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El Real Sitio y Villa de Aranjuez es uno de los destinos predilectos de los madrileños para una escapada fugaz. La historia de la ciudad a la ribera del Tajo es papable a cada paso por su centro histórico, plagado de plazas y jardines de gran valor artístico por su vínculo con la realeza desde los tiempos de Felipe II. Fue este monarca el que decidió construir una residencia de retiro en el municipio en el siglo XVI, aunque no fue hasta el XVIII, bajo el reinado de Carlos III, cuando las obras del Palacio Real de Aranjuez concluyeron. El inmueble, bajo la tutela de Patrimonio del Estado, es un imprescindible para quienes se acercan a este rincón del sur de la Comunidad de Madrid, que pueden observar cómo los diferentes estilos e influencias de medio mundo decoran las estancias de una de las residencias palaciegas más importantes del país.
Alrededor del palacio se distribuyen 110 hectáreas de jardines en los que se puede apreciar la voluntad de los paisajistas de emular las tendencias que llegaban de otros territorios. Así se puede descubrir el Jardín del Parterre, de estilo inglés, el renacentista Jardín de la Isla o el Jardín del Príncipe, la gran joya del conjunto y que alberga una variada selección de especies vegetales exóticas y esculturas neoclásicas.
Tras el debido reconocimiento de estos espacios, es recomendable dejarse caer por otros edificios singulares de Aranjuez como el Museo de Falúas Reales, donde se expone una hermosa colección de embarcaciones de recreo de la Corona, o la Casa del Labrador, una casa de campo encargada por Carlos IV cerca del Palacio Real. La plaza de San Antonio y sus emblemáticos soportales o el Mercado de Abastos pueden poner el broche a la jornada arancetana antes de sentarse a la mesa de ‘El Rana Verde’, ‘Casa Pablo’ (Recomendado por Guía Repsol) o ‘Casa José’ (2 Soles Guía Repsol), restaurantes destacados en los que disfrutar de algunas de las especialidades locales a base de producto de las huertas regadas por el Tajo.
Cruzar el famoso Puente del Perdón de Rascafría -datado en el siglo XVIII- significa encontrarse a las puertas de una pequeña delegación natural de Finlandia. El Bosque Finlandés de la localidad se ha convertido en un reclamo para las familias que buscan un paseo poco exigente en este rincón de la Sierra de Guadarrama, complementando la comilona en algunos de los buenos restaurantes que se distribuyen por el municipio serrano. El origen de este paisaje nórdico hay que buscarlo en la década de los noventa, cuando se decidió llevar a cabo una reordenación de la chopera que arropaba los restos del molino de papel más importante de Castilla, y crear una suerte de jardín al estilo del país escandinavo que además, con el paso de los años, ha establecido una colonia de ovejas negras para regocijo de los más pequeños.
Los caminos que rodean la laguna del Bosque Finlanés discurren entre grandes abetos y abedules, especies que aumentan su belleza cuando las primeras nieves comienzan a blanquear sus ramas. Aquí se viene a pasear con calma, dejando que las apetencias guíen los pasos y dedicando el tiempo oportuno para disfrutar de los pequeños encantos del entorno. De todos los atractivos que tiene la ruta, contemplar cómo los cartujos del Paular dirigieron la fuerza del Lozoya para alimentar el histórico molino de papel. Se trata de un de los mejores ejemplos de estas construcciones en toda la península debido al grado de sofisticación que alcanzaba el papel que aquí se producía. De hecho, aquí está el origen de las páginas empleadas para la edición Príncipe de El Quijote que, en 1605, salió de la imprenta de Juan de la Cuesta de la calle Atocha.
A pocos minutos del Bosque Finlandés, frente al monasterio de El Paular, se encuentra el Arboreto Giner de los Ríos, un espacio radiante de naturaleza en honor al director de la Institución Libre de Enseñanza. Los árboles y arbustos de especies de todo el mundo, con su correspondiente cartelería informativa, lucen especialmente durante los cambios de estación, por lo que el otoño se convierte en una de las mejores épocas para contemplar la evolución de sus follajes antes de la bajada de temperaturas.
La naturaleza de Madrid ofrece planazos para todo aquel que disfrute de un buen paseo al aire libre. Por ejemplo, la Ruta de los Miradores en Cerdedilla es una buena escapada para quienes quieran echarse al monte en busca de poesía; o la subida al mirador de la Peña del Cuervo, una bella caminata en la Sierra de Guadarrama que discurre por bosques autóctonos de sinuosas formas, vestigios glaciares y praderas alpinas.
También aquí, en Guadarrama, puedes ponerte las botas y recorrer los mismos caminos que Ernest Hemingway utilizó como escenario para su novela Por quién doblan las campanas. O ir al pueblo de Buitrago de Lozoya, donde dar un agradable paseo tras las huellas de Picasso y del Marqués de Santillana. Y todo a una hora de Madrid.
Poner el radio de destinos a menos de 100 kilómetros te puede llevar también hasta la Sierra del Rincón, una maravillosa desconocida para muchos. Entre montañas de vistas prodigiosas, hayedos y robledales centenarios, lagunas y ríos –el Jarama– esta sierra esconde cinco pueblos que han sobrevivido a la marabunta de la capital, porque en un tiempo fueron "la sierra pobre" y abandonada. Hoy son la joya de la corona aún por descubrir por miles de gentes. Prádena del Rincón, Horcajuelo de la Sierra, Montejo, La Hiruela y Puebla de la Sierra están impecables, reconstruidos con mimo.
Y El Escorial. Debería ser pecado que un madrileño no visitara su Monasterio, considerada por muchos la "octava maravilla del mundo". Puedes seguir la pista a la literatura de escritores como Jan Morris, Edith Wharton, Cees Noteboom y Teofilo Gautier, quien dejó dicho a finales del siglo XIX, que "con las pirámides de Egipto, el mayor cúmulo de granito que existe sobre la tierra". También puedes visitar su majestuosa Biblioteca, la más hermosa de toda España y una de las más bellas del mundo; o sentarte en la Silla de Felipe II para vislumbrar el Monasterio como si fueras un auténtico rey. Unas vistas difíciles de olvidar.
Más escapadas cerca del centro, pero esta vez mandan los niños. Puedes marcarte un safari con animales en semilibertad desde el coche, en Aldea del Fresno; un paseo por los principales monumentos europeos sin salir de Torrejón de Ardoz, en el Parque Europa; o sacarte un billete en el tren de vapor de Arganda del Rey.
Madrid tiene una situación privilegiada cuando pensamos en escapadas monumentales. A hora, hora y media de camino, nos plantamos en ciudades como Toledo, Ávila o Segovia. Perfectas para una escapada de un solo día o incluso un fin de semana. En la provincia de Segovia, por ejemplo, puedes hacer la Senda de las Pesquerías, una ruta creada por Carlos III que transcurre desde La Granja hasta el Puerto de Navacerrada siguiendo el curso del río Eresma, cruzando puentes, poza para el baño y bonitas praderas enmarcadas por los montes de Valsaín.
También puedes ir a pedalear en familia por las Lagunas de Cantalejo, entre pinares y mar de dunas; o hacer una ruta bajo tierra por la Cueva de los Enebralejos, una clase práctica de geología e historia resumida en 3.600 metros de galerías interconectadas entre sí en tres niveles distintos y un río que recorre la cueva.
Otra opción es subirse a la bicicleta y recorrer al norte de la provincia la Vía Verde del Eresma, siguiendo viejas líneas de tren, de bueyes, de templos tardorrománicos y hasta de Antonio Machado. O adentrarse caminando en la propia ciudad de Segovia, persiguiendo el rastro de la escritora Jan Morris, que describió la ciudad como "un magnífico clíper que navega sobre el paisaje".
En Guadalajara, a tan solo 90 kilómetros de Madrid, Brihuega te traslada directamente a la Alcarria de Ernest Hemingway y Manuel Leguineche, entre campos morados de lavanda que muestran en el mes de julio sus mejores galas. En Toledo, al oeste de la pronvincia, las Barrancas de Castrejón y Calaña, conocidas también como Barrancas de Burujón, son de una belleza salvaje y escenario predilecto de spots y películas. Lejos de la árida y cobriza Arizona, tienen un aire a western.
El Tajo acompaña este recorrido de naturaleza con huellas imborrables que los humanos dejaron a través de los años. Otra escapada a tiro de piedra es Talavera de la Reina, donde la cerámica sigue marcando tendencia. Un viaje de 124 kilómetros para hacer unas buenas compras o comer en un restaurante con 1 Sol Guía Repsol, como es 'Raíces'.
Porque un capricho gastronómico también se merece un viaje, bien sea a Cabañas de la Sagra, a Illescas o a Toledo capital para sentanos respectivamente a la mesa de 'Casa Elena' (1 Sol Guía Repsol), 'El Bohío' (2 Soles Guía Repsol) o 'Iván Cerdeño' (2 Soles Guía Repsol). Ya en la capital, Toledo se expone ante nosotros como un auténtico museo, una galería de arte al aire libre que se ha ido transformando a través de los siglos y sigue haciéndolo en estos momentos sin perder su autenticidad. Sentarse en una terraza y ver atardecer en la ciudad es una gozada.
Entre las históricas calles que protege la muralla de Ávila se desarrolla un interesante panorama gastronómico. Carlos Casillas y su restaurante, ‘Barro’, forma parte de esa generación de cocineros jóvenes que están dando un giro de tuerca creativo al recetario tradicional de su provincia, manteniendo la esencia a través del producto de proximidad.
Sin embargo, la ciudad da para todos los gustos y bolsillos. ‘El Almacén’ (2 Soles Guía Repsol) es uno de los restaurantes clásicos de Ávila y rinde culto a las ternera avileña, icono del campo abulense, aunque si hay una estrella en la carta, esa es el plato de huevos rotos con carabineros. En caso de solo buscar algo para picar, en ‘El Rincón de Jabugo’ triunfan los pinchos de tortilla con tomate; en el caso de ‘La Bodeguita de San Segundo’, los vinos de la zona se suelen acompañar de buenas gildas o conservas de calidad; mientras que la amplia variedad de cervezas de ‘La Barraca’ la hacen ideal para degustar diferentes elaboraciones.
Los más golosos tienen que acercarse hasta ‘Chuchi Pasteles’, donde su vitrina llena de tartas y pasteles harán que comiencen a salivar nada más traspasar su puerta, además, su pastas de té se han ganado un espacio privilegiado en muchas despensas de la ciudad.
Con el calor llegan las ganas de darse un buen chapuzón. Y no, en Madrid no hay playa, pero sí apetecibles rincones de agua dulce donde no echar en falta la costa: pozas, represas, arroyos, embalses, cascadas... lugares de gran belleza donde darte un buen baño o un simple remojón de pies.
En la Sierra de Guadarrama, por ejemplo, se encuentra el Valle de la Fuenfría, donde puedes lanzarte al agua rodeado de pinos silvestres. Un paraje natural que cada primavera muestra la fuerza y majestuosidad de sus cascadas. En el Valle de El Paular están Las Presillas de Rascafría, tres piscinas naturales situadas en el cauce del río Lozoya, donde realizar un pícnic durante los meses de verano con unas impresionantes vistas del Pico Peñalara. El valle de Buitrago de Lozoya presume además de tener una de las piscinas más grandes de toda la Comunidad de Madrid junto al embalse de Riosequillo, con una superficie de 4.500 metros cuadrados.
En Canencia, el arroyo del mismo nombre es un lugar idílico de aguas cristalinas, mientras la "playa de Madrid", como se le conoce al Pantano de San Juan, en San Martín de Valdeiglesias, ofrece 14 kilómetros de playa a tan solo 70 de la capital. Para los perretes también hay lugares que promenten un día plagado de chapuzones: en Brunete está el Campus Perruno, un inmenso parque de 9.000 metros cuadrados, totalmente vallado, donde pasar un estupendo día con la mascota. La estrella del lugar es la piscina, con unos 80-90 cm de profundidad con entrada tipo playa.
Si un solo día sabe a poco, hay alojamientos que seguro te animan a pasar allí la noche: en Toledo pon el GPS hasta Hormigos, donde podrás dormir en las burbujas del hotel 'Miluna'. En Toledo capital podrás elegir entre el 'Entre dos Aguas', un hotel boutique que antaño fue la vivienda de Paco de Lucía; o el 'Eugenia de Montijo Autograph Collection', un alojamiento de alta costura lleno de historia y sofisticación, arqueología y moda, madera policromada y telas coloridas, diseño contemporáneo y guiños estéticos al clasicismo hotelero de hace un siglo.
En Navaluenga (Ávila) podrás soñar en plena naturaleza, entre caballos, en el 'El Hotelito'; o alojarte en Ávila capital en la que fuera la residencia de verano de Adolfo Suárez convertida en 'La Casa del Presidente', un hotel boutique de cinco estrellas por cuyos muros se filtran retazos de la historia reciente; y en Sigüenza, su parador esconde más de una historia fantasmal entre sus muros.
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