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Carrícola y Otos son dos pequeños municipios de la comarca de la Vall d'Albaida, a apenas una hora de Valencia o Alicante (y media hora de Gandía), que han apostado por la cultura como un potencial para vecinos y visitantes. Un plan perfecto para una excursión con niños o con tu amigo de cuatro patas.
A la entrada del pueblo un cartel con la tipografía de un famoso refresco te anuncia que estás en Carrícola, la xispa de la Vall, en referencia a la comarca de la Vall d'Albaida. Y sí, la chispa te prenderá enseguida, ya que es difícil no enamorarse de este lugar. Este pequeño pueblo de menos de cien habitantes es un modelo agrícola y de desarrollo rural desde hace décadas. En los años ochenta, convirtieron toda la producción en cultivo ecológico y desde entonces se organizaron en cooperativa. Además, son un compendio de buenas prácticas como, por ejemplo, un sistema natural de depuración del agua, el compostaje de las basuras o el impulso a la federación de las mujeres rurales.
El término municipal está lleno de obras de arte que se integran orgánicamente en calles y sendas. Hay muchas maneras de visitar y conocer este gran museo al aire libre lleno de obras respetuosas con el medioambiente que dialogan con el paisaje. Algunas piezas son efímeras o van mutando con el paso del tiempo, por eso cada visita puede ser diferente. Aquí proponemos dos rutas realizadas por libre, pero si llamáis al Ayuntamiento podéis concertar una visita guiada o solicitar un mapa.
Se trata de una ruta perfecta para hacer con niños, ya que es súper entretenido ir buscando las esculturas que salpican toda la senda que lleva al castillo. Si vas haciendo fotos y disfrutando del camino, como es nuestro caso, te llevará un par de horas. Desde el frontón comenzamos a subir hacia el Vía Crucis y la ermita del Cristo del Calvario.
Allí ya encontramos algunas esculturas y unas baldosas con un QR donde la artista Lucía Juan nos cuenta la historia de una anciana que pasó tres noches perdida en el monte. Pasamos junto a las vides del celler de Cris Vanyó, un productor local de vino natural y pronto veremos el búho hecho con piezas de metal recicladas, un cactus de madera (ambas obras de Vicente Villar) y el “Cau de l'Ull" de Xavier Molla, un ojo en la montaña que nos sigue y nos mira.
Seguimos por la senda y nos encontramos una enorme araña, los cavernícolas cazadores, más esculturas de metal y una librería que recoge el nombre de todos los municipios de este valle, obra de Iñaki Ferrero. A mitad de camino está la “Font dels Unflats”, una fuente que los artistas Ximo Canet y Josep Sanjuan ornamentaron con las caras de los vecinos del pueblo soplando y que es un lugar perfecto para hacer una paradita y coger fuerzas.
Uno de los últimos tramos lo haremos subiendo los escalones de Miguel Cañada, que de tan chulos que son los subimos y bajamos varias veces haciéndonos fotos. Y así, casi sin darnos cuenta, hemos llegado al castillo. El castillo, que en realidad es una torre del S. XV con un pequeño recinto fortificado, fue restaurado hace poco y está en muy buen estado. Varias teorías apuntan a que se trataba de un puesto de la época almohade desde el que se vigilaba la sierra de Benicadell.
Desde allí las vistas son impresionantes y abarcamos con la mirada todo el valle. Si ascendemos un poquito más hay un pequeño jardín botánico con los nombres de las plantas para que apreciemos y conozcamos la biodiversidad de la zona.
En este punto empieza el camino de bajada si queremos hacer la ruta circular, pasando por la Font del Melero, un paraje con una fuente y algunas mesas donde descansar o pasar el día en plena naturaleza. Si quieres hacerlo más rápido puedes volver por la misma senda por la que subiste.
Uno de los tesoros más preciados de este pueblo es su sistema de acequias y canales de riego, que se ha mantenido casi inalterado durante siglos y que sustentan a las huertas carricolinas hasta ahora. Estas infraestructuras de agua, construidas por los árabes en la Edad Media, son el corazón de la Ruta del Agua. Sobresalen tres arcadas o pequeños acueductos que permitían mover el agua. Se pueden visitar en una ruta de gran facilidad, pasando por los barrancos que las acogen mientras encontramos diferentes piezas de land art, una iniciativa en colaboración con la facultad de Bellas Artes de la UPV, que invita a artistas valencianos a dejar su impronta en calles y sendas.
Si comenzamos cerca del frontón encontramos una escultura donde Milagros Bayarri ha revestido un árbol con metal, una gran nuez de Reme Tomás, una arcada sobre el barranco y la “Columna de la Memoria" de Josep Sanjuan. De ahí nos adentramos en el pueblo haciendo parada en la plaza.
En la fuente de los Cinco Chorros pasean los caracoles del escultor Jaume Espí, alguna rana escondida y las golondrinas de cerámica. Bajo esta plaza el artista Pau Lagunas ha colocado una cápsula del tiempo con objetos y testimonios de los vecinos que abrirán en el año 2043. Seguimos hacia abajo buscando el lavadero y por el casco urbano hallaremos numerosas obras de arte como el mural de cerámica “Lluvia, vuelve “que las artistas Peregrini y Despeinada realizaron de manera colaborativa con los vecinos.
Ya en la zona de huertos de la parte baja del pueblo se encuentran dos obras de Lucía Loren: las “Torres de la Biodiversidad”, una escultura que es también hotel de insectos y el interrogante de lavanda, una pieza de land art que va mutando con las estaciones. Allí también está la plaza de las culturas que es además sede de la escena Erasmus de teatro.
Continuamos bajando hasta llegar al paraje de la balsa del Gatell y las arcadas islámicas en el barranco del Castell. Aquí las piezas de arte están construidas con cañas, cuerdas, madera y elementos que se funden con la naturaleza. Rafa Abdón, Rafa Calvo, Eusebio Cerdá, Tino Pla, LLuc Armegol, Rosa Estruch y Miguel Ferri son algunos de los artistas que han dejado su impronta en este hermoso lugar.
Si planificáis vuestra visita y vais con tiempo en el pueblo hay una casa rural con habitaciones y un hostal restaurante, donde los perretes son bienvenidos. Los domingos se celebra un mercado de artesanía y producción ecológica ideal para conocer el aceite, el vino o la cerveza artesanal ¡Huit Pins!, creada por la cooperativa de Carrícola, junto con la asociación Minvant i Creixent. En noviembre es el festival ‘Biodivers’, donde podéis coincidir con los artistas y a lo largo del año se dan algunas citas culturales.
A cuatro kilómetros de Carrícola se encuentra Otos, un hermoso pueblito donde el tiempo, el arte y la naturaleza se unen en un mismo lugar. Esta localidad de apenas 450 habitantes dispone de una interesante ruta turístico-cultural que cuenta con más de una treintena de relojes de sol.
Un proyecto nacido en 2005 gracias al gnomonista otosí Joan Olivares, ha contado con la colaboración de diversos artistas, escultores, ceramistas y pintores de la Comunidad Valenciana reconocidos internacionalmente como Andreu Alfaro, Artur Heras, Antoni Miró, Manuel Boix, Joanma Tormo, Elisa Martí, Rafael Amorós o Arcadi Blasco.
En esta época de teléfonos móviles e inteligencia artificial igual nos hemos olvidado de esta antiquísima forma de medir el paso del tiempo. ¿Qué sabemos de los relojes solares? Las personas que fabrican relojes solares se llaman gnomonistas, porque la sombra que proyecta el reloj se llama gnomone. Cada reloj contiene peculiaridades técnicas, artísticas y culturales diferentes. Buscarlos por el pueblo es una bonita forma además de conocer el municipio. También podemos realizar una de las visitas guiadas que el Ayuntamiento ofrece algunos sábados y domingos.
En Otos encontraremos diferentes tipos de relojes, desde los más sencillos y fáciles de entender a los más complicados que devienen en auténticos jeroglíficos matemáticos y culturales. Algunos con guiños a la literatura como por ejemplo el de los pimientos del artista Rafael Armengol, en alusión al poema de Vicent Andrés Estellés; o el Polifem de Manuel Boix, que recrea el mito del cíclope de Ulises.
Otros hacen referencia al mundo rural: el que el muralista Antonio Espinar ha creado en el antiguo lavadero en reconocimiento a las mujeres que allí iban allí a lavar la ropa, el reloj de un horno incrustado en la pared con la que Joanfra Tormo ha referenciado a este oficio o el de la artista otosina Elisa Martí que homenajea al bandolero Mariano Seguí i Calatayud, el “gatet de Otos" y que incluye un reloj lunar, seguramente porque el bandolerismo es un oficio que se practicaba con nocturnidad. ¿Y cómo funciona un reloj lunar? Tendréis que venir a Otos a descubrirlo.
Andreu Alfaro, uno de los principales escultores valencianos, también ha dejado su impronta en Otos con un reloj llamado “La norma no es un dogma”, paradigma de la unión de arte y ciencia, formado con los básicos de la matemática: el círculo y la recta. También hay complicados relojes ecuatoriales, que son los que tiene su superficie inclinada, armilares que son una variante esférica de los relojes ecuatoriales y hasta un reloj que marca en una misma pared las horas actuales además de las babilónicas, las itálicas, las canónicas, los solsticios y equinoccios y las horas de rezar islámicas. Una locura de reloj de Joan Olivares que cita la frase del emperador romano Augusto, “Festina Lente” (apresúrate despacio).
Entre reloj y reloj podemos disfrutar de este pueblo donde el tiempo pasa despacio. Visitando, por ejemplo, el Palacio del marqués de San Josep, un edificio barroco construido en 1725, restaurado en los años noventa, y que actualmente alberga el ayuntamiento y una sala de exposiciones. En este palacio se encuentra la exposición permanente dedicada a Antoni Miró, una oportunidad para conocer a este artista referente del realismo social.
También es interesante la Iglesia de la Inmaculada Concepción de estilo neoclásico. Allí podemos jugar a buscar el zorrito protagonista de algunas leyendas otosinas o el Sol, la Luna y el pozo de la sabiduría. También podemos disfrutar de la naturaleza y el patrimonio paseando hasta el Castillo de la Carbonera, o el castellet como le llaman en el pueblo, una muralla de 300 metros de origen islámico de la que ya quedan apenas unas ruinas, pero en un enclave muy hermoso. Al igual que en su vecina Carrícola la oferta cultural es extensa, por lo que os recomendamos visitar antes la web del Ayuntamiento por si tenéis la suerte de encontraros con un concierto de la banda de música, un recital de poesía o en el mes de junio alguna de las propuestas del festival de artes escénicas 'Festalger'.
'La Casa de la Señoritas' sería la traducción del nombre de este hotel rural y restaurante. Se llama así en homenaje a Isabel y Teresa, las últimas moradoras de esta casa solariega del S. XVII. Las siete habitaciones decoradas con mimo y estilo rústico tienen los nombres de algunas de las mujeres que han vivido en ellas.
Al frente de este proyecto de restauración hay cuatro mujeres emprendedoras: Assumpció, Maria, Clara y Mariam. Tanto en el restaurante como en el hotel hay muebles y piezas antiguas recuperadas como, por ejemplo: herramientas de trabajo, cerámica, libros y ¡cómo no! Relojes. Un mural del artista Toni Espinar nos da la bienvenida y en su terraza se hallan algunos de los relojes de sol más interesantes de Otos. Además, puedes ir con tu mascota.
En el restaurante se ofrece un menú que va cambiando con las estaciones del año, apostando así por el producto de temporada y la cocina tradicional valenciana. Nosotros probamos un rico arroz de montaña y, como entrantes, queso y salchichón de Cocentaina con nueces y buñuelos de bacalao. Para beber nos ofrecieron “el vino de la casa, que lo hace el farmacéutico del pueblo”, que nos sorprendió gratamente.
También es típico el arroz en cassoleta, el espencat, el figatell y en verano las noches temáticas con menús especiales. Para acabar, postres caseros y el típico cremaet (café con ron y limón). Las vistas al Benicadell en la terraza son maravillosas y aquí podemos comer, cenar o disfrutar de un clásico “esmorzar” valenciano a media mañana, perfecto para coger fuerzas en una excursión.
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