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Entre los actuales parques naturales del Asón y de las Marismas de Santoña, aquellos antepasados cazaban y recolectaban, pero también desarrollaban sus propias expresiones culturales y religiosas en las paredes de las grutas y veneraban a los miembros de referencia en la tribu, a quienes ya enterraban con flores y otros adornos.
Desde lo alto de los collados, cuando se contemplan los valles de Soba y Asón, no es difícil imaginarse ese mundo prehistórico. Esta comarca del oriente de Cantabria se mantiene casi vírgen y así se puede disfrutar en buena parte del recorrido hasta el mar. Del mismo modo que todavía sus cuevas prehistóricas están plenas de hallazgos, en la superficie aún quedan restos de la cultura pastoril y agrícola que se ha mantenido durante milenios.
En el Parque Natural Collados del Asón, macizo kárstico de gran relevancia espeleológica, hay rutas entre hayas, abedules y pastizales. "Para un paseo corto, a mí me encanta la que asciende hasta el poljé (valle cerrado sin salida) de Brenavinto, que en primavera se inunda con el deshielo, formando un lago temporal", sugiere Cristina Molinedo, que organiza excursiones desde su empresa Naturaliti y es experta en flora y fauna de la zona. Una propuesta más completa pasa por llegar, superado Brenavinto, hasta el circo glaciar de Hondojón, la joya del parque, cinco horas y media de recorrido, con paradas en cabañas centenarias que se vuelven a habitar por sus pastores en verano.
El principal atractivo prehistórico de esta zona es la cueva Covalanas, en Ramales, colgada en mitad de una pared de caliza. Antes de descubrir sus misteriosas pinturas magdalenienses, merece la pena disfrutar del paisaje que inspiraba al artista que luego se adentraba en la gruta. "Tenemos certeza de que en estos valles ya vivían los neandertales hace 100.000 años. Son lugares estratégicos de paso de animales, refugio frente al frío de la meseta, orientados al mar. Las poblaciones de sapiens que llegaron luego se movían siguiendo el curso del Asón, tras los rebaños de bisontes, ciervos y caballos", explica Joaquín Eguizábal, guía de la cueva y apasionado de una Prehistoria de referencia en el mundo.
No en vano, en la cercana cueva del Mirón se encontró en 2010 el primer enterramiento del Paleolítico en España, una mujer de unos 40 años, que fue inhumada con flores (se hallaron restos de polen y estaba cubierta por un polvo de extraordinario color rojo brillante procedente del monte Buciero de Santoña, a 40 kilómetros). "Da idea del tránsito habitual en todo el cauce desde hace 20.000 años", apunta Eguizábal.
El paseo por el centro de Ampuero o Limpias, pueblos ahora tranquilos después de que la carretera los circunvale, permite descubrir esos clásicos cascos urbanos de aire montañés, marcados por el Asón, a cuya orilla se encuentran. Antes de entrar en Limpias, y pese a estar cercado por muros, se puede visitar el palacio de Eguilior gracias a su condición de Parador Nacional. Y en lo alto, después de ascender por una sinuosa carretera, el santuario de la Bien Aparecida, patrona de Cantabria, cuya fiesta, el 15 de septiembre, es otro de esos momentos de encuentro para las gentes de la comarca.
El río discurre tranquilo hacia el mar, y sus aguas han cambiado el salmón de los comienzos bravos por las angulas que se pescan en la orilla de la ría, a la altura de Limpias. Aquí empiezan las 4.000 hectáreas del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel paraíso de la ornitología, sobre todo en invierno, en el paso migratorio de las más de 120.000 aves de 120 especies que anidan en la zona.
"Es el lugar de invernada más importante del Cantábrico, adonde acuden a anidar las aves del Ártico y el norte de Europa", explica Alejandro García Herrara, de Aves Cantábricas. Organizan rutas ornitológicas en barco de noviembre a marzo para disfrutar de las fantásticas poblaciones de barnacla carinegra, serreta mediana o colimbos, reyes del estuario.Otra opción es acercarse al monte Buciero, aquel que frecuentaban los antepasados de Covalanas, los primeros habitantes del Asón. También ellos disfrutaban, como hoy sus descendientes, de las playas de Laredo y Santoña.
Este reportaje aparece publicado en el libro 'Inspiraciones' de Guía Repsol 2018.