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Sea la hora que sea, la Fuencisla es lugar conveniente para un tentempié. También para comparar el Alcázar, que se alza monumental sobre este paraje, con otros castillos hermanados en sus hechuras. Es el caso del bávaro Neuschwanstein, encargado por el rey Luis II de Baviera, y el castillo de la madrastra de Blancanieves, del que en Segovia se asegura fue la inspiración de Walt Disney para crear el castillo de la película.
Sobre el verde frescor de la Fuencisla, la Vera Cruz planta cara al Alcázar con sus formas simples y rotundas. Asegura la tradición que fueron los templarios quienes fundaron la iglesia, aunque fuentes documentadas señalan que la construyeron caballeros de la Orden del Santo Sepulcro en 1208. De estilo románico, su planta dodecagonal la hace excepcional en la arquitectura religiosa de Europa.
El peregrino pasa bajo los demonios, sirenas y extrañas aves que decoran los capiteles de la entrada y coloca una piedrecilla sobre el mojón kilométrico situado frente al templo. Sin que sea tan abundante como en el tramo madrileño, el tramo que cruza Segovia y Valladolid de este Camino mantiene una razonable cantidad de estos mojones y de las flechas amarillas indicadoras de la ruta jacobea.
Al final de la cuesta de la Vera Cruz se alcanza Zamarramala, donde se celebra el Día de las Águedas, en el que “mandan las mujeres” y los hombres les ceden el bastón de mando. Buena ocasión de reflexionar sobre las profundas raíces de una brecha de género todavía muy lejos de cerrarse y, también, para contemplar trajes y costumbres tradicionales. La fiesta recuerda el papel de las zamarriegas en la reconquista del Alcázar a los musulmanes en el siglo XIII.
Paso a paso, la esbelta torre de la catedral de Segovia se esconde detrás de un redondeado majano. El camino se sumerge en campos de cereal amarillo donde solo habitan la calma y la soledad. Esparcidos entre sus panes, Valseca, Los Huertos y Añe son pueblos que acunan en sus brazos feroces la España vaciada.
Caseríos acartonados por calores y fríos, ventanas y puertas protegidas por tablones sobre los que cuelgan cortinas descoloridas. Ni un alma que no sea la del peregrino camina sus calles. En la plaza de Añe se escucha un tímido tumulto. Los pocos vecinos, jóvenes incluso algunos de ellos, celebran unas fiestas tan domésticas como entrañables.
“Sí que pasa algún peregrino, pero son pocos, la verdad”, cuenta una joven que pasea con su perro por la pista por la que transita el Camino de Santiago. La imagen de la chica con el perrillo parece más lógica en un parque urbano que en estos campos sin alma.
Santa María la Real de Nieva es otra cosa. Se extiende el pueblo alrededor de la iglesia consagrada a Nuestra Señora de la Soterraña y al monasterio dominico adjunto, que le dan su nombre. Junto al templo, los soportales de la Plaza Mayor son lugar de cita de los vecinos.
Considerado uno de los mejores conjuntos de relieves y capiteles del periodo gótico castellano, el templo se erigió en 1393 por orden de Catalina de Lancaster, reina consorte de Enrique III de Castilla. El origen del templo y del nombre de Nuestra Señora está en la leyenda según la cual la Virgen se apareció al pastor Pedro Amador, encomendándole que desenterrara una imagen suya que estaba soterrada en la cercana Nieva.
Las imágenes del pórtico principal, de estilo gótico flamígero, representan escenas de la Última Cena, la Oración en el Huerto de los Olivos, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo. Por su parte, los ochenta y siete capiteles del claustro reproducen escenas guerreras, agrícolas y de caza que conforman un compendio de la vida y las creencias del Medievo.
Nieva, bajo el cerro donde se alza Santa María es puerta a la Tierra de Pinares. El Camino marcha directo a la histórica villa de Coca, capital de esta parte de Castilla. Con algo menos de 2.000 habitantes, es la localidad más importante desde que se dejó la capital segoviana. Punto recomendado para fin y principio de etapa
Coca es uno de los más antiguos asentamientos de la Península Ibérica que han estado habitados de manera continua. Su situación estratégica, en los altos formados sobre la conjunción de los ríos Eresma y Voltoya, es la razón principal de su historia tan antigua.
Los vacceos están entre sus tempranos pobladores. El bravo pueblo celta dio nombre a la actual campiña segoviana: Vaccea. Los dos verracos situados en los jardincillos junto a la puerta principal de la urbe son vestigios suyos. Dominada por los romanos, la villa de Cauca tuvo gran importancia en torno a la agricultura, como lo prueba el que fuese cuna del emperador Teodosio el Grande. Aunque lo más reseñable de la urbe es el castillo. Si la tirada a través de los campos castellanos comenzó en el alcázar segoviano, concluye en otra fortificación, el singular castillo de Coca.
Ordenado construir en el siglo XV por Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, es el más espectacular de su tiempo y uno de los iconos de la arquitectura medieval española. De estilo gótico-mudéjar, está fabricado en ladrillo y merece la pena conocerlo.
Cercana al castillo se eleva la torre de San Nicolás. Es el único resto de la iglesia románica consagrada a este santo. Destaca por su notable altura, situada en las terrazas sobre el valle del Eresma, en una clara posición que denota su papel de torre de vigilancia. Desde su atalaya se contempla a placer el mar de pinos que rodea Coca. Por ellos discurre la siguiente tirada del Camino Madrileño.
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