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Adentrarse en el interior de Andalucía en pleno verano puede parecer una temeridad. La mayor parte del territorio es un secarral y la temperatura respeta pocas actividades más allá de quedarse tras la puerta de casa. Hay, sin embargo, un rincón donde la excepción confirma la regla. Una playa a la que se llega ascendiendo por la montaña y donde un río se hace grande para regalar frescor hasta convertirse en el epicentro turístico de toda una comarca. Es la playita de Zahara de la Sierra, un área recreativa que aprovecha el curso del río Arroyomolinos para convertirse en un refrescante oasis donde, además, hay seguridad de que ni el levante ni el poniente, tan temido en el litoral gaditano, estropearán el día.
El espacio fue creado en los años 90 como alternativa al ocio veraniego en la zona norte del Parque Natural Sierra de Grazalema. Algunos de los picos montañosos de este espacio verde se observan desde las propias instalaciones, como los puertos de Las Palomas, San Cristóbal y El Torreón. Mientras se dejan sus ascensiones para épocas más frescas, la manera de evitar el calor en temporada estival es bañarse en esta laguna artificial ubicada a 500 metros de altitud sobre el mar.
El agua se cambia cada 20 días. No hay cloro y esa es una de las muchas ventajas de darse un baño en este recinto de más de 63.000 metros cuadrados. Por él pasan unos 50.000 visitantes cada verano y tiene un aforo máximo de 2.500 personas al día. “Jamás hay sensación de agobio porque el sitio es grandísimo”, señala Santiago Galván, alcalde de Zahara de la Sierra.
El lugar cuenta hasta con chiringuito en sus instalaciones. Tiene una ventanilla para los cafés y otra para los helados, cuyos nombres impronunciables hacen gracia a Frank, llegado desde Holanda para pasar unos días en la zona junto a su familia. “Esto es increíble. No nos lo esperábamos”, asegura mientras da un bocado a su dulce con forma de lápiz. La coqueta terraza de madera del establecimiento es perfecta para obtener una panorámica y entender que acudir a esta playa serrana es también, en cierto modo, volver a otra época.
Este parque de atracciones natural cuenta con una enorme superficie de césped donde hay una zona especial libre de humos. Bajo la sombra de inmensos árboles -hay sauces llorones y álamos, pero también olivos e higueras y coloridas adelfas- se extienden las toallas sobre el césped sin necesidad de sombrilla. También hay mesas de madera y bancos. Allí, las familias despliegan todo un arsenal de fiambreras con tortillas, filetes empanados, ensaladas de arroz o gazpacho fresquito. Las neveras rebosan de hielo con refrescos y cervezas. También hay vino y casera para el clásico tinto de verano. La orilla es de hormigón y ahí no se puede enterrar una sandía.
Junto al agua hay niños pequeños jugando con cubos. Otros llevan manguitos y se adentran lentamente en la laguna, inseguros y bajo la atenta mirada de sus padres que les animan a chapotear. Algunos celebran las vacaciones veraniegas saltando, gritando y jugando a la pelota con el equipo de socorristas poniendo orden. También hay adultos que instalan sus sillas en la orilla para tomar el sol con los pies en el agua. Más adentro, grupos de chicos adolescentes compiten por las miradas de las chicas de su edad. Sobre sus cabezas, una enorme tirolina permite cruzar de lado a lado la charca artificial, actividad de aventuras que se completa con un recorrido de puentes colgantes y escalas suspendidas que pasean por las ramas del bosque. Ambos deportes cuentan con el apoyo de personal cualificado.
Sobre el césped hay familias como las de Francisco Millán, banquero jubilado que ha acudido junto a sus hijos y sus nietos. Los mayores descansan a la sombra mientras los peques se divierten en el agua. La familia zahareña acude con frecuencia a las instalaciones, que les evitan el centenar de kilómetros hasta las playas de El Puerto de Santa María. “El desplazamiento es un jaleo y te evitas también problemas con el viento. Aquí se está de maravilla, esto es un paraíso”, dice mientras se prepara para darse un baño.
La escasez de cobertura en la zona ayuda a la desconexión y, con ello, la vuelta a la tradición. Sobre el césped hay un grupo de chicas que juega a las cartas, dos mujeres aprovechan para leer y una familia al completo se echa la siesta. Una red para la práctica de voleibol es la diversión de otro grupo de chavales; a escasos metros un padre juega con sus hijos y sobrinos a la petanca. La tarde se va completando con bocadillos de nocilla, sándwich helado y un rato de buceo con la difícil esperanza de encontrar vida marina bajo esta lámina de agua. Hay una zona infantil y otra, más amplia, que apenas cubre salvo en uno de sus extremos, donde el máximo de profundidad llega a dos metros y medio. Es el lugar más tranquilo y el elegido por algún bañista para descansar sobre un colchón inflable.
El área recreativa cuenta con un restaurante a las puertas del recinto gestionado por la Asociación de Mujeres Zaharilla. Ofrecen un rico menú del día a 10 euros. Estilo self service, incluye propuestas caseras como gazpacho, callos, paella, carrillada, lomo en manteca, patatas con chorizo o diversos revueltos. “Todo está hecho por las mujeres y con mucho mimo”, cuenta Mercedes Colunga, responsable de la asociación, quien explica que hay una veintena de mujeres trabajando en el establecimiento. El toque dulce también está hecho en esta casa, como el arroz con leche o las natillas.
La visita se puede completar con la práctica de deportes náuticos como kayak o paddle surf en el embalse de Zahara, a unos minutos de distancia, un paseo por las callejuelas blancas de Zahara de la Sierra, rutas a caballo o a pie por la zona e incluso barranquismo por la espectacular Garganta Verde. Más allá, excursiones a otros rincones del Parque Natural Sierra de Grazalema y municipios como Jubrique o Villaluenga del Rosario, de exquisitos quesos. En octubre, además, el recinto acogerá el festival Sierra Sur, con la actuación de grupos musicales como Fuel Fandango.
Información útil:
Para acceder a las instalaciones, que cuentan con duchas, aseos y taquillas, los habitantes de Zahara de la Sierra disponen de un bono de 30 euros para todo el verano. Para el resto de visitantes, la entrada cuesta 3 euros para pensionistas y menores de entre 4 y 12 años (los más pequeños no pagan), así como 3,50 para adultos. Los fines de semana asciende a 3,50 y 4,50 respectivamente. El acceso a animales no está permitido, hay que llevar mascarilla y mantener la distancia de seguridad. Hay aparcamiento y aparcacoches en la entrada. El espacio permanecerá abierto hasta el próximo 5 de septiembre.