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Gris. Es una palabra que se utiliza a menudo para describir Vigo, no por el clima, que en esta ciudad el sur de Galicia es suave y en verano muy soleado, sino por estética industrial, que ahora es tendencia. Los contenedores del puerto, las grúas y los astilleros eclipsan en muchas ocasiones a las cuestas empedradas del casco viejo, revitalizado en los últimos años, y a los edificios modernistas que plagan las calles centrales de la ciudad.
Desde 2015, y en colaboración con el Ayuntamiento a través del proyecto Vigo, ciudad de color, multitud de artistas están intentando dar a Vigo una nueva imagen con ilustraciones y dibujos reivindicativos. El resultado se nota desde la misma entrada de la ciudad metros después de atravesar el puente de Rande, que conecta la ciudad con el norte de Galicia. Desde el coche se pueden apreciar los tonos verdes y naranjas de un edificio en la calle Gerardo Campos.
Se trata de un trabajo de la última edición del proyecto que firma el colectivo Boa Mistura. Una intervención de gran envergadura que ocupa todas las paredes del inmueble, donde se entrelazan tres palabras: saudade, mordida e infinita. Su elección no es casualidad: se trata de parte de un verso de la canción Serpes, del músico gallego Xoel López.
En otra de las grandes arterias de la ciudad, Vía Norte, se erige otro mural de enormes dimensiones que convive con edificios grises de los setenta. Una sucesión de caras y diversidad que se alza hasta los 400 metros de altura, firmados por la artista Elisa González. El suyo forma parte de la primera tanda de murales que se pintaron en 2015 y ahora una construcción en un solar colindante amenaza con taparlo.
De esa misma hornada que revolucionó la ciudad hace tres años nació también el homenaje en verso de Alejandro Fernández (Proyecto Ewa), en la calle Gregorio Espino, bajo colores verdes y azules que evocan el mar.
Barcos pescando en alta mar nos traerán la tinta con sabor a sal para poder dibujar una nueva ciudad. El mar siempre presente en Vigo y el futuro de color que busca la ciudad, todo canalizado en la sonrisa de un niño que juega con barcos de papel. Una bonita forma de llenar el barrio de Lavadores de poesía, y la intención de ofrecer una ciudad más amigable a vecinos y visitantes.
Y si se habla de poesía en Vigo es necesario hablar de María do Carme Kruckenberg, poetisa nacida en la ciudad y una autodidacta que no dejó de aprender a lo largo de su vida, desde idiomas, historia y literatura hasta ciencias. En 2002 recibió la medalla Castelao –la condecoración más importante en Galicia– y ahora un mural le rinde homenaje en pleno centro, en la calle Roupeiro, en medio del bullicio de restaurantes y bares de copas.
El artista MM Puhinger plasmó su rostro en blanco y negro sobre unas estanterías plagadas de libros y lo acompañó junto a dos de sus versos, que celebran la vida y el amor. Un precioso recuerdo a su figura que se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los amantes de la literatura.
Y si avanzamos hacia el norte por las infinitas cuestas de Vigo llegaremos hasta Urzáiz, una de las arterias de la ciudad que pasa del bullicio de los pequeños comercios y del mercado, hasta la zona de tiendas de ropa clásicas que podemos ver en las calles de compras de cualquier gran ciudad.
Se trata de El conquistador y la sirena, un mural del artista 3ttman que es imposible dejar de mirar gracias a la gama cromática elegida por el grafitero. Las dos figuras que emergen de la pared representan, como explica el propio artista, los intentos de distintos pueblos a lo largo de la historia y la resistencia de la ciudad, reflejada en la sirena, que mantiene sus raíces celtas.
Precisamente la perseverancia, la pasión y el trabajo son los protagonistas del mural del colectivo Expostas en la avenida de Beiramar. Allí, junto al puerto, las lonjas y las fábricas, vemos los rostros de Marisol, Ana María y Noa, tres mujeres que dedicaron y dedican su vida a la industria conservera, pilar fundamental en las Rías Baixas, cuya base es mayoritariamente femenina.
Replicando unos vistosos azulejos en tonos azules, blancos y rojos, los dibujos representan motivos típicos del sector como los mejillones, las barcas pesqueras, las anclas o las anillas de las latas de conserva. Todo acompañado de las palabras amor, traballo, paixón, forza y mar. Un necesario homenaje por parte de un colectivo implicado con los derechos de la mujer, que también pintó un mural contra la violencia machista con el lema #Ninuhnamenos.
Esta avenida en la que todo lo impregna el olor a mar conecta el centro con Bouzas, un barrio de pescadores que goza de una personalidad única y que ha sido un escenario perfecto para el desarrollo del arte urbano en Vigo. Allí se han pintado algunos de los murales más fotografiados a lo largo de las cuatro ediciones del festival.
Un buen ejemplo es de Lula Goce en la calle San Gregorio, en la zona más próxima al Berbés. Dos niños con la cabeza alta y la mirada fija en un horizonte donde se encuentra el mar sostienen unas pequeñas ramas y un racimo entre sus manos, saludando al paseante en una imagen tierna y conmovedora. Sus figuras en blanco y negro, que parecen casi fotografías, contrastan con el fondo verdoso y los tonos rojos y granates de las flores –como las rosas que brotan de la parte inferior del mural–.
Una metáfora sobre la vida, el futuro y el contacto con la naturaleza que no abunda lo que debería en la zona. De ahí que el verde predominante en el mural llame la atención a todos los que pasan por allí, tanto caminando, como en bicicleta o incluso en coche. Son muchos los que sacan la cabeza por la ventana o reducen la velocidad de sus vehículos para apreciar la belleza pura del mural.
Y si el grafiti de Goce hace un guiño al futuro, la obra de Mon Devane en Tomás Paredes –todavía en Bouzas– es un homenaje a la tradición y a la cultura gallegas. Los rostros de dos hombres de avanzada edad mientras beben una cunca de vino cubren dos enormes murales sobre un fondo magenta. Un dibujo hecho a partir de las fotografías de Óscar Vífer que retratan al dedillo el ambiente de la gente de toda la vida del barrio y que consiguen sacar una sonrisa a todo el que pasa por delante.
Estos dos murales forman parte de la última tanda del proyecto y se remataron este verano, por lo que la imagen de estos abuelos con boina y cunca en mano captaron la atención de muchos turistas que pasaban camino a la zona de playas. Una celebración de la vida tranquila.
Ese ritmo de vida y ese disfrute de los placeres es todavía más evidente en el centro del barrio, donde niños y mayores juegan en la alameda y personas de todo tipo buscan mesa donde tomarse una caña frente al atardecer en el paseo marítimo. Allí, en la Casa do Patín, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, cobra vida el mural de Pedro Sardiña con los versos de Martín Códax, el máximo exponente de las cantigas de amigo, y que incluyó multitud de referencias a Vigo en sus poemarios.
Ondas do mar de Vigo, se vistes meu amigo?, reza el mural con una tipografía claramente de inspiración medieval, al igual que el dibujo, que se apoya sobre un fondo que imita un pergamino. Una mujer ataviada con un vestido rojo toca el arpa a la orilla del mar. Un guiño a los trovadores, junto al dibujo de unos pescadores navegando en una barca que forma parte de uno de los pergaminos que se conservan de Martín Códax, que el artista ha reproducido en la fachada.
Las referencias al mar son constantes en las obras de Vigo, ciudad de color. No en vano, esta es una ciudad que vive y respira gracias a él. Sobre eso y sobre el misterio del océano habla el artista Liqen en su mural de vía de la Hispanidad. Figuras mitológicas a medio camino entre humano y anfibio se dan cita en una pintura futurista y con un punto de ciencia ficción.
Los dibujos sobre el fondo azul se ven desde varios puntos de la ciudad como si se tratase de figuras que emergen del fondo del mar. Tan impactantes que hacen que sea imposible no levantar la cabeza. Ese era uno de los objetivos del proyecto: empapar la ciudad de murales que nos hagan parar y admirar.