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La Plaza de África es la principal de la urbe caballa. Aquí los patrones de la ciudad se rifan la atención entre la Iglesia de Nuestra Señora de África y la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Mientras desde una esquina saludan el Ayuntamiento y el edificio de la Comandancia General, máxima autoridad militar. En el centro, un monolito conmemora la Guerra de África.
En la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, de corte neoclásico, los ceutíes cristianos rinden culto a su patrón San Daniel. Menos profusa en decoración interior que su vecina Iglesia de Nuestra Señora de África, la catedral se alza altiva con sus dos torres en la plaza llena de palmeras evocando a la de Cádiz. Una visita obligada es la iglesia que custodia a la alcaldesa perpetua y patrona de la ciudad: la Virgen de África.
Cuenta María Antonia Paublete, guía turística, que en 2018 se cumplieron 600 años de la llegada de esta piedad a Ceuta, traída por los portugueses. Dos detalles destacan de esta talla que indican su relevancia en la ciudad: en una mano lleva el Aleo, bastón de mando ceutí; y a su derecha, junto al manto, se encuentra el fajín de capitán general, como muestra de la devoción militar.
Las Murallas Reales, el límite de la Ceuta antigua, constituyen una de las grandes bellezas de la localidad. Varios revellines, un patio de armas diáfano y un foso navegable desde la época portuguesa se suman al conjunto de la fortaleza ceutí, construida en la parte más estrecha del istmo y desde donde no se pierde de vista el mar. La guía turística revela los cambios más recientes de la fortificación como la desaparición de una antigua discoteca de verano que estaba ubicada muy próxima a la sala de exposiciones en el Revellín de San Ignacio o la recuperación del Patio de Armas. Hoy los chavales juegan en el Corralillo de Santa Ana, antiguos establos de caballos, ajenos a tanta historia.
Ceuta ofrece, además, otra forma de conocer sus murallas: desde su foso, el único navegable de Europa. Junto al espigón de la Playa de la Ribera se encuentra el club 'Ceuta Kayak', donde José Abdo, su joven gerente, acompaña a los más noveles en su incursión por la bahía sur. Al fondo, las costas marroquíes de Castillejos y Cabo Negro, antes de adentrarse en un canal de aguas cristalinas y poco profundas –algunos se pegan un chapuzón en ellas, pero hay que tener cuidado con las motos de agua y pequeñas embarcaciones que también tienen autorizadas el paso–. El recorrido en los meses de verano es más espectacular, si cabe, pues se inicia en el atardecer y con el foso iluminado.
Aunque la conocida como Puerta Califal, una impresionante joya del siglo X, se encuentra en una zona de las Murallas Reales requiere un punto y aparte. Donde se ha construido el museo para albergarla, un acceso subterráneo desde lo alto de la fortificación, se hallaron en escasos 20 metros lineales retazos de toda la historia ceutí: restos de asentamientos prehistóricos de hace 170.000 años, un horno y un lavadero romano del siglo I, partes de murallas del siglo V hasta las construidas en épocas posteriores por los árabes y los portugueses.
Este yacimiento fue descubierto en una de las estancias del Parador Nacional en el 2002 fruto de la casualidad, cuando un arquitecto de la ciudad vio dos partes de muralla totalmente diferentes. Desde el año siguiente se trabajó para que hoy cualquiera pueda adentrarse en este recorrido histórico ceutí.
En diferentes puntos de la metrópoli, como en algunas de las salas del Ayuntamiento, de repente uno se tropieza con las pinceladas rápidas de Mariano Bertuchi. El distinguido como 'pintor oficial de Marruecos' evoca, sin embargo, con sus luces y sombras a Joaquín Sorolla, aunque con paisajes ajenos al pintor valenciano. En la obra de Bertuchi predomina un retrato tranquilo del Marruecos colonial que llega hasta nuestros días intacto. Ahora mismo ocupa un lugar privilegiado en el Museo de Ceuta de las Murallas Reales, donde una selección de unos 90 óleos y 45 acuarelas permanecerán expuestos al público hasta abril del 2021. Su obra merece una parada en la ruta por la urbe.
Se ha convertido en una de las grandes atracciones turísticas pese a las playas de las que dispone la ciudad autónoma. La obra póstuma del artista lanzaroteño César Manrique, que tanto se parece a la que hizo en Tenerife, atrae tanto a locales como a forasteros. En sus 56.000 metros cuadrados dispone de lagos gigantes que se llenan con agua del mar, palmeras, cascadas y saltos de agua rodeados de un espacio para hamacas. Abierto desde abril hasta octubre, el parque cuenta incluso con un bar dentro de una de las piscinas del que hacen uso los ceutíes más jóvenes.
"Se puede comprar un abono anual y venir todos los días. De hecho, muchos aprovechan la hora de comer en el trabajo para venir, darse un baño y tomar un poco el sol antes de volver", afirma María Antonia, quien explica cómo funciona el centro durante los meses de calor. Algunas noches, un cine de verano anima a los que se resistieron durante el día a acudir al famoso parque que dispone de restaurantes como el de 'Grano y Carbón', de los mismos dueños que el 'Bugao', o 'El Cielo' con una espectacular terraza para ver todo el parque y el mar al mismo tiempo.
Varios edificios emblemáticos ocupan los paseos principales del corazón de Ceuta. Inaugurando el Paseo del Revellín se emplaza el Edificio Trujillo, que debe su nombre a la familia que lo mandó construir. Su escalinata, que parece diseñada para lucirse en las fotos, casi hace olvidar que estamos en un inmueble de viviendas mezcladas con algún negocio. En la segunda planta, la tienda 'Bureau 7' trae ropa y complementos de la península en pequeñas dosis: solo disponen de un modelo de cada prenda. Una garantía de originalidad en la ciudad.
Las hermanas Vanesa y Noelia Argies, nacieron en Ceuta, a donde regresaron con este negocio tras 20 años instaladas en Málaga. Lo que comenzó como un pop up, ha acabado convertido en una apuesta firme por una selección personal de prendas y accesorios para mujer. "Cada 15 días tenemos ropa nueva multimarca, solo una prenda por talla porque nuestras clientas, que van desde los 15 a los 60, buscan modelos fuera de las franquicias y no podemos permitir que se encuentren a otra persona con lo mismo", explica Vanesa.
Avanzando en la ruta, la Plaza de Nelson Mandela se abre blanca con las formas claras y limpias del arquitecto portugués Álvaro Siza a un lado del Paseo del Revellín. El espacio diáfano acoge el Auditorio y Centro de Congresos de Ceuta, que recuerda la pieza de un puzle mal encajada entre los edificios históricos que componen la avenida sin llegar a restarle encanto.
Ya en la calle Camoens, continuación del paseo, se eleva la Casa de los Dragones, donde las enormes criaturas tumbadas sobre lo alto de la fachada, como si acabaran de escapar de Juego de Tronos, parecen vigilar a los transeúntes. Construida a principios del siglo pasado, en realidad, los dragones son réplicas de los originales, que fueron retirados durante la Segunda República. Ha sido ocupada como casino, vivienda, oficinas de la Falange, colegio de monjas e, incluso, caja de ahorros, aunque lo extravagante de sus estatuas ha dado más para centrarse en leyendas, casi todas relacionadas con la masonería, que en sus ocupantes.
En un lateral de la primera planta de la Biblioteca Pública Adolfo Suárez se extiende, perfectamente integrado con el edificio moderno, el yacimiento arqueológico Huerta Rufino, compuesto por los restos de varias viviendas del siglo XIV. Tres columnas triangulares sostienen el edificio de seis plantas de tal forma que las piedras rescatadas de siglos pasados son desde cualquier altura el centro de todas las miradas. El visitante siente cómo los arquitectos, Ángeles García de Paredes e Ignacio Pedrosa, cumplieron con los objetivos de proteger y destacar el hallazgo al mismo tiempo que diseñaban un inmueble funcional. Todo esto se ha traducido en varios premios arquitectónicos.
Más allá de los conciertos o exposiciones que se celebran en el recinto y del uso habitual de sus salas de lectura y estudio, el conjunto conlleva una responsabilidad que no se abandona nunca. Dolores García Pérez-Regadora, gerente de la Biblioteca y de su agenda cultural, cuenta que el yacimiento se mantiene por arqueólogos con una intervención mensual y otras, de distinta índole, trimestrales.
Se sabe que Ceuta es una tierra de salazones desde la época romana, bocados que siguen en la alimentación de cada casa hasta nuestros días. Para que esto sea posible, hombres como José de Marcos, de 71 años, mantienen esta tradición artesanal de tratar el pescado. José lleva desde que nació conectado con el mar. Sus padres, de Cabo de Gata (Almería), llegaron a Ceuta para ganarse la vida en la almadraba. "Trabajé muchos años en el Ayuntamiento, pero en cuanto salía me venía al mar", cuenta este maestro salazonero en el cuarto que ocupa en el puerto de Ceuta, donde se le puede encontrar manipulando el pescado que le traen los pocos pescadores que salen durante todo el año. "Ahora, fuera de la temporada de atún, casi no hay pescadores ceutíes", explica Keke Raggio, promotor del proyecto 'SalZone’, que nace con el objetivo de proteger esta labor. Solo quedan nueve maestros salazoneros en Ceuta y son todos muy mayores. "Ahora se han sumado dos chavales para aprender el oficio, uno de 14 años y otro 21", dice esperanzado Keke.
A las 7 de la mañana José llega al puerto pesquero hasta las 7 u 8 de la tarde y, excepto a la hora de la comida que va a casa, permanece en su caseta destripando el pescado para luego meterlo en sal gorda. "Se deja así tres horas y luego ya se cuelga. Dependiendo de si sopla levante o poniente se seca antes o después", explica José. Con el primero, tarda más pero se seca mejor: "de dentro a afuera". Con poniente, se seca más rápido pero el interior del pescado "se queda más crudo". Entre seis o nueve días, dependiendo del viento, tarda el salazón en estar listo. Hoy, delante de nosotros, prepara bonito y voladores mientras los de días anteriores se mecen colgados en los ganchos de la caseta, donde huele a mar salado.
Ahora es más fácil que nunca cruzar el Estrecho desde Málaga o Algeciras para llegar hasta Ceuta. Desde la primera, en poco más de media hora de helicóptero, con la compañía 'Hélity', el pasajero se lleva desde el aire una primera impresión de lo que le depararán los barrios y montes de la ciudad autónoma. Ojo, porque ahora también cubre el trayecto entre Ceuta y Melilla.
Recién estrenado, el 'Hércules Boutique Hotel' abrió sus puertas en enero, está en el centro de la ciudad: a escasos metros del paseo principal, por un lado, Plaza de África por otro y del club Náutico. Con 11 habitaciones, una de ellas suite con terraza, aspira a suplir la carencia habitacional a la que se enfrenta Ceuta. "Nuestro lema es que las personas que se alojen en el hotel entren como clientes y salgan como amigos", dice Omar Dellero Torres, gerente del alojamiento junto a su pareja.
Entre sus dos apuestas más interesantes están sus amenities naturales hechos por la Cooperativa Rahyan en Chauen, y que, si te gustan, puedes comprar en la misma recepción. Además, esperan llenar sus paredes cada seis meses con los cuadros de un artista ofreciendo al cliente la opción de compra. Ha arrancado con esta iniciativa la artista Yasmina Kadaoui con sus líneas y colores.
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