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Cosío es un hermoso pueblo del municipio de Rionansa (Cantabria). A la blancura de la Sierra de Peña Sagra como fondo, el arroyo Vendul y las puertas del río Nansa, se suman unas casonas cántabras integradas, creando un lugar en el que se puede encontrar el lado bucólico sin caer en la sensiblería ni las cursiladas. Una visita preciosa y de éxito asegurado.
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Baja contento el arroyo Vendul, camino del Nansa. Huele al humo de leña que extiende un velo azul sobre el pueblo de Cosío. De una puerta de doble hoja sale el sonido de la radio, mezclado con el aroma de algún cocido en el fuego. Y los pajaritos trinan, tal cual. Este pueblo de la comarca de Puentenansa cumple con muchos de los requisitos exigidos a quienes aman la imagen bucólica del mundo rural, pero no es una maqueta.
A mitad de esta mañana, un café en el restaurante 'El Recreo' -muy recomendable- ayuda para planificar el paseo por las calles estrechas, empedradas, limpias. Porque Cosío es mucho más que el pueblo de las casonas magníficas, propiedad de alguno de los Cosío que se fueron a México o triunfaron en el corazón de Castilla (Valladolid) o en la villa y corte madrileña.
Cuentan algunos que el escritor vallisoletano José María de Cossío y Martínez-Fortún, el académico autor de la enciclopedia taurina, era descendiente de los Cossío de la casona La Torrona, “esa del pasadizo de corte medieval” señala el dueño de 'El Recreo', Guillermo, aunque es posterior. La mayoría de las casonas datan del siglo XIX, realizadas con fortunas indianas, como tantas en las costas del Cantábrico.
A saber. Tomando el camino que Guillermo y su mujer Mayte nos indican para recorrer las mansiones y las orillas del río, hacía la iglesia, calle arriba, en dirección a los montes de la Sierra de Peña Sagra que en primavera lucen blancos, soberbios. Se recorre el pueblo chiquito -no llegan a 200 habitantes-. Hay fuentes en las esquinas y la plaza. Nada más pasar el pasadizo de la Torrona, el caño sobre piedra suena con ganas de pelear con el sonido del arroyo. Calles bordeadas de huertas, rincones cuidados. Desde el año 2016, en que fue declarado el pueblo más bonito de Cantabria, aquí se miman los detalles y eso se nota desde el primer paso.
En algunas de las esquinas del pueblo, la foto antigua en blanco y negro enmarcada recuerda de dónde vienen sus habitantes. Es del siglo pasado. “Así lo conocí yo -cuenta desde el balcón la vecina que espía y disfruta de los pocos turistas- ¿Véis esa casa de ahí? Todo está igual, salvo ese trozo que tuvieron que quitar al hacer la carretera”. La anciana lleva una gorra bien encasquetada y desde la solana donde está tendida la ropa, cuenta lo mucho que quiere a la villa. Todo lo que ha visto en décadas y décadas.
La Torrona o Casa de la Torre está enfrente de La Casona, la que da a la carretera con su capilla al lado; luego están la Casa Panda y la Casa Llosa. Todas con sus escudos heráldicos -los hidalgos cántabros podrían ser hidalgos pobres, pero bien aficionados a las historias del linaje-. Algunos de los escudos, con sus leones, cascos, torres y sus fanfarrias, son muy parecidos. Es imposible no mirar estos heráldicos y no reparar en los de Santillana del Mar, Comillas, Bustamante y tantos y tantos casoplones que se pierden en los rincones de las tierras cántabras. Aquí, casi todas las casonas son de algún Cosío.
“Aquí todos somos Cosío”, apunta Viví en la plaza del Tarreru, donde charla con Mari Cruz mientras un niño de corta edad corretea a su alrededor. Vivi se llama Oliva -no Olivia- y confirma que el pueblo suele estar tranquilo -es un día de diario- y eso a pesar de que está en el camino a San Sebastián de Garabandal, ese lugar extraño donde se ha montado un negocio también extraño, basado en la fe de extraños sucesos.
“Sí, es mejor no hablar mucho de Garabandal -asiente Mari Cruz, sentada en la fuente de la plaza-; pero es que desde que se ha vuelto a contar que uno de los supervivientes de La Sociedad de la Nieve -la película de Bayona que ha ido a los Oscar y triunfó en los Goya- llevaba una virgen de Garabandal consigo, ha vuelto a ponerse de moda”.
Y no hablan más de este asunto al pie de la fuente del Tarreru, pero en la puerta de 'El Recreo', los paisanos no tienen inconveniente en contar que ha sido Iker Jiménez el que ha vuelto a hablar del milagro de las pastorcillas. En la comarca regresa (nunca se fue) el presunto milagro de un 18 de julio de 1962, cuando presuntamente también el arcángel San Miguel dió la comunión a Conchita y de las apariciones de la virgen. El asunto de los pastorcillos venía de mucho antes. La Iglesia Católica considera dudosas las apariciones de Garabandal, pero el turismo es un negocio importante para ese territorio.
Con estas y otras historias, subiendo las orillas del Vendul, donde ya empiezan a preparar los huertos para las siembras cuidadosas que darán frutos en verano y otoño, atravesamos los dos puentes grandes del pueblo. Uno, de un solo ojo, hermoso y lleno de marcha, porque hay nieve en las montañas de la Sierra de Peña Sagra y cae agua, aunque no tanta como los días de lluvia.
Cosío siempre tiene la Sierra de Peña Sagra al fondo. En primavera nevados, grandes, apabullantes. En sus entrañas deben de estar repletos de triptófano, que reparten aguas abajo, cuando las nieves se derriten o el agua se cuela en las siembras de judías, tomates, berzas y lechugas de diferentes tipos.
Mirando y cotilleando, respirando, se llega hasta la iglesia de San Miguel Árcangel, con espadaña sencilla. El cementerio al lado, modesto, con un ángel en la puerta algo kitsch. Rodeada de un par de miradores, que miran hacía el puente más viejo, las montañas y el pueblo, la vista es un lugar privilegiado. En la Iglesia, las consabidas placas de agradecimiento al Cosio que corresponda: uno por contribuir a la Iglesia, otro por crear el hogar social colindante.
“La iglesia presenta tres naves, cabecera recta y espadaña de dos troneras. En el interior, la capilla mayor está cubierta con bóveda de crucería estrellada, mientras que las naves lo hacen con armadura de madera. Conserva una inscripción de la familia Cosío, un fragmento de retablo del siglo XVII con la Virgen del Carmen y algunas imágenes de interés”, reza la web del Ayuntamiento.
Cosio, un apellido que tiene raíces por todas las tierras cántabras y cuya leyenda (una de ellas) es curiosa. Cuentan que dos hidalgos cántabros -ya hemos dicho que lo de la hidalguía y los caballeros pesa mucho entre los montañeses- derrotaron a un “moro” en una de las batallas de la Reconquista por Andalucía. El moro muerto era, a su vez, un gran luchador. Cuando el rey preguntó quién lo había matado, los dos cántabros respondieron “a ese moro Cos y yo le hemos matado”. Y el rey respondió: “Desde hoy te llamarás Cossio”.
La leyenda no es como para cincelarla en mármol, pero tiene un cierto sentido si se tiene en cuenta que el apellido Cos es otro de los más extendidos en Cantabria. En cuanto a la escritura, Cosio o Cossio, ambas formas son correctas según las academias.
Con un poco de historia, lo más aconsejable y hermoso es pasear por las calles empedradas, disfrutar de los rincones -los bancos tienen nombre, las fotos en blanco y negro te sitúan, las casas están repletas de detalles- y de los sonidos. A las orillas del Vendul, en sus muros de huertas y plazas, se puede uno sentar, como en la plaza de Moisés Cosio o la fuente del Tarreru.
Pero subir hacía Garabandal, callejear por las calles estrechas buscando las solanas repletas de ropa lavada que aprovecha el sol -cuántas cosas dicen las ropas colgadas sobre la gente que vive en ese hogar- o la mejor vista de los picos nevados o de la Iglesia, es una pasada.
En las afueras, hace unos años un grupo de arqueólogos investigaron en un lugar llamado El Torraco e identificaron una fortificación que puede datar del siglo XI. Una antigua torre cuadrada de defensa -Cantabria está llena de torres defensivas de ese tipo- en la zona denominada el Alto Torraco. Ese sería el lugar más antiguo del pueblo. Al menos conocido hasta ahora.
Una vez acabado el paseo por el pueblo y sus alrededores, terminar en 'El Recreo' de Mayte (buena cocinera) y de Guillermo es un plan para un broche final muy notable. Esta pareja tiene menú del día entre semana y los fines de semana, con una calidad y una variedad con la que se han ganado en los últimos años el prestigio en la zona.