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Perderse en la localidad extremeña es garantía de sorpresa. Al inicio de cada cuesta o en la esquina de una plaza aparecen una iglesia, una torre o un palacio. Los maravillosos restos de otros tiempos animan a seguir buscando como si de una gincana se tratara, otras pistas que conduzcan a nuevos tesoros en la ruta por la ciudad. Muchas de sus visitas obligadas aparecen reflejadas en los folletos o mapas, sin embargo, hay otros detalles que no se aprecian a simple vista. ¡Toma nota!
¿Qué sería de los trujillanos sin su plaza Mayor? Uno de los lugares imprescindibles que visitar en Trujillo (Cáceres). Es tan impensable como borrar el castillo de su horizonte. Todo se esfumaría y dejaría de existir. Porque esta plaza, pese a la cantidad de turistas que aumenta cada año, sigue siendo muy de su pueblo. La plaza principal da sentido a la vida de la ciudad, todo surge y pasa a través de ella, sus citas principales –como el Chivirí o la Feria del Queso– se dan entre los límites de este espacio coronado por su enorme fuente mientras desde su caballo Francisco Pizarro lo controla todo.
Durante los días de diario, el tráfico de coches está permitido dentro de este recinto por eso los fines de semana, cuando todo el mundo se siente más seguro, sus terrazas se llenan de parroquianos para charlar, ver y ser vistos y tomar unas cañas. Sus soportales recuerdan para qué fue concebida fuera de las murallas: como un gran mercado donde se colocaban a uno u otro lado los vendedores. "A principios del XV se convirtió en plaza Mayor, cuando se trasladó el ayuntamiento aquí", según cuenta Javier Godoy Barrado, guía turístico trujillano. Completamente rodeada de palacios, incluido el del Marqués de la Conquista, nunca olvidó sus orígenes porque "hasta 1962 se celebraba el mercado típico en medio de la plaza" y buena parte de sus espectáculos, claro ejemplo de la importancia de este cruce de caminos donde late el corazón de la villa.
Abundan en Trujillo y ahora no solo como muestra de su pasado glorioso. Sus fachadas, escudos y adornos cuentan la historia de la ciudad, aunque a veces pasen desapercibidos por su función actual. Por ejemplo, en la plaza hay varios como la Casa de la Cadena, llamada así por la cadena que se sitúa encima de su puerta, adquirida después de que se hospedara ahí Felipe II en 1583, y que es ahora un mesón. Está, por supuesto, el de los Pizarro, conocido como Palacio del Marqués de la Conquista, levantado con las riquezas traídas de Perú y que tiene el balcón de esquina más llamativo de la ciudad.
El que está frente a la Iglesia de San Martín, el de los Vargas Carvajal, de 1551, sigue habitado por la familia. "Existen descendientes directos, viven en Madrid, pero lo mantienen y lo visitan. Vienen bastante y se hospedan en ese piso del balcón de esquina, que está totalmente rehabilitado", según revela el guía turístico antes de aclarar que se trata de "un caso excepcional", que se da precisamente en el palacio trujillano más grande.
En la zona amurallada, protegiendo una de las entradas, se mantiene altivo uno de los palacios más interesantes: el de Luis de Chaves 'El Viejo'. Fue uno de los grandes defensores de la reina Isabel la Católica en su guerra contra la Beltraneja, por esta razón cada vez que los Reyes Católicos pasaron por la ciudad durante este período bélico, se hospedaron en él. "Un hecho menos conocido es que aquí se firmó el fin de esa guerra, conocido como Paz de Trujillo, el 27 de septiembre de 1479", explica Javier, orgulloso de este edificio que ahora es el instituto católico de educación secundaria Sagrado Corazón de Jesús.
Con tanto palacio, especialmente en la plaza, la competencia por ver lo que pasaba fuera se convirtió en uno de los objetivos más importante a la hora de construir. Allá por el siglo XVI se les ocurrió que los balcones del esquina eran una solución estupenda para tener controladas dos calles al mismo tiempo. En Trujillo hay siete balcones de este tipo, el primero es el del Palacio Vargas Carvajal, aunque no es el más llamativo.
Pero existe uno que destaca por encima de todos, ubicado en la calle de las Palomas, aunque no lo haga por su espectacularidad. En un antiguo edificio del siglo XVI, hoy 'Hotel Palacio Chaves', encontramos una singularidad única en estas tierras. "El palacete, que ahora es un hotel, tiene balcón y puerta esquinada, única en toda Extremadura", asegura Javier Godoy, quien anima a sacar una foto del lugar.
Si aún no te has hecho un selfie ha llegado el momento. Las vistas desde el castillo son impresionantes y casi abarcan las montañas de toda la provincia, porque esta alcazaba se eleva 584 metros sobre el nivel del mar en el monte más alto del municipio conocido como el Cabezo de zorro. Se trata de una construcción de la época califal, siglo X y XI, que fue modificándose a lo largo de los siglos y que hoy supone la silueta más famosa de la villa en el imaginario colectivo.
"De este a oeste divisamos las siguientes montañas: al fondo la Sierra de las Villuercas, donde está el Monasterio de Guadalupe a una hora de Trujillo; la Sierra de Madroñera; al sur está el Pico de Santa Cruz, por donde pasa la autovía de Madrid a Badajoz; el Berrocal, grandes piedras que rodean a Trujillo y que fueron las canteras antiguamente; a la derecha la Sierra de Montánchez, alineado con Trujillo sobre la Sierra de la Mosca. En el otro lado, desde arriba del castillo, se divisa la Sierra de Gredos, con sus comarcas de La Vera, El Jerte y el Valle de Ambroz, que se unen en Plasencia", explica Javier para todo aquel que quiera identificar lo que ve desde la base y luego desde las alturas.
Tómate tu tiempo para recorrerlo tranquilamente, a veces en las visitas guiadas dan 15 minutos y es que subir y bajar las escaleras de la fortaleza a esa marcha no debería influir en las impresiones que transmite este lugar. Si sientes que con una visita guiada no fue suficiente, regresa al lugar, no te arrepentirás. Y otra anotación importante: alrededor del castillo en algún sitio escondido aparece de repente, cuando menos te lo esperas, una barandilla perfecta para volver a colgarse con el paisaje mientras intentas descubrir el pueblo que aparece pintadito a lo lejos o el palacio medio derruido casi a al alcance de la mano.
Ahora que acabamos de hablar de panorámicas espectaculares y aunque las mejores están en el castillo, añadimos este mirador imprescindible que lo encontrarás en la subida hacia la alcazaba. Primero porque permite descansar un rato bajo la sombra de sus árboles, en su mayoría olivos con alguna higuera, y descubrir este jardín bien pensado. Y segundo, porque desde aquí se puede ver parte de la plaza Mayor, que a estas alturas el viajero ya reconoce perfectamente y por eso no le impresionará tanto como las torres de sus iglesias cargadas de nidos de cigüeñas. Dependiendo de la época se puede ver y escuchar el crotoreo de estas aves, ese ruido que hacen con el pico para saludar a su pareja.
La Alberca está al aire libre y se puede visitar caminando por las calles del casco viejo. Antiguos baños públicos de la época romana, esta cisterna sirvió a los trujillanos hasta el siglo pasado para refrescarse, aunque ahora mismo sus aguas verdes no inviten a darse un chapuzón.
El Aljibe, del siglo X, es absolutamente espectacular. "Los árabes hicieron a mano en el suelo granítico de la ciudad una habitación con 10 metros de profundidad, luego colocaron los arcos para sujetar tres bóvedas de cañón redondas con pilares de granito", cuenta el guía turístico. Pese a la pasarela de cemento, un elemento funcional para poder visitarlo, su atractivo reside en el reflejo del conjunto en sus aguas. Se abrió al público hace relativamente poco y merece la pena bajar a la que era la gran reserva de agua de los árabes.
Trujillo llegó a tener siete parroquias distintas, aunque hoy solo rigen dos: la más antigua y principal Santa María la Mayor y la segunda, San Martín. No hay un rincón que no presuma de iglesia en estos lares, a cada cual con más misterios de los siglos pasados. La más importante de intramuros es precisamente Santa María la Mayor, del siglo XIII. "Se mantiene abierta exclusivamente por el turismo. Se permite una boda los sábados y algún bautizo, el culto diario se celebra en San Martín", asegura Javier.
En esta antigua iglesia ha ocurrido algo que no se da en muchas otras de España: se mantiene el suelo original, es decir, las lápidas de piedra. Eso nos indica quiénes fueron sepultados aquí, su posición social y cómo se usaban las iglesias en los siglos pasados. Por eso se sabe que en este lugar están enterrados miembros de las notorias familias trujillanas del siglo XVI y XVIII como los Bejarano, Paredes, Vargas, Torres e, incluso, Pizarro, entre otros muchos. Aquí se encuentra además, la tumba del Sansón extremeño.
Hasta hace bien poco las encargadas de endulzar los paladares trujillanos eran las monjas del Convento de Santa Clara, pero desde que hace unos años cesaran en su labor han tomado el relevo las franciscanas. La tejas de almendra y las galletas son las favoritas del público. También hacen bordados que como souvenir diferente de la ciudad resulta interesante: una vuelta a los recuerdos de las abuelas.
Más que sus fiestas populares en honor a la patrona, Nuestra Señora de la Victoria, hay dos fechas concretamente que sobresalen en la ciudad: la celebración de 'El Chivirí', declarada de Interés Regional y que se conmemora el Domingo de Resurrección; y la famosa Feria del Queso que se da el primer domingo de mayo. Una concentración de quesos y vinos en la plaza Mayor que atrae a gente de toda España.
Fuera de estos dos momentos, recordamos que la ciudad es especialmente calurosa en verano. Si a esto se le suman las empinadas cuestas para llegar al castillo, visitarla bajo un sol de justicia puede acabar hasta con el más fuerte e hidratado de la expedición. Por eso, primavera y otoño vuelven a ser, como en tantos otros lugares, las estaciones idóneas para visitar y fotografiar la ciudad.
No te vuelvas loco, no sabemos si el turismo o las prisas fueron las causantes del empobrecimiento de la gastronomía local, pero es una realidad que ahora poco a poco Trujillo empieza a reponerse en la mesa tirando de producto extremeño. En la plaza, si quieres comer carne asada está el 'Corral del Rey'.
Y algo más informal está 'Gloss', que ofrece además de hamburguesas diferentes, tapas extremeñas y una amplia carta degin-tonics para todos los gustos. Cuenta a su favor con las impresionantes vistas de la plaza Mayor. Si se quiere degustar algo un poco más elaborado, el Parador de la ciudad puede ser una buena opción.
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