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En la entrada de la Alpujarra Alta granadina, el pueblo de las brujas de Andalucía presume de caserío blanco y esoterismo a raudales. Las referencias soportujeras a la superchería aparecen en cada rincón, cada plaza y alrededores de la localidad. El Centro de Interpretación de la Brujería, el Mirador de las Brujas, la Era de los Aquelarres, la Cueva del Ojo de la Bruja y la recién estrenada Fuente de la bruja Baba Yaga son algunas de ellas.
Señala la tradición que el pueblo fue fundado por mujeres acusadas de brujería por la Inquisición, que se refugiaron en el intrincado pie de sierra granadina. Pueblo embrujado desde la época de Felipe II, por el contrario algunos aseguran que mucho tuvo que ver en esta fama la llegada de numerosos emigrantes gallegos, y gallegas, a la localidad.
Como sea, en el municipio aprovechan su fama y se organizan exitosas ferias del Embrujo. Del mismo modo, se celebran la Noche de los Difuntos y luego, este año el día 2, la Noche de Brujas y Escapada de las Brujas de Soportújar. El Ayuntamiento de la localidad asegura que será una noche lúdica en la que "las brujas conjurarán y alejarán los malos espíritus pasados, presentes y futuros".
Catalogado entre los mejores ejemplos de la arquitectura alpujarreña, Soportújar cuenta con un casco urbano recostado en la ladera de la montaña, donde es recomendable pasear por sus callejas y 'tinaos' (pasajes que van por debajo de las calles a causa de lo inclinado del terreno). Una parada en el Mirador del Embrujo regala una de las mejores vistas de las Alpujarras.
No puede faltar el pueblo del Pirineo de Navarra más famoso de la historia de la brujería europea, Zugarramurdi, uno de los destinos que más rápido se nos viene a la cabeza a la hora de pensar dónde celebrar Halloween en España. No el único, pues más de 60 pueblos navarros vieron a muchos de sus vecinos acusados de nigromancia. Zugarramurdi fue el que alcanzó la fama gracias al auto de fe que en 1614 envió a la hoguera a 11 personas, convirtiéndose en el pueblo de las brujas por excelencia.
Todo comenzó cuando una joven tuvo un sueño en el que veía a algunos de sus vecinos volando y participando en aquelarres. El asunto trascendió la comarca hasta que hizo tomar cartas a la Inquisición, que concluyó con la tremenda sentencia.
En Zugarramurdi todo gira en torno a la Sorginen lezeak, la Cueva de las Brujas, situada en las afueras del pueblo. Abierta en la roca por la Regata del Infierno, pequeño curso de agua que a pesar de sus humildes dimensiones ha sido capaz de horadar la roca kárstica y crear una cavidad descomunal, 120 metros de longitud y más de 25 de anchura. Como si fuera asunto de brujas.
Traspasada la entrada, enseguida se ve la boca principal de la oquedad, su lado más inmenso. En vez de bajar hasta ella, es más interesante tomar el camino que a la derecha sube por el bosque. En la parte alta hay un mirador desde el que se ve Zugarramurdi y el valle donde se asienta.
Continúa un largo descenso por el bosque sombrío. Concluye en un puente de madera tendido sobre la regata del Infierno. Sigue el paseo junto al río hasta una cercana bifurcación. En caso de seguir a la derecha se sube a la Cueva del Aquelarre, galería superior de la cueva grande.
De frente se entra en la cavidad principal. Después de recorrer la profunda caverna, se sale por el lado principal. La visita prosigue por otras cuevas y lugares como el Prado del Aquelarre, donde aseguran bailaban las hechiceras, siendo el acceso a la cueva del mismo nombre, cuyo borde es una suerte de balcón a la cavidad principal y a la que presuntamente se asomaba el diablo con forma de macho cabrío, para ser adorado por sus fieles.
Ya en el pueblo, se comprueba que el filón de las damas del cucurucho en la cabeza ha dado para mucho. Aparte de bares, restaurantes y alojamientos, hay un Museo de las Brujas. Situado en un antiguo hospital, recrea diferentes escenas del mundo medieval ligado a las creencias nigromantes, y en el que no faltan instrumentos de tortura para someter a las más fieras y desdichadas de aquellas mujeres. Es uno de sus apartados más celebrados.
De todos los lugares que en el País Vasco tienen referencias a las brujas, el monte Amboto se lleva la palma. Más de 1.500 procesos contra sorgiñas, como aquí se las llaman, se emprendieron en el siglo XV en la comarca, colmando de leyendas todo lo que rodea a la mítica cima. Sobre todas destaca la de la Dama de Amboto.
Se trata de Mari, la diosa madre de los mitos vascos y representación de la madre naturaleza. Se la representa como una mujer de espectacular cabellera rubia a la que suele verse peinándose encaramada en la boca de su cueva, que se abre en lo más alto de la roca, los días que más luce el sol.
Quien venga al Amboto debe saber que es uno de los montes más queridos de los vascos, gente que adora subir montañas como pocos. Incluido en el Parque Natural del Urkiola es una actividad muy recomendable para los amantes de la naturaleza y las actividades al aire libre.
Situado a caballo entre Álava y Vizcaya, se trata de una arriscada cumbre con grandes precipicios y desniveles que en su vertiente Norte supera los mil metros, mientras que los paredones del lado oriental son territorio para los escaladores.
La cueva de la Dama de Amboto es una oquedad natural de enorme montaña que se descubre bajo la cresta de la cima por dicho lado este. Se la conoce como Mariren Kobia, la casa de Mari. Alcanzarla es un ejercicio de vértigo por lo alto de una pared de 400 metros, lo que no la hace aconsejable para cualquiera. Al estar incluido el Amboto en el Parque Natural de Urkiola, existen limitaciones a su acceso para conservar la flora y fauna del lugar.
Por el contrario, el Amboto tiene un lado más asequible. Es por su vertiente sur, a través del alto puerto de Urkiola. La ruta recorre campas y asciende empinadas pedreras con un tramo final por la cresta rocosa. Más asequibles son las diferentes rutas que recorren los bosques y caminos de la base de la montaña, entre las que destaca la Vía Verde del Arrazola.
Arriondas, Vidiago, Los Oscos, Cangas de Onís, Peñamellera, Sueve... difícil elegir solo una localidad en Asturias que tenga que ver con las brujas. Hay tantas, que parecen los más populares vecinos de las montañas, valles, pueblos y ciudades del Principado. Puestos a elegir, nos decantamos por la capital del oriente astur, lugar donde la tradición asegura tuvo su cuna Ana María García, La Llobera, la más popular de todas las brujas asturianas.
En los alrededores de Llanes se celebran diferentes fiestas que recuerdan a las mujeres malditas. El Aquelarre de Celorio, por ejemplo, evoca los tiempos de la bruja de Bricia, capaz de hablar con los animales. A siete kilómetros de Llanes, la aldea de Barros lleva bastantes años organizando su popular Fiesta de las Bruxas, en la que una de las figuras más populares es la Bruxa Guaxa.
Llanes es villa pesquera. Los marinos de antaño, ya fuesen de la barriada de Cimadevilla, de la de Santa Ana o de la Moría antes y después de cada singladura tenían cuidado de rezar a la Virgen de la Guía, para protegerse del mal de ojo de las bruixas de la comarca y regresar a puerto sanos y salvos.
El viejo puerto está integrado en el pueblo, componiendo un delicioso cuadro costumbrista. Ría afuera conviene llegar hasta el puerto nuevo. Aquí se extienden los singulares Cubos de la Memoria. La visión de esta monumental creación del artista vasco Agustín Ibarrola es una sorpresa. Se trata de las pinturas que decoran los enormes cubos de hormigón que defienden el espigón de los envites del Cantábrico.
Tras la impresión, nada mejor andar por el paseo de San Pedro en la parte alta de la villa, sobre los acantilados. Ya en Llanes, se impone el tranquilo callejeo por el casco viejo. Mientras cae la tarde, el eco de las pisadas acompaña el recorrido junto a las murallas y por rincones irrepetibles como la plaza de Cristo Rey, la capilla de la Magdalena y la plaza de Santa Ana.
Los alrededores de Llanes no deben pasarse por alto. Los recorren varias rutas incluidas en el programa Llanes de cine y en las que se circula por los escenarios naturales de un montón de películas, como El abuelo, El orfanato, La señora y otras.
Queda lo más interesante: el litoral, un abanico de playas consideradas entre las mejores del Cantábrico. Cada una muestra su personalidad. Desde la alejada de La Ballota, a la urbanita del Sablón, pasando por la impensable parroquia de Barro, varada en el arenal de su ría, y la increíble Gulpiyuri, una playa sin mar, que se abre en mitad de un prado. Sin duda un asunto de brujas.
Esta península que se adentra en el Atlántico entre las rías de Vigo y Aldán, en Pontevedra, es prolija en tradiciones nigromantes. De hecho, El Morrazo tiene como sobrenombre la península de las Brujas. Presidido por el altivo campanario de la iglesia de San Salvador de Coiro, su territorio se difumina en la niebla de oscuras leyendas.
Al parecer, era la propia campana del templo la que, sin que nadie la tañese, tocaba para convocar a las meigas. No es el impresionante templo encaramado en lo alto de una enorme escalinata lo único reseñable de los mitos que esconde El Morrazo. En los alrededores se esparcen lugares que la tradición asegura son querenciosos para brujas, ánimas, aparecidos y santas compañas. Las playas perdidas de la península eran los más recurrentes, en especial el arenal Áreas Gordas y la de Melide, una de las más remotas de toda Galicia.
Aparte de estas todavía hoy solitarias playas, El Morrazo desborda lugares cuya belleza raya la magia. Es el caso de los remotos acantilados de Cabo Home y la Costa da Vela, de la adormecida ensenada de Aldán, donde conviene reponer fuerzas en el muy recomendable 'O Con de Aldán', situado en el mejor rincón de la bucólica ría. Más tarde el viajero debe llegar a la cercana Hio, donde se levanta el crucero más impresionante de Galicia entera, cuya geografía imposible tal vez fue esculpida para espantar a tanta bruja que andaba suelta.
Este pueblo zaragozano, Trasmoz, enclavado en la comarca del Moncayo celebra todas las temporadas un concurso donde se elige a la bruja del año. La leyenda asegura que el hoy arruinado castillo que preside el caserío fue construido en una sola noche por un ser maléfico, tal vez diablo, tal vez brujo o nigromante.
La tradición cuenta que la Tía Casca fue despeñada desde el castillo. Fue la última bruja de Trasmoz, que se sepa, y cayó porque los vecinos creían que tenía mal de ojo y envenenaba sus aguas. La localidad tiene un museo dedicado a la brujería y en los alrededores la Cueva de las Brujas fue lugar de aquelarres y encuentros brujeriles en tiempos pasados.
Por si fuera poco, Trasmoz presume de ser el único pueblo excomulgado de España. Lo fue en 1511, al tiempo que lo maldijera el abad del influyente monasterio vecino de Veruela. Así continúa cinco siglos después. Y sus vecinos tan encantados, pues esto de brujas y maldiciones en Trasmoz es un bendito atractivo que le ha hecho ser declarado bien de interés turístico por el Gobierno de Aragón. Todos los años desde el 2000 se celebra la Feria de la Brujería, Magia y Plantas Medicinales, y todos los meses hay al menos una actividad que tiene que ver con su mundo mágico. La próxima será la noche de Halloween.
Fue Gustavo Adolfo Bécquer, nuestro más reconocido escritor romántico, quien mejor recogió el aura de pueblo maldito que desde hace muchos siglos envuelve a Trasmoz. El poeta sevillano se recluyó una temporada en el citado monasterio, donde escribió Cartas desde mi celda en la que recoge las fantásticas tradiciones de la zona.
La visita al Real Monasterio de Santa María de Veruela es asunto obligado en cualquier recorrido por la comarca. Se conservan las celdas en las que se alojaron Bécquer y su hermano, el pintor Valeriano. El notable claustro medieval, el rotundo templo y la sala capitular son sus elementos más notables.
En los alrededores destaca el Parque Natural del Moncayo, donde se conservan importantes hayedos, que estos días viven su mejor momento del año. Sobre ellos, la ascensión al poderoso padre Moncayo es un exigente ejercicio que lleva a los 2.314 metros que mide la cumbre por excelencia del Sistema Ibérico, oteadero que los días más claros regala un panorama que se extiende desde los Pirineos a la Sierra de Guadarrama.
Cuando en Castilla y León se piensa en brujas, se habla de este pueblo localizado a las puertas de la comarca burgalesa de Páramo de Masa. Las leyendas aseguran que La Pila, la laguna que lame las casas de Cernégula, era el lugar de encuentro de todas las brujas de Castilla entera y también de las de Asturias, Cantabria, el País Vasco y la alejada Navarra. Ya se sabe, con una buena escoba no hay distancia que valga.
Junto al pueblo se extiende el mínimo caserío. Casas robustas de gruesos muros de piedra y ventanas pequeñas, quien sabe si para protegerse del frío o de las brujas. Quizás de ambas cosas. Son sombríos caserones que se esparcen solitarios en mitad de calles vacías.
No se ve ni un alma de los menos de 40 vecinos en que la despoblación ha dejado el pueblo. Mucho más se ven sus brujas. Aparecen encima de las veletas de las casas, dan nombre a la gasolinera del pueblo e, incluso, una de ellas se encarama a un poste clavado en una roca que emerge en el centro de las frías aguas de la laguna.
Un cartel junto a la orilla del humedal explica su naturaleza y da cuenta de la flora y fauna que acoge. Varios postes de señales indican el rumbo de los senderos que recorren el lugar. De naturaleza kárstica, este territorio apenas cuenta con matorrales rastreros, como los severos espinos, emparentados con las brujas, brezos, espliegos, gayubas y moreras, vegetal de profunda ascendencia mágica. De vez en cuando alguna solitaria carrasca se alterna con algún no menos aislado quejigo. Paisaje solitario y austero, esencia misma de Castilla.
Fiel al territorio, por la comarca abundan los monumentos de severo estilo románico. La mayoría de los pueblos acoge la sorpresa de un hermoso templo parroquial. Quintanarruz, Abajas, Quintanabureba, Valdazo y Navas de Bureba son ejemplo de ellos. Los preside todos el soberbio Monasterio de Rodilla con la ermita de Nuestra Señora del Valle.
A primera vista Castilla-La Mancha es una región poco sospechosa de hacer migas con hechiceras. A poco que se conozca la región se comprueba la falsedad de esta imagen. Refiere Cervantes en sus Novelas Ejemplares a la Camacha, la Montiela y la Cañizares, todas ellas brujas de tronío. A lo largo y ancho de la comunidad autónoma se salpican antiguos episodios nigromantes y de Daimiel a la Alcarría, en la Edad Media, se encendieron abundantes hogueras para despejar el sibilino ambiente que se respiraba en la región.
No podían faltar las brujas en la ciudad de Cuenca. Fue en los inicios del siglo XVI cuando una psicosis se apoderó de la capital manchega, al aparecer un niño muerto en circunstancias misteriosas. María Hervás, Águeda de Beamud, María Monja y otras mujeres fueron acusadas, atormentadas, condenadas, martirizadas y desterradas. A buen seguro que de manera injusta, pues su único pecado era una procedencia humilde y una vida más que miserable.
Pasear con su recuerdo por las callejas del casco antiguo conquense, cuando la noche se adueña de rincones y pasadizos, con misteriosas sombras que aparecen en plazuelas y miradores, es vivir un momento mágico.
Son emblema de la ciudad las Casas Colgadas, el primer lugar que debe visitarse. Si hubiera que pensar en un edificio que solo la magia de las brujas pudiera sostener en el aire, no serían otras que estas casas declaradas Patrimonio de la Humanidad. Sede del Museo de Arte Abstracto Español, el año pasado celebró su cincuenta aniversario.
La modernidad que llegó de la mano de artistas como Saura, Torner, Martín Chirino, Millares, Canogar, Zóbel y otros, salvó las casas de la absoluta ruina en la que estaban, al tiempo que fue una ventana que iluminó la oscura cultura oficial de la España de los años sesenta. Sus obras todavía cuelgan en las paredes del museo.
Bajo las casas se tiende el puente colgante. Oficialmente llamado Puente de San Pablo, vuela sobre los abismos abiertos por el Huécar entre el casco antiguo y el convento de San Pablo, hoy parador de turismo. Aparte de las magníficas vistas que regala, debe reseñarse la abominable moda que ha empezado a anidar en sus barandillas: candados del amor, igual que en otros puentes emblemáticos como el parisino de Les Arts.
Luego se debe descender al fondo de las hoces, para pasear por sus frondosos bosques que estos días otoñales, como si fuera un encantamiento, convierten el agua de los profundos cañones del Júcar y el Huécar en dos ríos de oro.
La tradición asegura que antaño, cuando los dólmenes de Menga y Viera y el tholos de El Romeral estaban en las afueras de esta ciudad de la Serranía de Málaga eran refugio de brujas y hechiceros que practicaban la nigromancia y tenían en jaque a la vecindad de Antequera. A menos de 20 kilómetros de la ciudad en plena montaña, el enigmático Torcal era uno de los lugares preferidos por las brujas para sus aquelarres.
No prueba lo dicho, pero sí lo sobresaliente que son ambos lugares, en 2016 dólmenes y torcal fuesen incluidos en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. También que The New York Times haya incluido a Antequera con sus dólmenes y torcal como uno de los 50 lugares imprescindibles para conocer en 2017.
Entre los encantamientos que llevaron a cabo aquellas brujas y nigromantes destacó la pareja de enamorados convertidos en roca y que todavía hoy es la silueta más reconocible del entorno antequerano: la Peña de los Enamorados. Más conocida es la leyenda de Tazgona y Tello, recogida por el romántico Washington Irving durante su viaje andaluz. Cuenta que el padre de la joven musulmana encarceló al joven cristiano. Al verlo, ella se enamoró perdidamente, liberándole y escapando a las montañas. Perseguidos con celo y viéndose atrapados, se arrojaron desde lo alto del peñón que desde entonces lleva su nombre.
Los dólmenes de Menga y Viera se erigieron hace 6.500 años, antes que las pirámides de Egipto. Están considerados uno de los mejores ejemplos del megalitismo europeo. La visita al interior del de Menga, el más espectacular, no deja indiferente. Caminar bajo las cobijas, las enormes piedras horizontales sustentadas por bloques verticales despierta el enigma de su construcción.
Orientado hacia el noroeste, tiene una alineación anómala al resto de monumentos megalíticos similares. La razón es que su entrada se abre hacia el inconfundible perfil de la Peña de los Enamorados. Exactamente al abrigo de Matacabras, donde se localiza un importante yacimiento rupestre de finales del Neolítico, con pinturas de motivos antropomórficos y zoomórficos.
A su lado está el más pequeño de Viera y junto a ambos un Centro de Interpretación del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera. Entrada gratuita.
Ya en Antequera debe aprovecharse para recorrer esta ciudad que disputó a Málaga la capitalidad de la provincia. La Alcazaba, el Arco de los Gigantes y, sobre todo, el Museo de Antequera son visitas imprescindibles. Los amantes del arte religioso están de enhorabuena, pues un treintena larga de iglesias, templos, conventos y monumentos salpican la geografía de la villa malagueña.
Puertas afuera, hay que subir al Torcal de Antequera. Catalogado como Paraje Natural, se trata de un conjunto de rocas de naturaleza kárstica erosionado por los elementos, surgido del fondo del océano hace 20 millones de años. El resultado es un amontonamiento de formaciones colosales con las más increíbles formas.
Si aquí nos encontramos una monumental vajilla, con sus platos y fuentes apilados en un equilibrio imposible, más allá se alza una fortaleza inexpugnable. Si enfrente aparece un rebaño de criaturas fantásticas, a su lado espera aparcado un estrambótico platillo volante. Era en el laberinto de callejones, refugios y corrales de esta ciudad de piedra donde celebraban sus reuniones las brujas de la serranía de Ronda.
En el centro de visitantes del espacio natural brindan información sobre el lugar y la importancia de su biodiversidad. También dan instrucciones para recorrer los diferentes caminos que surcan el caos mineral. Es una visita fantástica que debe emprenderse con precaución los meses más fríos, pues la altura del Torcal, por encima de los mil metros, hace frecuentes las nieblas, no siendo extraño tampoco ser recibidos por alguna nevada.
Aquí todo es mágico, fantástico y, sobre todo, ensoñador. Desde el nombre de esta localidad de Lleida, cuya traducción al español no es otra que 'Suerte', hasta su historia. Aseguran los expertos que fue en la región catalana del Pallars el lugar donde comenzó la caza de brujas en toda Europa. Nada extraño, si se tiene en cuenta que Cataluña es una de las regiones del continente con más tradiciones emparentadas con las damas de la escoba.
Las primeras referencias se remontan a la primera mitad del siglo XV, cuando se sucedieron al menos una treintena de juicios por brujería. Seiscientos años después, el Pallars no ha perdido su regusto brujeril. Lugares como la Vall de Fosca, por ejemplo, conserva un amplio refranero con las más oscuras referencias. La comarca ha sabido gestionar esta herencia convirtiéndola en atractivo turístico.
Sort está a las puertas del Parque Nacional de Aigües Tortes y Lago San Maurici, uno de los enclaves naturales más importantes de España y de los primeros que alcanzaron la máxima categoría de protección ambiental de nuestro país. Sus paisajes componen un escenario de ensueño trufado de lagos y picos aserrados, entre los que destacan Los Encantats, dos picos gemelos surgidos de una leyenda que asegura son dos cazadores que, por irse a matar rebecos un domingo, no asistieron a misa; maldecidos quedaron convertidos en piedra en el mismo escenario de sus correrías.
El parque está cruzado por toda clase de senderos y refugios en los que es posible pernoctar. Sin dejar los caminos, una de las más celebradas ofertas turísticas de la zona es el recorrido entre Gerri de la Sal y la Vall de Fosca, que se realiza en dos días en los que se emula la huida de Margarida Rugall, la más famosa bruja del Pallars.
Las fiestas de hechiceras abundan en esta parte de Cataluña. El Aquelarre de Cervera es una de las más famosas, mientras que la Ambruixa't de Ribera de Cardós está entre las más populares. Esta 'Feria de Brujas y Encantadas' tiene lugar a lo largo de una jornada rebosante de actos y celebraciones en la que se incluyen asuntos tan variados como conciertos de música ad hoc, magia, cuentacuentos, talleres de pociones mágicas y productos artesanos propios de estas señoras.
Volvamos a Sort. El castillo de los Condes de Pallars, las ermitas románicas de la Virgen de Soler y de San José de Olp, la cruz de término que todavía se conserva en la iglesia de Santa Cecilia y otros monumentos, como los restos de la iglesia de Sant Pere en la vecina Llessui, nos remiten a aquellos oscuros tiempos medievales de la caza de brujas.
En Sort hoy hay que ser más contemporáneo. Ahora que se aproxima la fecha, hay que pasarse por 'La Bruixa d’Or', el más famoso despacho de lotería de Europa. Comprar un décimo del sorteo de Navidad -dará más suerte que por internet- ,montar en la escoba dorada de su puerta y pasarle nuestro décimo por las narices a la señora amarilla con escoba, amuleto del local, es rito obligado. Que el próximo 22 de diciembre toque, eso ya es cosa de brujas.
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