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Denominada Real Sitio y Villa de Aranjuez, apenas unos 50 minutos separan esta madrileña localidad del centro de la capital, una distancia ideal para hacer una escapada de un día a una de las ciudades más bonitas de la Comunidad de Madrid. El municipio aúna historia -pero mucha, mucha-, cultura a raudales, naturaleza en estado puro y, por supuesto, una excelente gastronomía, cortesía de sus reconocidas huertas, alimentadas en buena medida por las aguas del río Tajo.
El hecho de que muchos de sus encantos estén reunidos en su céntrico casco antiguo nos lo pone fácil para que sea posible recorrerlos -a pie o en bici- en una encantadora e interesante jornada. Para ayudarte a hacer tu plan de viaje, aquí te proponemos los once lugares imprescindibles que, sí o sí, tienes que ver en Aranjuez si vas de visita. Toma nota
Arrancamos la visita por todo lo alto adentrándonos nada menos que en el Palacio Real. Comenzada su construcción en el siglo XVI, con Felipe II, y concluida en el XVIII, con Carlos III, este palacio ha sido -a lo largo de la historia- la residencia oficial de primavera de la Familia Real, que acostumbraba a tener una morada en un lugar diferente para cada estación del año. Si por fuera llaman tu atención las tonalidades roja y blanca del ladrillo y la piedra de Colmenar con la que está construido, por dentro lo harán sus lámparas, sus pinturas, su mobiliario y, claro está, sus suntuosas estancias.
La visita, que dura unos 40 minutos, incluye algunos espacios tan especiales como el tocador de la Reina, con sus paredes recubiertas de seda; el Salón de Baile; los exóticos gabinetes Árabe y Chinesco; el Comedor de Gala, o el singular Gabinete de Porcelana, quizá la estancia más famosa por su impresionante ornamentación de porcelana en relieve, presente allá donde mires. La entrada general al Palacio Real cuesta 9 euros y, aunque se dejan disponibles algunas entradas para comprar allí, es recomendable adquirirla previamente a través de la web de Patrimonio Nacional.
El Palacio Real está rodeado por más de 110 hectáreas de preciosos jardines históricos a los que, a diferencia del palacio en sí, es posible acceder de forma libre y gratuita. Cuentan que el maestro de la música Joaquín Rodrigo encontró la inspiración caminando por estos jardines junto a su mujer para componer su universal Concierto de Aranjuez. Como puedes imaginar, con semejante dato poco más hace falta añadir para que te hagas una idea de su belleza. Y así es. Perderte por ellos es una auténtica delicia. Y decimos “ellos” porque son varios, cada uno de una época y un estilo.
El más cercano al Palacio Real es el Jardín del Parterre, de estilo inglés. Le sigue a un lado el de Isabel II, también conocido como el de la Princesita; y al otro, el Jardín de la Isla, de época de Felipe II y llamado así por su localización, en una suerte de isla rodeada por el río Tajo. Este último, bastante más grande que los dos anteriores, es de estilo renacentista y está lleno de árboles centenarios, avenidas y fuentes de temática mitológica. Junto a ellos están el Jardín del Rey -único que no es visitable, aunque se puede ver desde el Jardín del Parterre- y el del Príncipe, que por su extensión y características merece capítulo aparte.
Este verde y florido jardín, el más extenso del Real Sitio -con unas 150 hectáreas-, se llama así porque fue idea de Carlos IV cuando aún ostentaba el título de Príncipe de Asturias. Además de destacable por sus dimensiones, lo es por todo lo que puedes admirar si te das un paseo por él. Hablamos, por un lado, de lo que tiene que ver con su flora y su fauna, ya que cuenta con especies botánicas procedentes de muy diferentes lugares del mundo, pero también del hermoso conjunto de construcciones distribuidas a lo largo y ancho del mismo, que te recomendamos no perderte cuando te des una vuelta por allí.
Entre ellas están las puertas de entrada, realizadas en estilo neoclásico por el célebre arquitecto de la época Juan de Villanueva, quien también es artífice allí mismo de un pequeño templo de estilo neogriego, ubicado en el precioso Estanque de los Chinescos. Son reseñables, asimismo, los pabellones, las fuentes de Narciso o de Apolo, así como el embarcadero, desde donde partían las embarcaciones de paseo de los Reyes para sus travesías por el Tajo. Allí también se encuentran un castillo de inicios del siglo XIX, algún que otro palacete y hasta un museo -del que te hablamos más detenidamente a continuación-.
En las inmediaciones del Embarcadero Real, dentro del Jardín del Príncipe, existe este museo dedicado a las falúas reales, es decir, a las embarcaciones de recreo que utilizaban los Reyes -en sus respectivas épocas- para sus salidas de relax por el río. Además de otros enseres y artefactos para la navegación, exhibe una buena colección de falúas que, por cierto, ya fueron expuestas anteriormente en la antigua Casa de Marinos.
En el actual museo, que fue construido en los años 60, se puede ver la de Isabel II, la de Carlos IV, la de Alfonso XII o la del reinado de Fernando VII. Como todo el mundo coincide, la que se lleva la palma -y la embarcación de recreo más antigua de las que conserva Patrimonio Nacional- es la de Carlos II: una góndola dorada, barroca y de lo más rimbombante, realizada en Nápoles allá por el siglo XVII. Aparte de por la importancia e historia de la colección en sí, este museo resulta curioso por ofrecer la posibilidad de ver de cerca estos barcos y conocer anécdotas y detalles interesantes de todos ellos. Dicho sea de paso, la entrada está incluida en el ticket del Palacio Real, de modo que no tendrás que pagar aparte.
También dentro del Jardín del Príncipe se ubica esta otra joya. Se trata de una construcción de finales del siglo XVIII que mandó construir Carlos IV a modo de “casa de campo” cercana al Palacio Real, aunque el resultado final fue un auténtico palacete en el que cada detalle arquitectónico y ornamental embelesan. Tal es el caso de las escaleras, las lujosas piezas de mobiliario, las lámparas de cristal, los frescos, el gran salón para las recepciones, el Gabinete de Platino o hasta el patio, decorado elegantemente con bustos de emperadores romanos. El diseño original de la Casa del Labrador fue obra de Juan de Villanueva, aunque posteriormente participó también Isidro Velázquez.
A diferencia del Museo de Falúas, en este caso la entrada va por separado -el ticket cuesta 5 euros-. No obstante, debes tener en cuenta que actualmente está cerrado por reforma -“hasta nuevo aviso”, según indica la web de Patrimonio Nacional-, de modo que si vas a Aranjuez próximamente no podrás acceder a él. Eso sí, no te olvides de ponerlo en la lista para tu próxima visita al Real Sitio.
En pleno casco antiguo, al lado del Jardín del Parterre y del de Isabel II, nos encontramos con esta enorme plaza rectangular, considerada el corazón de Aranjuez. Aparte de la oficina de Turismo -allí ubicada-, a un lado de la plaza verás una famosa fuente conocida popularmente como la Mariblanca y cuya estatua representa a la Venus del Jarro, diosa protectora de la ciudad.
Si caminas hacia el otro extremo de la plaza verás la Real Capilla de San Antonio, proyectada por Santiago Bonavía en 1750. Como la capilla del Palacio Real no tenía demasiada capacidad, la de San Antonio fue usada en bastantes ocasiones por los Reyes en el pasado. En la actualidad continúa dando misas y, dado que abre sus puertas media hora antes de cada una, es el momento que puedes aprovechar para curiosear un poco por dentro. La entrada es gratuita.
Si tu medio de transporte para ir a Aranjuez no ha sido el tren, te sugerimos que, al menos, te acerques a echar un vistazo a su estación, no solo por su historia, sino también por su riqueza ornamental. Realizada en estilo neomudéjar, comenzó su actividad en 1851 y lo que más destaca es el vestíbulo principal por sus altos techos y las grandes lámparas de hierro forjado que cuelgan de ellos. También merecen un vistazo los azulejos y los mosaicos de Mario Maragliano.
Como ocurriera con otras construcciones, esta estación sufrió bastantes daños durante la Guerra Civil, de manera que tuvo que ser restaurada a finales del siglo XX. Hoy en día luce perfecta y sigue en funcionamiento. De hecho, cada día presta servicio a los trenes de Cercanías y, entre junio y noviembre -del actual 2021-, también al conocido Tren de la Fresa.
Si tu visita al Real Sitio es entre dichos meses -ojo, los meses de funcionamiento pueden variar de un año a otro-, este tren histórico puede ser una buena manera de llegar hasta allí. Sale del Museo del Ferrocarril -en la madrileña estación de Delicias-, llega a esta estación y, durante el trayecto, podrás disfrutar de un regreso al pasado gracias a su ambientación, que simula los primeros viajes en tren que unían Madrid con la localidad.
No hay duda de que uno de los atractivos cuando se visita otra ciudad es su faceta gastronómica, algo en lo que este municipio madrileño tiene mucho que decir. No por casualidad es conocido a menudo como la “huerta de Madrid” por las estupendas frutas y verduras de sus vegas. Y, claro, para hacerse con los productos más ricos de esta tierra, ¿qué mejor sitio que su mercado tradicional?
El de Aranjuez es histórico, otro aliciente más para la visita. Data del siglo XIX y es obra del arquitecto Enrique Sánchez Cedeño, que lo proyectó en hierro combinado con ladrillo y piedra de Colmenar, materiales habituales de la arquitectura de la ciudad. Como reza su lema, es “El nuevo mercado de siempre”, algo que resume a la perfección esa faceta histórica de la que hablábamos, pero adaptada a los nuevos tiempos, ya que sigue a pleno rendimiento.
Se encuentra en el casco antiguo, muy cerca del Ayuntamiento de Aranjuez, y es el sitio ideal al que no deberías dejar de acercarte si quieres aprovechar para llevarte a casa algunos de sus deliciosos manjares locales como espárragos, tomate rosa, habas, guisantes, alcachofas, manzanas o, por supuesto, sus famosísimas fresas.
Aunque hasta ahora hemos hablado de localizaciones dentro del casco antiguo que son de obligada visita, hay otras que, quizá algo menos famosas, tampoco te deberías perder, ya sea por su carácter histórico, por su arquitectura, por su popularidad o por una mezcla de todo ello. En este sentido, es reseñable la Casa de Oficios y Caballeros, al lado de la Plaza de San Antonio y construida durante el reinado de Felipe II (siglo XVI) para acoger al séquito.
También destaca la Casa del Gobernador, un edificio funcional obra de Juan de Villanueva en el siglo XVIII, que alojaba las oficinas administrativas del Real Sitio. Junto a ellas, existen asimismo otros palacios -hoy edificios civiles, por lo que solo es posible verlos desde fuera- como el de Godoy, donde viviera el ministro de Carlos IV; el de Osuna, residencia del Ducado de Osuna; o el de Medinaceli, construido por los duques del mismo nombre.
Algo que también suele resultar curioso del centro de Aranjuez son las corralas típicas, que datan del siglo XVIII. Eso sí, en su mayoría son privadas y están habitadas, así que visitarlas puede resultar complicado, a excepción de la del ‘Hostal Castilla’ (Carrera Andalucía, 98), donde sí suele ser posible asomarse a echar un vistazo, ya que también hay una cafetería. No nos olvidamos de otros lugares de la ciudad, como el Real Cortijo de San Isidro, el antiguo Hospital de San Carlos, la Iglesia de Alpajés y así un largo etcétera de valiosos emplazamientos que son dignos de visita.
Una de las principales señas de identidad de Aranjuez y que, con certeza, ha influido en el desarrollo de la propia ciudad es la presencia del río Tajo. Tanto es así que el gentilicio de Aranjuez, aparte de arancetano, es ribereño, por aquello de la ribera del río. ¡Hasta ahí llega su importancia! Además de poder recorrer dichas riberas a pie -por dentro de los jardines-, quizá te interese saber que es posible surcar las aguas del río al más puro estilo de los antiguos monarcas a bordo de sus falúas reales, pero en versión siglo XXI.
Esta versión es justamente la que ofrece el Curiosity, un barco totalmente cubierto con placas de metacrilato -o sea, transparentes-, gracias a las cuales podrás gozar durante unos 45 minutos de travesía de una perspectiva diferente del río y de la ciudad. Ahora bien, si lo tuyo es un plan fluvial con algo más de movimiento, te gustará saber que a orillas del río se ubica el Club-Escuela de Piragüismo de Aranjuez, donde, si las condiciones atmosféricas acompañan, organizan distintas rutas para hacer descensos en piragua por las aguas del Tajo.
Ya decíamos que, en muchas ocasiones, se hace referencia a Aranjuez como la “huerta de Madrid” por la magnífica calidad de las frutas y verduras que se cultivan en sus huertas históricas. Y más allá de mencionarlas por la excelencia de sus productos, lo hacemos porque, además, son súper recomendables para una ruta 100 % natural entre plantaciones de fresones y bonitos paseos arbolados, tan emblemáticos del paisaje ribereño. Lo mejor es hacer la ruta en bici -hay que precisar que actualmente no existe alquiler de bicicletas en Aranjuez, de manera que deberás llevarla tú-. Entre las huertas más famosas están Legamarejo, el Rebollo, Las Tejeras…
Pero, si más que explorar el producto lo que quieres es comértelo, el restaurante más famoso de Aranjuez -histórico, céntrico, de cocina típica y con unas fantásticas vistas del río- es ‘El Rana Verde’ (Reina, 1), aunque también lo son el clásico ‘Casa Pablo’ (Almíbar, 42) o, algo más chic, ‘Casa José’ (Abastos, 32). Y para un plan más tipo pícnic, te sugerimos los gangos, una especie de quioscos o merenderos tradicionales de Aranjuez que ofrecen la opción de comer y/o beber allí -el más cercano al casco antiguo es el de la zona de Las Calabazas- para disfrutar al aire fresco del rico producto local. Planazo, ¿no?
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