos, lo que ha hecho que en verano sea prácticamente imposible aparcar en la mitad del pueblo. Durante el rodaje, el equipo de grabación mantuvo la zona acordonada para que ningún vecino pudiera desvelar el final de la trama. También las calles de Zumaia son un atractivo ya que allí se rodaron escenas como la de la manifestación abertzale.

En el municipio de Getaria, donde se rodaron las escenas del puerto, también hoy se siguen recibiendo visitas en busca del Sabino Iru, el barco donde trabajaba el personaje de Karra Elejalde, que en realidad se llamaba Santa Lucía III y cuyo patrón tuvo que dejarle su propia ropa al actor para que se pareciera más al tradicional marinero vasco.

Capilla de San Telmo en Zumaia.
Capilla de San Telmo en Zumaia.

Desierto de Tabernas: Puro western

Los rodajes en el entorno de Tabernas (Almería) desde finales de los 50 y hasta los años 70, transformaron de tal forma la zona que todavía hoy se piensa en ella como en un plató de cine al aire libre. La orografía de este desierto almeriense y la escasez de lluvias le convirtió en lugar predilecto para los directores de western, por lo que aquí se rodaron títulos tan conocidos como El Bueno, el feo y el malo o La muerte tenía un precio y otros clásicos como Cleopatra o Lawrence de Arabia. Para esta última cinta, por ejemplo, se construyó en la rambla El Cautivo de Tabernas, un oasis con árboles y grandes palmeras traídas de Alacant que todavía hoy perduran. No es la única herencia de esta época, de los rodajes todavía se mantiene parte de la economía de la zona a través de un parque de atracciones (Oasys) que conserva los escenarios utilizados en las películas.

Belchite: Las aventuras del barón de Munchausen

Los estragos que la Guerra Civil dejaron en este pueblo zaragozano, ahora abandonado, le han convertido en lugar de película sin necesidad de decorados. Entre los varios rodajes que aquí se han hecho, hay uno que destacó por encima del resto, el de Las aventuras del barón de Munchausen, dirigido por Terry Gillian (de la conocida compañía Monty Python). La cinta no solo dio a conocer el lugar sino que revolucionó a todo Belchite, el pueblo habitado que se construyó al lado tras la Guerra.

El rodaje, en octubre de 1987, supuso un impulso económico para el municipio. Cientos de vecinos participaron como extras y muchos otros servían el avituallamiento para los dos equipos de rodaje, uno rodaba de día y otro de noche. Una de las anécdotas del momento es que la película necesitaba como extras a jóvenes rubias y altas, por lo que llegaron hasta aquí de diferentes pueblos del entorno y, una vez en escena, soportaban el frío hasta altas horas de la noche. El grupo de música zaragozano La Banda del Canal consiguió aquí su momento de gloria actuando como grupo de músicos en varias escenas. Cuentan las crónicas de la época que la grabación levantó tanto revuelo que incluso algunos periodistas se infiltraban como figurantes para conseguir imágenes de lo que estaba ocurriendo.

Valdespartera: Salomón y la reina de Saba

Que en los años 50 una productora, con sus camiones, caravanas, cámaras, puestos de avituallamiento, sistemas eléctricos y atrezo, desembarcara en un pueblo zaragozano no era moco de pavo. Más allá del desembolso económico que supuso para Valdespartera, la llegada del equipo fue toda una atracción. No era para menos, el objetivo del rodaje era recrear aquí una batalla para la que harían falta más de 2.000 extras.

Gran parte de ellos fueron soldados del ejército español, atraídos por el salario que reportaba unas horas de batalla cinematográfica. Su papel era tan creíble que los servicios sanitarios tuvieron que atender a muchos de ellos por piernas y brazos malheridos. Durante los días de rodaje, quienes no participaban como figurantes intentaban acceder al rodaje en bicicletas y por caminos secundarios para poder ver de cerca a los protagonistas, Gina Lollobrigida o Tyrone Power. Todavía hoy hay quien se acerca a los llanos de Valdespartera para contemplar el lugar de la famosa batalla.