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En la redacción de Guía Repsol, cada uno tiene su candidato a Perdido, el río protagonista de la saga Blackwater, que en tres meses ha vendido medio millón de ejemplares. Mientras devoramos la vida de los Caskey a las orillas del río, rodeado de aserraderos en el territorio de Alabama -allí existe el verdadero río Perdido, como todas las localidades de las que habla Michael McDowell en su saga- cada lector ha imaginado su propio río, de aguas negras u oscuras, misteriosas y crueles para los Caskey como Mary Love; y acogedoras para otros, como Elinor, la protagonista.
En la imaginación de los nuestros, son los ríos del norte con lluvias más abundantes, los que nos asaltan primero. En los de gran caudal -no hacía falta que fueran muy largos- se levantaron diques para aprovechar la fuerza que genera electricidad, el hierro o la hulla de sus orillas y montañas, o para regar península abajo. En ese imaginario, el primer nombre que surge es el del río Nalón.
El Nalón nace en Asturias, en la Fuente de la Nalona, en el Puerto de Tarna. Es un río hermoso que la explotación de la hulla por un tiempo vistió de negro en algunos de los tramos de su increíble valle. Aguas oscuras como las del Perdido de Blackwater, diques que retienen el potente curso para aprovechar su energía. Ha convivido con las manos de los humanos durante siglos, desde antes de los romanos.
Pero fue el siglo XIX y las materias que rodean al río -carbón, hierro y madera- lo que le convirtió en elemento de prosperidad para todos sus alrededores y para el resto de España. Igual que las aguas pantanosas del Perdido escondían riquezas secretas -no haremos spoiler- los ingenieros e industriales del Nalón se dedicaron a trabajar con los bienes del río, para expandir desarrollo también entre los pueblos de alrededor. Hasta que llega a San Esteban de Pravia, en el Cantábrico, recorre 153 kilómetros. Pero estos datos son solo datos. El Nalón es mucho más.
Si el río Perdido tiene dos diques que no le gustan nada, en el Nalón se levantaron siete diques con sus correspondientes presas en el tramo más alto y bello del río, construidas allá por los años 60 y que han dado agua y fuerza a las poblaciones e industrias a su alrededor. En sus orillas se encuentra, además, una fábrica de armas en Trueba, histórica ya, increíble con sus edificios donde formaban a los ingenieros, escuela para aprendices y una serie de edificios y construcciones que hoy resultan hermosos, como tantos otros que ha ido dejando la industrialización iniciada en el XIX. Las antiguas casas para ingenieros y electricistas ahora reconvertidas para vacaciones, no son las de los Caskey, pero muchas no tienen nada que envidiar. Faltan las tumbonas en los porches para las noches calurosas.
El Nalón, que en las últimas décadas y tras cerrarse las minas de carbón, ha ido recuperando sus aguas claras -aunque a veces el olor del río y sus explotaciones en los alrededores de Trueba llega hasta los valles del otro lado de los Picos de Europa-, es un lugar que resucita. Bien es verdad que no hay noticias de algún animal increíble que viva dentro de sus aguas, pero en las orillas del Nalón, en los altos de su curso, por los valles de Trueba habitan unos animales fantásticos, únicos y recuperados: los osos, que han reconquistado parte de su territorio.
Hasta su desembocadura, tampoco tiene un lugar donde atar un bote verde como el de los Caskey en Perdido. Pero pudo tenerlo. En el siglo XIX hubo un proyecto serio para hacerlo navegable hasta el mar y transportar sus riquezas -hierro, carbón, madera- hasta el Golfo de Vizcaya, como el Perdido al Golfo de México. El ilustrado Jovellanos se lo cargó. Y además, el Nalón, como el Perdido, se cabrea unas cuantas veces. Entonces, aliado con las grandes lluvias de Asturias, provoca las llenonas o riadas que desbordan el río. La más famosa y tremenda fue la de 1676, en el mes de octubre. La llenona se llevó por delante un pueblo entero, Linares del Nalón. ¿Qué más queréis para haceros una de las muchas rutas del curso del Nalón, con los Blackwater en la mochila?
En los últimos años los diferentes ayuntamientos, tras el final de la minería del carbón, han hecho inversiones en saneamiento de sus aguas. Incluso han proyectado playas fluviales y zonas verdes. Los Altos del Nalón están integrados en el parque natural de las Redes, reserva de la Biosfera. Ahora, la fuerza del Nalón, sus saltos de agua, la naturaleza maravillosa y brutal que le rodea, convierte sus orillas en un lugar alucinante para pensar, imaginar y disfrutar.
¿Cómo a alguien no se le ha ocurrido ya una serie negra a las orillas del Nalón? Ah, que no se os olvide, cada cuatro o cinco años, el Nalón se desborda. Tomad nota.
Como somos gente diversa, hay otros que prefieren un río modesto y más para compartir en tiempo de otoño, con las sombras de Halloween siempre presentes. Pocas cosas más gratificantes que disfrutar de las rutas en esas semanas que los árboles visten de rojo, amarillo y colores pardos. El río Borosa, en la Sierra de Cazorla, es uno de los que se ha instalado en el imaginario de las gentes que leen Blackwater y que aman la tierra de Despeñaperros para abajo.
Lo cierto es que quienes conocen el Borosa cuando entran el mundo de Elinor Caskey, lo primero que recuerdan es que nace en la laguna de Aguas Negras. Enseguida, su curso cae por las cascadas del Salto de los Órganos y de la Calavera. Más corto su curso, más humilde en todo. Recorre sólo once kilómetros hasta el Guadalquivir, pero tiene un embalse, el de la Feda, que si bien no es el dique del Perdido y del otro río que marca la confluencia entre el Perdido y el Blackwater,es un muro al fin y al cabo, en un curso corto que viene de Aguas Negras.
Tiene un puente de los Astilleros del que no se sabe por qué, si estuvo cerca de algún astillero siglos a, pero…suena bien para recorrer con amigos. Al fin y al cabo, en su curso pasa por el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas en Jaén. La aldea más cercana al Borosa es la llamada Coto Ríos, dentro de la Sierra del Segura. Pero ¿sabéis qué? Es un lugar muy perdido, nacido porque una aldea llamada de Bujaraiza fue desahuciada al construirse el embalse de Tranco de Beas.
Coto Ríos es pues una aldea creada para los campesinos que perdieron su pueblecito natal. Si a Bujaraiza la borró del mapa el embalse de Tranco, algo tendrá del pueblo de Alabama a las orillas del río Perdido. La sierra del Segura es muy capaz de generar misterios que nacen de lugares anegados, desaparecidos. Y el río Borosa, cayendo por las cascadas de la Calavera y los Órganos, da para toparse con misterios a poca imaginación que le eches. Aunque sea el de algún habitante raro que nace de la piscifactoría del Borosa. Prueba y mira.
Esta hermosa península del sur de Europa tiene un río “Perdido” de verdad: el gran Guadiana, -Anna en árabe- fascinación de los musulmanes que durante ocho siglos vivieron en la península, dieron ese nombre tan árabe a este protagonista. Largo, testigo de heroicas batallas contra los franceses de Napoleón, de leyendas de príncipes y princesas árabes y cristianos, nace en los Zampuñones (Villahermosa, Ciudad Real).
O esa es la versión más extendida, porque otro de sus misterios es que nace en diferentes lugares, dependiendo a quien preguntes. Cuando ha recorrido unos cien kilómetros, en Argamasilla de Alba desaparece, coqueteando con el Parque Natural de las Lagunas del Ruidera. Las provocadoras desapariciones del Guadiana han poblado de historias los pueblos que disfrutan a sus orillas. Los peines de oro, las princesas moras de velos vaporosos, las cuevas misteriosas están ahí.
De entre los grandes ríos de la península, es el más enigmático, además de desaparecer puede ir hasta a contracorriente en alguno de sus tramos. A los Caskey, este río que compartiría el nombre de Perdido con el de Alabama, les hubiera gustado. En sus riberas no hubieran encontrado aserraderos, pero sí esos vinos maravillosos, capaces de provocar que Oscar Caskey o su tío James cambien su buen whisky en la mecedora y al atardecer por un buen vino de Cañamero, Montánchez, Ribera Alta, Ribera Baja, Tierra de Barros y Matanegra.
El principal afluente del Deva es el Cares, hoy podríamos decir que un río influencer en los tiempos del siglo XXI, porque probablemente la ruta del Cares esté entre las cinco más famosas de España a orillas de un curso fluvial. Pero cuando el Cares se une al Deva, las cosas cambian. Sus aguas se hunden, a sus profundos pozos llegan mar arriba los salmones quizá más famosos de España, cuando pueden saltar para desovar.
Esos salmones -alguno de ellos histórico por su tamaño- podrían ser primos de otros personajes que viven en las aguas del Perdido. O alimento. Igual que de las cuevas y hendiduras, o miradores del desfiladero de la Hermida pueden brotar las criaturas más increíbles. Y más si las lluvias se convierten en cortinas de agua, galernas que se cuelan en esas estrechas cavidades. Gentes amantes de la serie de Blackwater, si queréis disfrutar de otro Perdido, las orillas del Deva, desde su nacimiento hasta la desembocadura en la Tina Mayor, con sus fábricas de conservas abandonadas, os van a dar muchas alegrías.
Y hasta aquí nuestros ofrecimientos. Podríamos seguir y seguir, pero es que cada uno debería de encontrar su propio Perdido. Depende de vuestro imaginario.
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