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Cartagena es una localidad con una intensa historia milenaria. De ella partió Aníbal para conquistar Roma con sus famosos elefantes. Pero también durante la primera República fue noticia al proclamar su independencia de Madrid. Al visitar este puerto mediterráneo flanqueado por cinco colinas nos invade casi una nostalgia lisboeta. Edificios modernistas, un halo de esplendor perdido, cafés y pasteles propios...
Al pasear por algunas de las calles de su centro histórico, cercano al puerto, se siente una melancolía similar a la que se palpa en las calles de Lisboa. Pero a diferencia de lo que sucede en la ciudad lusa, Cartagena parece estar en estos momentos pasando una página de su historia. Al menos eso parecen querer decir las fachadas colgando en el aire de algunos edificios. Quién sabe qué historias guardarán los solares que hay tras esos caparazones de piedra.
Pero todavía hay rincones que permiten imaginar cómo transcurría la vida al proclamarse el Cantón de Cartagena, el 12 de julio de 1873. Una historia fascinante que sirvió de telón de fondo a la novela de Ramón J. Sender Míster Witt en el Cantón.
Las capas de historia que se dejan ver en la ciudad permiten sorprenderse con paisajes urbanos peculiares. En una de nuestras visitas por ejemplo acabamos caminando de noche por el solar del monte sacro. Un espacio destartalado que albergaba en tiempos viviendas humildes. Resulta extraño encontrar algo así en el centro de una ciudad.
Su actual estado se explica porque según algunos vecinos es probable que esconda restos históricos importantes. De ser así, y si las luchas políticas locales lo permiten, existen planes para convertirlo en el futuro en algo similar a lo que hoy es el viejo barrio del Molinete: un parque arqueológico en el corazón de Cartagena. En el que ya existe se puede visitar el foro romano.
Para comprender cómo esta ciudad se está reencontrando con su glorioso pasado, lo mejor es visitar el Teatro Romano. Muy cerca del puerto. Al contemplarlo cuesta creer que fuese descubierto casualmente en una fecha tan reciente como es 1988. Algo similar sucede con el anfiteatro romano de la ciudad. Había constancia de su existencia, pero no ha sido hasta hace relativamente poco cuando han comenzado las excavaciones arqueológicas bajo la antigua plaza de toros.
El anfiteatro, prácticamente oculto a los ojos del visitante, es mayor que el coso taurino y era inundable, por lo que incluso podían recrearse batallas navales. Para hacerse una idea de su magnitud recomendamos verlo desde el ascensor panorámico de la calle Gisbert, donde también se pueden visitar un complejo de refugios de la Guerra Civil.
También emociona encontrarse con los restos de la muralla púnica. Un vestigio histórico de gran importancia, pues nos da la pista de que Cartagena ya era una gran ciudad incluso antes de ser conquistada por Roma. El espacio de interpretación de la muralla guarda otra gran sorpresa. En él se puede visitar la tétrica cripta de la desaparecida ermita de San José, en cuyos muros se ven pinturas con esqueletos realizando la danza de la muerte.
La cantidad de espacios de relieve histórico es enorme: la Casa de la Fortuna, el castillo de la Concepción, el fuerte de Navidad, el augusteum, el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, el Museo Arqueológico de Cartagena...
También resulta imprescindible perderse por la calle Mayor y sus aledaños, donde se puede dar un paseo en barco o visitar el submarino de Isaac Peral en el Museo Naval. Estas calles están abarrotadas de edificios modernistas. Aunque algunos de ellos han sido ocupados por las inevitables franquicias, aún es posible toparse con lugares interesantes. Como el Casino decimonónico de la calle Mayor, que nos pone sobre la pista de la pujanza económica que llegó a tener la localidad durante el alzamiento cantonal.
El bar 'Columbus', un establecimiento con solera muy cercano al puerto, es un buen sitio para tomar un asiático, un café con Licor 43 típico de Cartagena. Para desayunar o merendar conviene visitar en la calle Santa Florentina la panadería 'Cavite', uno de los lugares en los que comprar el pastel de Cierva. Una especialidad del cercano Mar Menor que mezcla lo dulce con lo salado.
Si a la hora de la comida o de la cena queremos probar pescado de la zona, la mejor alternativa es visitar alguno de los restaurantes que se encuentran cerca de la cofradía de pescadores. En 'El Varadero', un negocio familiar, tuvimos la ocasión de probar chirretes, huevas y letones. En cualquier caso la oferta de bares y restaurantes con los que cuenta Cartagena es enorme, por lo que no será complicado encontrar platos para todos los gustos.
La abrupta costa de Cartagena y sus alrededores, además del puerto, impiden que la ciudad tenga playa como tal. El sitio más cercano para darse un baño en el Mediterráneo es la pequeña Cala Cortina. Aunque a unos kilómetros en coche o en autobús también están las playas de Calblanque, las de Cabo de Palos o las de la Manga del Mar Menor, que en parte pertenece al enorme término municipal de Cartagena. En la Manga, por cierto, se encuentra las Amoladeras, el espacio en el que se han encontrado los vestigios de los pobladores más antiguos de la zona.
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