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Una de las mecas del surf y la más cercana a Bilbao hacen que Sopelana sea bastante frecuentada por amantes de los deportes acuáticos y también del parapente, gracias a los acantilados que bordean sus playas. Más allá del turismo de sol y playa, la localidad cuenta también con parte del Cinturón de Hierro, un recorrido en el que conocer vestigios de fortificaciones militares en la zona y que se ha recuperado recientemente.
Pueblo pesquero por excelencia que además es el punto perfecto para conocer algunos de los mayores tesoros de la costa vasca y que son prácticamente obligatorios cuando visitamos la zona: San Juan de Gaztelugatxe y la reserva de la biosfera de Urdaibai. Imprescindible comer un buen marmitako en alguna de las tabernas del puerto.
No podemos pasar por alto Lekeitio por ser otro de los numerosos pueblos pesqueros, ya que cuenta por ejemplo con el lagar de txakoli más antigua que se conserva en el País Vasco, además de contar también con uno de los clubes de remo de traineras más conocidos. Un puerto espectacular con las montañas de fondo.
Casi en el límite con Gipuzkoa, en Ondarroa sobresale su casco viejo de estilo medieval y sabor marinero. De hecho, en el puerto es posible aprender todo el ciclo del pescado desde que llega en los barcos hasta que termina en nuestras mesas. Ondarroa significa “boca de arena” y es porque está planificada en la lengua formada por el río Artibai. Por ello es también que cuenta con bastantes puentes, pese a ser una localidad no demasiado grande.
Además de haber sido escenario de una de las películas más taquilleras de nuestro cine, esta localidad nos cautivará por su flysch, unas formaciones rocosas en el mar de origen sedimentario que crean un paisaje de otro mundo. Desde aquí, además, podemos visitar Getaria, pueblo natal del famoso marino Juan Sebastián Elkano.
Dejando atrás Donostia-San Sebastián y, antes de llegar a Francia, Pasai Donibane no es un municipio tan conocido por los turistas pero que esconde tesoros como su plaza, donde las construcciones típicas vascas llenas de color parecen agolparse para salir en la foto. Un secreto: el poeta Víctor Hugo pasó unos días aquí y podemos visitar la casa donde se alojó, convertida en museo.
Última parada antes de cruzar al otro lado de la frontera, Hondarribia recibe al visitante con una oferta turística y cultural muy amplia tratándose de un pueblo no demasiado grande. Tal vez por ello es seguro que, una vez la visitemos, ya estemos pensando en volver. Desde deportes acuáticos hasta golf, pasando por una gastronomía tradicional reinventada.
Una tranquila bahía con forma de media luna donde tenemos playa de fina arena. No es de extrañar que sea uno de los destinos de veraneo elegido por muchos turistas desde hace siglos. Pese a encontrarnos en Francia, parecerá que no hemos salido del País Vasco, por sus coloridas construcciones típicas vascas. Una tierra que ya llamó la atención, en el siglo XVII, a los corsarios.
Celebra sus fiestas patronales al más puro estilo de San Fermín, incluido el atuendo tradicional blanco y rojo. Pero no es la única tradición que comparte con el sur de los Pirineos, ya que la gastronomía es tan similar a la que encontramos en Gipuzkoa o Bizkaia que no dejará de maravillarnos. ¡Sin olvidarnos de sus famosos chocolates!
Desde surferos de todo el mundo a lo más granado de la burguesía del siglo XIX, todo el que visita Biarritz se queda enamorado de esta pequeña ciudad balneario. Pasan los años y siguen conviviendo en perfecta armonía turistas de todo tipo. Y la ciudad, se adapta a todos ellos. Por eso es perfecta para pasear entre sus mansiones y tumbarse relajadamente al sol.
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