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Situado en pleno Parque Natural de Las Batuecas y la Sierra de Francia, rodeado de bosques de robles y castaños, encontramos este pequeño pueblo –con poco más de 300 habitantes- repleto de estrechas y pintorescas callejuelas, con edificios de piedra y continuos soportales que se han ganado el merecido título de Conjunto Histórico Artístico. Una de sus peculiaridades es que, desde el año 2012, muchas de sus fachadas lucen retratos de los vecinos que habitaron el pueblo a finales de los años 60. Las pinturas, obra de Florencio Maíllo, forman parte de una iniciativa artística para rendir homenaje a quienes se vieron obligados a emigran en tiempos tan difíciles.
La ubicación de Mogarraz es idónea para visitar otros lugares espectaculares como La Alberca (a escaso cuarto de hora en coche), cuyo casco histórico fue el primero de un entorno rural en declararse Monumento Histórico Nacional, o la misma Peña de Francia, a la que merece la pena subir en coche siempre que no tengamos vértigo y no haya riesgo de heladas o nieve. Desde aquí conseguiremos la mejor panorámica de toda la zona.
Te proponemos un destino enológico poco habitual: Zaragoza. Concretamente, esta escapada nos lleva hasta los pies del Moncayo, donde se levanta el Monasterio de Veruela, que además de su pasado cisterciense esconde un tesoro mucho más actual y gustativo, el Museo del Vino de la Denominación de Origen Campo de Borja. Podemos empezar la visita por la abadía, del siglo XII, la primera fundación de la Orden del Císter en Aragón. Recorrer sus grandes y austeras estancias nos permite hacernos una idea del ambiente de recogimiento y meditación que se vivía entre sus muros.
En el antiguo aljibe es donde encontramos el Museo del Vino, donde conocemos las bodegas y caldos que forman parte de Campo de Borja. El centro cuenta con proyecciones audiovisuales y experiencias interactivas, además de catas e incluso talleres para niños. Más allá de este enclave vinícola, la zona nos ofrece otras muchas visitas interesantes, como el propio monte del Moncayo, por el que podemos hacer rutas senderistas (siempre que vayamos bien equipados para el frío y la nieve) o el municipio de Tarazona, cuya catedral ha sido considerada por muchos expertos como la Capilla Sixtina española. Y para alojarnos, una opción original es el castillo de Grisel, una edificación gótica del siglo XVI con solo seis habitaciones.
El puente de diciembre es el pistoletazo de salida oficial para la temporada de esquí así que, si la meteorología no falla y en los próximos días caen las nieves previstas, las pistas nos esperan. Un buen lugar para hacer los primeros descensos de la temporada puede ser Sierra Nevada, no solo porque siempre es bueno acercarse a tierras granadinas sino porque en esta estación encontramos algunas de las propuestas de nieve más originales. Aquí, por ejemplo, podemos vivir la experiencia de esquiar a la luz de la luna gracias a la iluminación nocturna de varias de sus pistas.
Si no confiamos demasiado en nuestra destreza nocturna, podemos dejar los esquís en el hotel y apuntarnos al taller de observación del cielo o incluso al de inicio a la astronomía... lo que veamos, nos dejará completamente boquiabiertos, especialmente si vivimos en ciudad y estamos poco acostumbramos a las noches estrelladas. Y como el puente tiene cuatro días, podemos combinar el esquí con la visita a Granada ciudad, a menos de una hora de las pistas, donde nos espera una oferta cultural y gastronómica de infarto.
La ciudad extremeña se despide como Capital Española de la Gastronomía para dar el relevo a Toledo, que ostentará el título en 2016. Una buena forma de comprobar por qué Cáceres ha merecido este honor es pasear por su casco antiguo, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Por sus callejuelas empedradas podemos hacer un particular peregrinaje que combina visitas a edificios históricos, como la Concatedral o la Torre del Bujaco, con paradas en bares donde sirven pinchos monumentales acompañados de su correspondiente copa de vino de la tierra.
Algunas visitas recomendadas son La Minerva, en la Plaza Mayor, donde la boca se hace agua con un carpaccio de retinto o una panceta ibérica con huevo de codorniz; o la Tahona, donde el paladar nos temblará con las migas con huevo y jamón del campo o las patatas panaderas confitadas con pimientos y huevo. Más allá de las tapas, el mejor lugar para dejar buen sabor de boca en esta ciudad es sin duda alguna, Atrio, el único restaurante con tres Soles Repsol de Extremadura, regentado por Toño Pérez y con una de las bodegas más potentes de España, responsabilidad de Antonio Polo. Oquendo y El Figón de Eustaquio son otros de los restaurantes donde merece la pena hacer parada.
Las lluvias otoñales han hecho aumentar el curso de los ríos Cigüela y Guadiana que bañan las tablas de Daimiel, por lo que el Parque Nacional se ha olvidado ya de la sequía estival y luce estos días su mejor cara. Huyendo del frío que ya comienza a arreciar en Europa, las aves han iniciado su largo viaje migratorio hacia sur y empiezan a hacer parada en Daimiel, por lo que este puente es una buena oportunidad para apostar por el turismo ornitológico y ver a las primeras viajeras de la temporada.
La visita al lugar puede hacerse por libre, siguiendo las indicaciones de alguno de los senderos señalizados (lo has desde media hora hasta casi tres horas de recorrido) o bien con algunas de las actividades que programa el propio parque, como la que nos ofrece Mostrarrecorrer Daimiel a bordo de un todo terreno y acompañados de un guía. Muy cerca de este entorno natural, además, tenemos otros lugares donde merece la pena hacer parada como la misma ciudad de Almagro, con su histórico Corral de Comedias, y Motilla de Azuer, un poblado fortificado de la Edad del Bronce que fue candidata a El Mejor Rincón 2014.
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