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La Selva de Irati, en Navarra.

Recolecta setas y castañas

Gnomo por un día

Actualizado: 22/09/2016

Es el momento de buscar entre las hojas secas estos dos tesoros comestibles. Ponte una abundante barba blanca y métete en la piel de uno de los fantásticos habitantes de los bosques para emprender con un espíritu mágico un agradable paseo otoñal. Entre árboles encendidos en rojos y ocres, inspira el aroma a corteza enmohecida mientras imaginas el fuego crepitante en el que asarás las castañas y cocinarás las carnosas setas.
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1. El Tiemblo (Ávila)

A menos de una hora de Madrid, la Reserva Natural del Valle de las Iruelas esconde uno de los más bellos bosques de la península, famoso por el contraste de los castaños con los sotos de robles, acebos y pinos de la zona, dejando espectaculares paisajes de otoño.

El Tiemblo, en Ávila.
El Tiemblo, en Ávila.

Aquí, en este escenario bucólico, las castañas se hallan desperdigadas por los senderos cubiertos de hojarasca; y las setas, ocultas bajo la sombra de los árboles colosales, algunos únicos en su especie. Por ejemplo, el famoso Abuelo, un castaño monumental de más de 500 años, con 19 metros de altura y 16 de diámetro. Su tronco, totalmente hueco, ofrece ahora una estampa fantasmagórica para luego rebrotar en primavera. Cuentan los lugareños que en su interior, hace muchos años, los pastores resguardaban de la lluvia a sus rebaños de cabras. Hoy es el hito de esta ruta al que los senderistas reverencian.

2. Castañar Montánchez (Cáceres)

Amanita muscaria entre la hojarasca en el Castañar Montánchez.
Amanita muscaria entre la hojarasca en el Castañar Montánchez.

En otoño es fácil recolectar castañas y setas en este bosque de Extremadura, así como en otras épocas es fácil hacerse con moras y espárragos. Pero es la imagen del entorno la que seduce por encima de todo, especialmente cuando se emprende el sendero que parte de la plaza de toros de la localidad cacereña y que transporta, en pocos pasos, a unos parajes de cuento: una masa forestal pintada con amarillos, pardos y rojos sobre un mullido manto de hojas y musgo. La ruta es fácil y rápida –apenas dos kilómetros– por lo que es perfecta para hacer en familia y, si quedan fuerzas –y si lo recolectado no pesa demasiado– lanzarse a por otro camino: el llamado De donde nace, que conduce al nacimiento del Arroyo de los Molinos a lo largo de ocho kilómetros.

3. Sierras de la Demanda, Urbión y Cebollera (Soria)

La Sierra de la Demanda, parte de la 'Soria Verde'.
La Sierra de la Demanda, parte de la 'Soria Verde'.

Es lo que llaman la Soria Verde, al norte de la provincia, una región agraciada con extensos bosques (además, claro, de un jugoso patrimonio histórico-cultural). Y estos bosques son un paraíso para las setas por su clima continental, su pluviometría elevada y una serie de condiciones en su suelo que, con la llegada del otoño, propician su reproducción. En esta zona se conocen unas 170 variedades de hongos, de las que (¡ojo!) solo la tercera parte son comestibles. Algunas tan interesantes como los níscalos, las setas de cardo, los rebozuelos de roble… También hay castañas, claro, por aquí y por allá, que resultan muy nutritivas para los fríos.

4. Fraga de Catasós (Pontevedra)

Fraga de Catasós. Foto: Nacho Jorganes con licencia CC.
Fraga de Catasós. Foto: Nacho Jorganes con licencia CC.

Lo encontramos a las afueras de la villa de Lalín, a medio camino entre Santiago y Orense. Alfombrado de hojas secas, pero sobre todo de castañas, que por algo este pequeño bosque mixto declarado Monumento Natural alberga algunos de los castaños más altos del continente europeo: pueden alcanzar los 30 metros y han sido, por ello, objeto de análisis científicos. Su madera, además, es a menudo utilizada para fabricar los pazos de la zona, como aquel que inspiró a Emilia Pardo Bazán su novela de Los pazos de Ulloa. Las setas, especialmente después de las lluvias, también son abundantes en esta fraga, desperdigadas entre la masa boscosa.

5. Selva de Irati (Navarra)

La belleza deslumbrante de la Selva de Irati.
La belleza deslumbrante de la Selva de Irati.

No podía faltar esta joya forestal, el hayedo más extenso y mejor conservado de Europa después de la Selva Negra de Alemania. Aquí la recolección (con la que uno puede volver a casa con las bolsas cargadas) digamos que pasa a un segundo plano, eclipsada por la belleza del lugar y su alto valor ecológico. Porque en estas 17.000 hectáreas de auténtico bosque encantado, el espectáculo otoñal es máximo. Su red de 16 senderos señalizados con distintos niveles de dificultad garantiza excursiones para todos (incluidas las familias con sus niños) especialmente recomendables en esta estación de las hojas caídas.

6. Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva)

Vista de la Sierra de Aracena.
Vista de la Sierra de Aracena.

Simbólico paisaje de la provincia onubense y emblemático origen del jamón de Jabugo (en sus dehesas el cerdo ibérico se atiborra de bellotas) en este parque natural encontramos también un castañar que crece gracias a sus suelos ricos en hierro y magnesio, pese a haber sido introducido en los siglos XV y XVI. Hoy es uno de los rasgos distintivos de esta sierra, hasta el punto de que la castaña forma parte del nombre de algunas poblaciones e incluso aparece en las heráldicas municipales. Dado que es un fruto muy agradecido en los fogones (ese potaje de castañas propio de la zona…) es fácil encontrar cuadrillas de recolectores (los llamados apañaores) en busca de este pequeño manjar que tiene distintas variedades y un sinfín de posibilidades.

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