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Playas de arena fina y blanca, rocas planas, pequeñas piedras o plataformas de piedra formadas artificialmente por la mano del hombre hace siglos son los lugares donde perderse y disfrutar de un libro, una conversación de amor o simplemente tomar el sol. La costa de Mallorca tiene innumerables rincones junto al mar que son, como dijo Felipe VI ante los medios en una de sus últimas vacaciones en la isla, "un trozo de cielo en la tierra". Norte, Sur, Este y Oeste: la isla ofrece variedad de paisajes y rincones.
A primera hora de la mañana o a última de la tarde, mallorquines como Ignacio y María pasean por la larga escalinata que les transporta hasta donde el mar baña un pequeño embarcadero. Desde que era adolescente, María, natural de Santanyí, ha visitado estas calas; primero con sus amigas, después con su pareja. Es su pequeño remanso de paz: "esto es un paraíso".
Cala S’Almunia es un pequeño entrante de mar en el municipio de Santanyí, al sureste de Mallorca. Originalmente usado como refugio de pescadores, hace pocos años que los bañistas comenzaron a utilizar las rampas de los varaderos para mojarse en un mar teñido de azul turquesa. El fondo es arenoso, aunque con presencia de rocas sueltas. En su larga explanada de rocas y en la pequeña playa de arena los bañistas extienden sus toallas y disfrutan del edén mediterráneo.
Una familia baja los escalones de la casa que poseen junto al embarcadero, se refrescan metiéndose en el agua transparente y juegan un rato junto a los peces; disfrutan de la tranquilidad de estos primeros días de calor, lo hacen cada mañana, juntos siempre que pueden. Con el pelo aún mojado vuelven a subir los escalones y se refugian en su casa de piedra. La brisa del mar se cuela entre el hueco que ha realizado el paso del tiempo y la erosión, creando una piscina natural donde los bañistas atrevidos se lanzan desde las rocas más altas.
Tranquilamente de pie junto al embarcadero, Phillip, inglés de nacimiento y residente en el pueblo de Deià, se lanza de cabeza al agua tranquila del Mediterráneo. Su senalla (bolso típico mallorquín) le espera en la orilla del embarcadero. Solo tres barcos son mecidos por las olas, pocos para esta hora de la tarde. Un grupo de jóvenes desciende por las rocas, tras resguardarse del calor en una de las cuevas que abundan en la cala.
Cala Deià es una verdadera experiencia, una playa bastante escondida en el corazón de la Serra de Tramuntana, al noroeste de Mallorca, popular por su encanto, su historia y su ambiente acogedor y hippie. Se puede acceder a ella a pie por un sendero entre árboles, escuchando el rumor del agua correr por el pequeño torrente que desemboca en la cala.
Este entrante de mar –bellísimo– está rodeado de acantilados medianos, coronados por monte bajo y pinar. Compuesta principalmente de pequeños guijarros y grandes rocas, aquí la gente suele tumbarse como lagartos, disfrutando de las aguas transparentes verde azuladas, del majestuoso entorno montañoso, de las casas de piedra y de la buena comida.
Cala Deià cuenta con dos restaurantes, ambos con comida de buena calidad, principalmente pescados. En esta playa te puedes cruzar con distintas personalidades famosas del mundo de la música y el diseño residentes en el lugar; desde Bob Geldof, Annie Lennox y Andrew Lloyd Webber pasando por Caroline Corr o Matthew Williamson.
Bajar por la larga y empinada carretera es toda una experiencia, pero al llegar, la vista conquista cualquier sentido: un acantilado y una cascada de varios metros desemboca en un mar transparente con un extenso fondo marino. Una escalinata, con barandilla de madera, lleva a los bañistas hasta los cantos rodados y gravas que forman el talud. El reflejo del sol en las paredes verticales proporciona a Cala Banyalbufar esa tonalidad única en el mundo común en las calas del norte de Mallorca que invita al buceo.
Dos vecinos preparan sus gafas y se ajustan su neopreno con dificultad: "La cuarentena ha hecho mella", dice uno de ellos mientras una carcajada se camufla entre el repiqueteo del agua de la cascada contras las rocas. Un grupo de chicas toma el sol en la pequeña explanada de hormigón que separa el acantilado y el agua; una de ellas se levanta y se zambulle en el mar.
Aquí es recomendable utilizar sandalias tanto fuera como dentro del agua, ya que las rocas presentan bordes afilados. El fondo es irregular, alternando áreas de poca profundidad con zonas donde de repente se pierde el pie. Entre la temperatura del agua y el suelo desigual, la bañista intrépida termina con la cabeza bajo el mar, escudriñando cada rincón entre las rocas donde se divisan peces, cangrejos, erizos y alguna medusa.
Alicia Leal, en lo alto del dique de protección para las barcas marineras típicas mallorquinas (llaüt), observa la playa y vuelve la vista al mar, aspira la soledad y el silencio solo roto por las olas del mar golpeando las rocas. Alicia es residente en el pueblo desde hace tres años, vino de Madrid acompañada de su novio, natural del pueblo, y disfruta de los pequeños placeres que ofrece este ideal paraje mallorquín casi a diario.
Un sombrero para el sol, unas zapatillas cómodas para andar apenas 1 kilómetro, un pareo y un buen libro es lo único que se necesita para pasar un rato en la playa de arena blanca y fina con aguas transparentes y tranquilas en Mallorca. Es Carbó, también conocida como Platja d'es Carbó, es una de las playas situadas más al sur de la isla de Mallorca, cerca de la Colònia de Sant Jordi, frente al islote de na Molina; es el arenal sin urbanizar más frecuentado por los vecinos de este núcleo. Este enorme arenal de finísimo grano está cubierto de posidonia y de ramas vertidas por el mar.
Otra manera de llegar a esta playa y, quizá mejor opción, es por mar, aunque el patrón deberá extremar las precauciones para fondear su embarcación puesto que a 250 metros de la orilla se registra una profundidad de apenas 2,5 metros hasta un fondo de arena y alga, más la presencia de islotes.
Diana Parra Osorio ha llegado andando a la playa con dos amigos, descansa con la espalda apoyada sobre un tronco que la marea ha arrastrado hasta la arena. La imagen recuerda a los idílicos paisajes de programa Supervivientes, de Tele 5, pero sin gritos ni discusiones. "Ha habido días que he tenido la playa para mí sola", dice. Sobre la arena, a lo lejos, se divisa la isla de Cabrera.
Hace años, antiguos canteros vinieron a serrar la piedra marés (típica de la construcción de Mallorca) para la Catedral de Palma. El hueco que dejaron en la extracción se fue llenando de arena y agua, dejando piscinas y soláriums naturales. Hoy, los vecinos esperan el final del día y gozan de la puesta de sol sobre la bahía de Palma.
Llegar hasta esta zona es bastante sencillo. La playa está situada en la urbanización Maioris, en la localidad de Llucmajor. Se puede dejar el coche en el área del 'Mhares Sea Club' y desde ahí seguir el sendero que llega hasta la zona de playa, como han hecho un grupo de siete amigas. Hacía tiempo que no se veían; al llegar a la orilla extienden sus pareos sobre las rocas y se ponen al día de sus vidas.
Una familia con un niño y una niña buscan cangrejos entre las rocas de una de las piscinas naturales, una mujer disfruta de la lectura y tres niños que la acompañan observan a un grupo de adolescentes cómo se tiran al mar desde la altura que dan unas rocas. Poco a poco el sol descansa entre las montañas y la luz disminuye.
María, Jaime, Irene y el pequeño Santi son una familia de Palma. Descienden por el torrente ayudándose unos a otros para no caer, aunque el camino está bien marcado, las últimas lluvias han dejado el torrente lleno de agua y dificulta su paseo. Tras los arbustos y árboles autóctonos mediterráneos se divisa el mar azul y calmado; un último esfuerzo y la playa de pequeñas piedras estará bajo sus pies. Este pequeño refugio natural apartado de todo turista con colchoneta hinchable lo conoció Jaime pescando en su barca.
Cala desértica por su calor y su poca afluencia, pero con la ilusión permanente de un oasis lleno de agua. Cala Cranc es una de las joyas que esconde con mucho celo el municipio de Andratx. Brad Pitt juega con las piedras que le tira Hellen Verger, es un perro joven e inquieto y su dueña, Sofia Verger hija de Hellen, viene a esta playa por él, para disfrutar juntos del mar. Salta y mueve el rabo, señal de que está contento.
Cala Cranc es un buen sitio para practicar submarinismo con unas simples gafas y sin alejarse demasiado de la orilla, se puede pasar un buen rato fondeando los 11 peñascos que se encuentran en el paisaje marino de esta pequeña y tranquila cala. Matías Morales y Natalia Molina, vecinos de Andratx, toman el sol sentados en ambas tumbonas con los pies sumergidos en el agua. Hace calor, aunque aún no ha llegado el verano. Matías conoce este pequeño remanso de paz de cuando acompañaba a su padre y su madre siendo un niño. Entonces se entretenía jugando con los troncos que el mar arrastraba hasta la orilla, ahora, con Natalia, habla de futuro con el mar como único espectador.