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Comenzamos un viaje de más de 260 años por varios hitos de la geografía tinerfeña que despierta la curiosidad sin atender a edades, condiciones o creencias. Una exploración sensorial decorada por elementos característicos de la cultura local, que une a distintas generaciones e incluso a pueblos separados por más de 2.000 kilómetros.
¿Has visto alguna vez una ermita circular? Una cuestión geométrica alumbró esta llamativa posibilidad en el barrio pesquero de El Pris, en la costa norte de Tenerife. "La parcela tenía una forma muy rara y difícilmente aprovechable. Nos dimos cuenta de que una circunferencia era la mejor forma de sacar rendimiento del espacio", explica Alejandro Beautell, el arquitecto de la Stella Maris. Pero hay más trasfondo, conceptual: "Me parecía que la curva representaba bien la feminidad, el vientre materno, el abrazo de una madre, sensaciones indescriptibles", apostilla.
El resultado es cilíndrico sobre una planta de 60 m2, revestido de hormigón rugoso y claro, bien integrado junto al embarcadero y la Cofradía de Pescadores donde tuvo que refugiarse la virgen del Carmen en lo que se habilitaba este nuevo lugar de culto (2016). El nombre de Stella Maris fue idea de Beautell: "Me gustaba esa denominación histórica de la virgen como estrella del mar que guía a los marineros. Por eso le dimos ese sobrenombre latino", cuenta.
Al ir a entrar, los tiradores de madera de la puerta nos reciben con una A y una M, letras que significan Ave María. Los ojos captan rápidamente más detalles: las estrellas azules en la pared, a modo de vía crucis, que "representan el cielo estrellado", y varios trozos de cristal del mismo color pero con un tono más oscuro. Evocan las "olas del mar" y proceden de las botellas de vino blanco que se bebieron junto a los vecinos tras colocar la primera piedra (tampoco faltó la comida marinera); un acto que se organizó para que la comunidad se sintiera más involucrada en el proyecto.
Y quién les iba a decir que su proyecto recibiría premios y selecciones en destinos tan dispares como Nueva York, Buenos Aires o Shanghái. Los asientos son de obra y sobre sus cojines negros reposan los Cantos de Pascua para la misa de este domingo. Y si tienes suerte, igual verás también una enigmática combinación de luz que refleja una M en el suelo…
Una pareja posa, atenta a las indicaciones y a la cámara de Corina Barrios y Sinaí Arias. Ellos forman la empresa 'Corina Fotografía' y tienen en su catálogo de localizaciones esta ermita tan especial en el sur de la isla. Mejor dicho, los restos de la ermita, porque apenas sobreviven, parcialmente, tres paredes de la construcción original de mediados del siglo XVIII. Un temporal arrasó con ella en 1927 y no hubo suficiente dinero para restaurarla... hasta 2003. Entonces, se bendijeron las ruinas y el altar, y se modernizaron accesos, suelo e iluminación.
"A nivel fotográfico, la ermita nos parece un lugar mágico; hay horas del día que adquieren un color anaranjado que la hace muy especial", comparte Corina, que añade que han hecho allí sesiones no solo con parejas sino también de primeras comuniones. "Siempre con el respeto que, creemos, merece el espacio y el asentamiento donde se encuentra", especifica.
Un entorno que interesa mucho a Sinaí, buen conocedor de la zona como residente de El Escobonal. Destaca que San José está "junto a la montaña de Béñamo, lugar sagrado para los aborígenes (los guanches) y en cuya parte alta se encontraba un tagoror (lugar de reunión)". "En realidad toda la zona fue un enclave importante en cuanto a presencia guanche, habiéndose encontrado abundante material arqueológico", añade.
Del ayer al hoy, que mantiene este lugar de culto activo (hay cruz, altar y cinco bancadas), con fechas señaladas en marzo (el día 19 es San José) y agosto, cuando se celebran las fiestas del pueblo. Durante las mismas, se programan aquí desde cuentacuentos hasta charlas y observaciones astronómicas, aprovechando durante la noche "los bonitos cielos y la escasa contaminación lumínica", según puntualiza Sinaí. Hasta que llegue ese momento, reina un silencio solo interrumpido por cacareos y ladridos esporádicos.
Una suave música ejerce un efecto relajante. Procede de un imponente edificio de hormigón armado, dividido en cuatro bloques, y con un inconfundible aire volcánico. Esos volúmenes seccionados son una vía abierta a la iluminación natural y en directo se comprueba lo que ya anunciaba el blog de la parroquia: "La luz entra a raudales por la cruz que preside el altar mayor, es la expresión rotunda de la victoria de la vida y el amor". Sin duda, esa cruz es uno de los elementos más representativos, sin olvidar la capilla lateral, el columbario trasero y unas estrechas cristaleras.
El estudio del arquitecto Fernando Menis firma este ejercicio de vanguardia austera, tras otras intervenciones emblemáticas en Tenerife como la Presidencia del Gobierno de Canarias, el Centro Insular de Atletismo o el Magma Arte & Congresos. "La gente está acostumbrada a una concepción más clásica, pero se va habituando", comparte una persona que conoce bien el sentir de sus feligreses ante este renovador templo. Un debate que también suscitó la ermita Stella Maris de El Pris y otros diseños de este perfil.
En ese momento aparece Carmen, vecina de Las Chumberas que viene "todos los domingos", y que se posiciona con claridad: "A mí me encanta". Poco después, Fernando se acerca proclamando que estamos ante "la futura Catedral". Sin embargo, matiza que desde el punto de vista litúrgico echa en falta más cercanía, menos frialdad, teniendo en cuenta además el número de personas que acuden en relación con el espacio disponible; ahora bien, en el aspecto arquitectónico no duda de que sea "una obra muy original y pionera".
Así lo han visto también en certámenes internacionales, recibiendo el Premio a la Innovación en Hormigón de la Fundación Ambuja Knowledge (India, 2012). Además, la maqueta de esta Holy Redeemer Church (nombre en inglés) entró en 2013 en la colección permanente del MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Era un juego. Varios peregrinos de la Acción Católica de Bilbao lanzaron al mar una botella, con un texto y cinco estampas de la Virgen de Begoña, el 27 de agosto de 1948. Fue durante el trayecto en el Vapor Aragón hacia Santiago de Compostela. Nunca imaginaron que su inocente mensaje llegaría hasta la playa de Almáciga, un pequeño núcleo del nordeste de Tenerife, ocho meses más tarde (29 de abril de 1949). Según se cuenta, hubo que recurrir a la maestra local para poder leerlo, y en el camino se quedó el recipiente de cristal, roto para liberar su contenido.
Eudelia, conocida como Chacha ("porque aquí todos tenemos motes"), recuerda con emoción la historia. Una historia que vive en primera persona como encargada de abrir y mimar la nueva ermita en honor a la patrona de Bilbao... y de Almáciga (desbancando en su momento a San Juan). Sí, siete décadas después de aquella travesía, el año 2019 ha traído por fin la conclusión de unas obras que tienen un indudable componente marino y que invocan la sensación de estar navegando.
"Estamos muy contentos", resume Chacha, dentro de un templo de corte moderno, con techo a dos aguas, protagonismo de la madera y una sugestiva disposición descendente. Atrás quedan muchos años de lucha y colectas, siempre bajo una fructífera conexión con la ciudad vasca que dio origen a este cuento real. De hecho, uno de aquellos peregrinos de 1948 estuvo presente en la inauguración del templo a "La Virgen de la Botella", como titula un antiguo recorte de prensa enmarcado al lado de la puerta principal. De vuelta al nivel del mar, es imposible no fijarse en la bella y salvaje costa que recepcionó la botella viajera, y algo más adelante, en una familia que avanza luciendo camisetas del Athletic de Bilbao. ¿Una casualidad?
Los vínculos con el mar son indudables durante este repaso por lugares de culto de Tenerife. El salitre nos orienta hasta la costa del municipio de Fasnia, donde nació y vive el geógrafo Pedro David Díaz. Se hace eco de una leyenda –muy verosímil– que se remonta hasta finales del siglo XVIII, cuando un padre y un hijo pastoreaban cabras en la zona de Los Roques.
Una embarcación fondeó cerca y un bote llegó hasta tierra firme para pedir algún animal, con el objeto de paliar su acuciante hambre. El niño fue a consultar con su progenitor, pero entre tanto, los tripulantes se marcharon con algún macho cabrío. A cambio, dejaron la imagen de San Joaquín, que enriquece la actual iglesia en su honor y es el patrón de la localidad, narra Díaz.
Pero hay un antecedente, la Iglesia Vieja –con categoría de parroquia desde 1795–, en la que ahora sobresale un precioso arco de piedra. Se trata de un conjunto encantador, a pesar de su estado semiderruido, con tres paredes dispuestas a seguir resistiendo. En medio de la paz que transmite un entorno rural, se oye el sonido del agua al correr por las canalizaciones adyacentes, en un sitio clave por más motivos.
Por un lado, por situarse al pie del Camino Real, que desafió la abrupta orografía para unir diferentes pueblos, entre ellos El Escobonal. Y por otro, esta vetusta ermita, también llamada de San Joaquín, era el único espacio público de Fasnia, con lo que albergó el primer local de elecciones y sesiones del Ayuntamiento. Una relevancia venida a menos por problemas estructurales, que se verían agravados por un aluvión en Tenerife; en definitiva, tanta adversidad obligó a su cierre definitivo a principios del siglo XX. El paso del tiempo ha suscitado otro tipo de interés y es habitual verla como escenario de publicaciones en las redes sociales.
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