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Los rayos atraviesan las nubes como espadas, el viento agita la ropa y el mar, paciente, va devorado al sol lentamente. Es el acto final del ocaso que cada día estremece a tantos viajeros. Una puesta de sol que es el orgullo de los oriundos de la Costa da Morte, quienes no están dispuestos a dejarse arrebatar el pódium que la corona como una de las más espectaculares del mundo.
Ese fue el detonante para que el catedrático de Electromagnetismo de la USC, Jorge Mira, decidiera demostrar que durante dos meses al año, entre el 24 de marzo y el 23 de abril y entre el 18 de agosto y el 19 de septiembre, nadie le puede discutir ese privilegio a su tierra.
Todo comenzó cuando Richard Ernst, inventor de la resonancia magnética y Nobel de Química, estando de visita en Galicia, le discutió a Mira que en la Costa de la Muerte no se podía poner el último rayo de sol porque el punto más occidental de Europa era el cabo da Roca, en Portugal. Este investigador, oriundo de Baio, se quedó planchado, pero se dispuso a demostrar que por muy Nobel que fuera, no tenía razón.
“La tierra cambia y ese cambio de inclinación mueve los ejes de sitio y da lugar a un curioso baile. Así que hice un calendario y un mapa en el que puedes ver el último sol de Europa continental”. Y llegó a la conclusión de que, durante dos meses al año, la Costa da Morte es el paraíso para los que ansían vivir ese instante tan inquietante, sino fuera porque tenemos la certeza de que a la mañana siguiente el sol deslumbrará otra vez
En los cabos de Finisterre y Touriñán o en el monte Pindo se produce una inmediata comunión entre los que asisten cada día al espectáculo, la de compartir un instante objeto de peregrinación. En verano la expectación genera una corriente muy especial. Reúne a cientos de viajeros frente a esta escarpada costa del Atlántico, aunque es el granítico monte Pindo donde Mira clava el último rayo en desfallecer. “El viajero busca experiencias y observar cómo muere el sol en Finisterre fascina al ser humano. Entronca con nuestro instinto de búsqueda de trascendencia, de encontrar explicaciones”.
El catedrático avala con su trabajo el reclamo turístico de esta salvaje costa, una de las más visitadas de Galicia, que llevó al general romano Décimo Junio Bruto, tras conquistar Galicia y el norte de Portugal, a considerar que había llegado al fin del mundo, al finis terrae. En los últimos años cada vez más peregrinos extienden el Camino de Santiago tras pisar la catedral, atraídos por el plus de espiritualidad pagana que un día culminó en el altar al sol, Ara Solis, donde se le rendía culto.
El programa ConCiencia, impulsado por Mira, lleva desde 2006 atrayendo a Galicia a premios Nobel -más de 35-, algunos de los cuales han caído también rendidos a la famosa puesta de sol. El físico inglés Stephen Hawking dijo tras visitar Finisterre: “Disfrute de mi viaje al fin del mundo. Qué hermoso lugar”.
Las sincronías en los atardeceres entusiasman a Mira, que cuenta que “el 18 de agosto se sincroniza el último atardecer de Europa con el de África, en Cabo Blanco, en la frontera de Mauritania. Como este camino es tan curioso, se producen días en los cuales cuando el sol sale en algunas zonas de Japón, coincide que se está poniendo en la Costa da Morte. El sol nace en el Pacifico a la vez que se oculta en el Atlántico”. Una mancomunidad de finisterres europeos es su próximo objetivo para aunar el magnetismo y la belleza de los atardeceres del continente.