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Se cuenta que fue el recordado Félix Rodríguez de la Fuente, y su mano derecha en Aragón, Adolfo Aragüés, quienes pusieron las bases para que la Laguna de Gallocanta sea lo que es hoy: uno de los humedales salinos mejor conservados de Europa Occidental. Un enclave magnífico para alucinar con uno de los espectáculos ornitólogos más vistosos y también más escandalosos de la naturaleza, el avistamiento de grullas que, por cientos, miles, decenas de miles llegan a esta singular planicie situada a unos 1.000 metros de altitud.
Esas celebridades del conservacionismo iniciaron en los años 70 del siglo pasado una campaña de sensibilización ambiental con la población local, para que fueran ellos los que se opusieran a la idea de desecar la laguna. Aquel trabajo caló hondo en la zona, y ahora son los lugareños los mejores guardianes de este espacio protegido. Una prueba es Carmina Franco, que nos va a mostrar los secretos de este paisaje, en cuya dureza radica su encanto.
Es cierto que se puede seguir un itinerario por libre alrededor de la laguna de unos 30 kilómetros. Al ser llano, se puede hacer en bici, aunque es más habitual ir en coche. ¡Pero por favor, siguiendo escrupulosamente las indicaciones! Saltarse las señales de prohibido el paso supone molestar a las aves, además de que no es raro encallar el vehículo. De modo que recomendamos la visita guiada, que además es mucho más enriquecedora.
El punto de inicio es el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta, entre los pueblos de Bello y Tornos. Allí se dispone de información abundante sobre el ecosistema y se ofrece un mirador para un primer contacto visual con el humedal y las grullas, las cuales, a primera hora de la mañana, andan por los campos próximos engullendo semillas, lombrices, brotes..., cualquier cosa que les venga al pico les va bien.
Tratan de tomar energías para la larga jornada que les espera. Muchas de las grullas que avistamos llegaron ayer a Gallocanta. Y tras una noche de descanso, hoy seguirán su viaje al sur, hasta las dehesas de Extremadura o Los Pedroches, en Córdoba. Así que desde el amanecer están comiendo y haciendo tiempo para que el sol caliente un poquito la atmósfera y se generen las corrientes térmicas con las que alzarán el vuelo, literalmente.
Esta es la primera parte del espectáculo audiovisual que protagonizan las grullas, o grus grus como las nombran los expertos ornitólogos. Hacia el mediodía, las bandadas comienzan a volar. Se gritan, se llaman, se avisan de forma constante para irse agrupando y, sobre todo, para informarse por dónde están las corrientes de aire cálido que les permitirán elevarse a las alturas. Van subiendo en espiral, con un griterío incesante para que ninguna se pierda.
La danza de cada bando es de lo más sugerente, pero tal vez lo más llamativo sea la algarabía que organizan con cada maniobra. En cuanto se escucha una primera vez se comprende el porqué el sonido que emiten las grullas se denomina trompeteo. "Conforme crecen, la tráquea se les va enrollando al esternón. Si viéramos una radiografía, nos recordaría a un trombón. Y cuando suena, todo su pecho es una caja de resonancia". Así lo describe Carmina y de pronto se calla. "Ese otro sonido más agudo, más normal de pájaro, es de uno de los pollos, que todavía no han desarrollado la tráquea".
Esos pollos nacieron el pasado verano muy lejos aquí. Ni más ni menos que en Escandinavia y en el Báltico. En un ambiente de bosques completamente distinto al paisaje abierto de Gallocanta. Sin embargo, cuando llegan los fríos y las aves han crecido lo suficiente, emprenden esta larga travesía buscando mejores temperaturas y alimento. Aquí se han avistado grullas de Noruega, Suecia, Finlandia, Alemania, Polonia o Estonia. Vienen cada año por centenares de miles y aunque la mayoría solo hacen escala, por regla general unas 12.000 suelen invernar en la laguna.
Por eso, conforme avanza la mañana, no dejan de verse bandadas que ascienden para alejarse, pero el trompeteo no cesa y sigue habiendo nutridos grupos de grullas posadas en el suelo. Algunas porque necesitan alguna jornada más de descanso y otras porque ya no se moverán de aquí hasta el comienzo de la primavera.
Para contemplarlas, mucho mejor gracias al catalejo que trae Carmina, en todo el perímetro de la laguna hay diversos miradores y observatorios ornitológicos. Algunos están muy cerca del agua, pero solo son accesibles con un permiso especial. Y con una condición indispensable: se tienen que ocupar antes del amanecer y solo se abandona tras la puesta de sol. A cambio, son ideales para sacar primeros planos de estas aves que impresionan con sus 120 centímentros de altura.
Pero, ¿por qué eligen la Laguna de Gallocanta? "Al ser un territorio sin árboles ni vegetación es perfecta para ellas. Pueden ver con tiempo a sus depredadores: zorros, jabalíes o águilas reales. Y de casi todos ellos se libran durante la noche, durmiendo dentro del agua, apoyadas sobre una sola pata aprovechando la poca profundidad".
O sea que aquí se refugian y también se alimentan con pequeños reptiles, gusanos o cultivos cuando los campos del entorno se siembran. Pero no pueden pescar. ¡No hay peces! La laguna a veces se seca por completo. Solo se nutre de la lluvia y de algunos arroyos intermitentes, como el de la Reguera, donde hay un estupendo observatorio y un sinfín de grullas a la caza y captura del alimento que les ofrece esta entrada de agua dulce.
Otro punto donde se acumulan es en la zona de Los Ojos, un manantial cercano a la Ermita del Buen Acuerdo. Allí se disfruta de una amplia panorámica de la laguna y de los pueblos ribereños de Gallocanta y Berrueco, cuyos caseríos quedan reflejados en esta lámina de agua.
Ante esa vista, la más fotogénica del entorno, Carmina nos avisa que por aquí suelen entrar las grullas al atardecer. "Llegan agotadas, salen de buena mañana de humedales en Las Landas, en Francia, y cuando llegan aquí, se tiran al agua. Ponen las alas como si fuera un paracaídas y se dejan caer. Eso sí, gritan como locas, seguramente de alegría".
En ese preciso momento la guía recibe una llamada de teléfono. Y sonríe. Le llaman de Pamplona, han divisado numerosas grullas sobre el cielo de la capital navarra, más o menos a las dos de la tarde. Iban con su aerodinámica formación de escuadrón en V, que les permite volar más descansadas y darse relevos. Así que nos confirma que dentro de tres horas, casi al atardecer, aterrizarán en esta laguna.
Ese será el segundo pase del espectáculo de las grullas en Gallocanta. Una función que se va a ir repitiendo durante los próximos meses, hasta que estas aves decidan regresar a sus zonas de crías, al norte de Europa.
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