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El castaño de 'El Postureo', espectacular.

Paseo por el Bosque de Castaños de Calabazas (Castañar de Ibor, Cáceres)

El castaño extremeño de 700 años que querrás abrazar este otoño

Actualizado: 27/11/2024

Fotografía: Alfredo Cáliz

Tiene casi 700 años de edad, 17 metros de altura y un tronco de nueve metros de perímetro. El castaño 'El Postuero' es uno de los 17 árboles singulares que te dejarán boquiabierto en el bosque de los Castaños de Calabazas, un rincón otoñal en Castañar de Ibor (Cáceres) que invita a reconectarte con la naturaleza en un valle colgado.
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Algo tiene la luz de noviembre que hace del otoño en los bosques un auténtico espectáculo. Y el Castañar de Calabazas está en su mejor momento. Situado en el pueblo de Castañar de Ibor, en pleno Geoparque Villuerca-Ibores-Jara (Cáceres), sus robles melojos, quejigos, mostajos y castaños exhiben sus brillantes ocres y dorados entre ríos de piedra que caen a ambos lados del valle.

Vista del bosque justo antes de emprender la ruta.
Vista del bosque justo antes de emprender la ruta.

Son varios los caminos que parten del pueblo hacia el bosque, aunque si llevas coche, lo mejor es dejarlo aparcado junto al ‘Hostal Restaurante Solaire’. Allí espera María José Prieto, guía intérprete de NatRural. “Vamos a realizar una ruta donde descubriremos 17 castaños centenarios y un ejemplar de quejigo conocido como “El Quejigo de la Fuente”, todos catalogados como Árboles Singulares de Extremadura”, anuncia la guía justo antes de emprender el recorrido a pie por el conocido camino de las Hontanillas.

El sendero es de fácil acceso y está bien señalizado.
El sendero es de fácil acceso y está bien señalizado.

El ascenso recorre un valle colgado formado por las sierras del Castañar y de Porrinas, un anticlinal donde se produce una inversión térmica que influye en la vegetación. “Es un fenómeno que hace que encontremos robles en las zonas inferiores -donde hace más frío- y encinas a mayor altitud -porque hace más calor-, cuando lo habitual es lo contrario”, comenta Marisé.

Impresiona estar bajo la copa de 'El Postuero'
Impresiona estar bajo la copa de 'El Postuero'.

Al borde del camino, aparece un denso bosque de castaños cuyos troncos, altos y esbeltos, brotan de unas grandes y antiguas cepas. “Son castaños destinados a la producción de madera para la construcción. Crecen todos muy juntos y hacia arriba, a diferencia de los que se cultivan para la recogida de castañas, que se injertan en la tierra y se plantan separados para que sus copas se abran y den buenos frutos”, aclara esta extremeña nacida en Guadalupe.

Las setas marcan su presencia durante el camino.
Las setas marcan su presencia durante el camino.

Sólo nuestras pisadas sobre la hojarasca y el intenso canto de un trepador azul rompen el silencio del bosque. También se oye a algún picapinos en este paseo donde es fácil cruzarse con familias, parejas con mascotas y senderistas de todas las edades que salen a caminar por este bosque de acceso fácil y bien señalizado. Un recorrido lineal de 8 kilómetros (ida y vuelta) que cruza la Garganta de Calabazas hasta llegar a la Chorrera, que en tiempos de lluvias exhibe una bonita cascada.

El robles (Quercus pyrenaica) forma hermosos bosques como este.
El robles (Quercus pyrenaica) forma hermosos bosques como este.

'El Postuero', un castaño sobrecogedor

En el camino encontramos el Collado del Postureo, desde donde se inicia otra ruta para llegar al Camorro del Castañar (1.150 metros). Hay quién llega hasta aquí con su vehículo, aunque el encanto de este bosque es perderse caminando. A pocos pasos del Collado, un cartel de madera anuncia el hermoso Castaño del Postuero. Es tal su envergadura, que cuesta sacarlo completo en la foto. Sus medidas asombran: con unos 700 años de edad, este árbol se eleva más de 17 metros de altura, mientras el perímetro de su tronco llega a los 8 metros. En otoño es una gozada cobijarse bajo su copa de 22 metros de diámetro teñida de hojas marrones, amarillas y ocres que, antes de ser dañada por un rayo, era mucho más portentosa. Ojo, cuidado con no pisar sus tremendas raíces cubiertas de musgo que sobresalen de la tierra.

Los castaños centenarios de este bosque están catalogados como Árboles Singulares de Extremadura.
Los castaños centenarios de este bosque están catalogados como Árboles Singulares de Extremadura.

En este paisaje otoñal también destacan las pedreras, grandes ríos de piedra que cubren las laderas resultado de la fragmentación de la cuarcita que forman las crestas de esta sierra. Sobre ellas, han dejado huella los icnofósiles, invertebrados marinos del Paleozoico que atestiguan que hace 600 millones de años todo este paraje estaba cubierto por agua. “Muchos lugareños comparan la forma de estas pedreras con calabazas, de ahí el nombre de la zona”, desvela Marisé, que cuenta además cómo estas formaciones sirvieron durante muchos años como chiviteras para los pastores.

Cuidado, no dañar las raíces del castaño.
Cuidado, no dañar las raíces del castaño.
El Arroyo de Calabazas te guía en el camino.
El Arroyo de Calabazas va paralelo al sendero.

“Esta explanada se utilizaba como reparadero de cabras en verano. Por las noches se soltaban a los animales, excepto a las crías, que se las protegía con unos corralillos hechos con las rocas de las pedreras que hoy aún se conservan. Todo para evitar que las atacaran otros animales”, explica esta guía que lleva más de 25 años en la profesión. Ciervos, corzos, jabalíes, muflones, zorros, tejones, jinetas o garduñas son otros de los animales que hoy conviven en estos valles.

El quejigo de la Fuente, de 15 metros de altura.
El quejigo de la Fuente, de 15 metros de altura.

El resto de castaños centenarios aparecen camino de la garganta, "muchos con troncos ya decrépitos, pero todos vivos", resalta la guía, que también destaca un quejigo - el de la Fuente- de 15 metros de altura que nace en pendiente, en medio de una pedrera. El Arroyo de Calabazas, ahora con poca agua, parece jugar al escondite a nuestro paso, soterrándose y cambiando de margen hasta llegar a la garganta, donde un estrecho sendero salpicado de setas y paralelo al río, te lleva hacia la chorrera.

A la izquierda, el durillo (Viburnum tinus). A la derecha, el loro (Prunus lusitanica).
A la izquierda, el durillo (Viburnum tinus). A la derecha, el loro (Prunus lusitanica).

“En muy poco espacio descubrimos una gran variedad botánica”, anuncia Marisé, mientras enumera robles, encinas, enebros, sauces, brezos blancos, cornicabras, arces de Montpellier, durillos o loros, una reliquia que convivió con los dinosaurios y que crece en la parte más umbrosa de la garganta. “Relacionado con los bosques de Laurisilva que una vez cubrieron estos valles, lo reconocerás fácilmente por sus hojas en forma de laurel, de ahí su nombre. Hoy es una especie rara y difícil de encontrar en la Península, aunque en el geoparque encontramos varios ejemplares, algunos aislados -como aquí- y otros en grandes extensiones de bosque, como el de la Garganta de la Trucha de Alía”.

Un descanso en la Garganta de Calabazas.
Descansando en plena Garganta de las Calabazas.

Siguiendo el curso del arroyo, la senda finaliza en una zona de cortados donde emerge la Chorrera de Calabazas, cuya cantidad de agua dependerá de las últimas lluvias. En primavera es todo un espectáculo. En su zona alta, las hermosas vistas sobre el valle son otro plus que hacen que el paseo haya merecido la pena, antes de regresar al pueblo sobre nuestros pasos.

La ruta recorre 8 kilómetros en total.
La ruta recorre 8 kilómetros en total.

Siguiendo el curso del arroyo, la senda finaliza en una zona de cortados donde emerge la Chorrera de Calabazas, cuya cantidad de agua dependerá de las últimas lluvias. En su zona alta, las hermosas vistas sobre el valle son otro plus que hacen que el paseo haya merecido la pena, antes de regresar sobre nuestros pasos.

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