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No hace falta marcharse al polo Norte, ni tampoco sacar un billete para Groenlandia. La diversidad geográfica de nuestro país es de tal calibre que, por fortuna, abundan los lugares donde el sol no machaca, las temperaturas son agradables y en los que a la caída de la tarde se agradece ponerse algo sobre los hombros.
No hay más que darse una vuelta a primera hora de la mañana, aún en estos días tan calurosos, para comprobar la certeza del dicho popular que señala que en Burgos solo hay dos estaciones: el invierno y la del tren. Salir sin la rebequita o el forro polar por la ciudad del Cid, antes de que el sol esté bastante alto o cuando cae la noche, únicamente lo hacen los burgaleses más aclimatados. La temperatura media estival de la capital castellana es de solo 20 ºC, así que rebequita por las tardes y tampoco estorba una manta ligera para dormir.
Además de esto, la ciudad ofrece una desbordante oferta de atractivos, entre los que destaca el hecho de que es el único lugar del mundo que concentra tres Patrimonios de la Humanidad: la Catedral, el Camino de Santiago y el Museo de la Evolución Humana y los yacimientos de la cercana Sierra de Atapuerca.
La singular variedad, originalidad y calidad de los pinchos de su constelación de bares es el mejor intermedio entre tanta maravilla y ha convertido a la ciudad en destino obligado para los amantes de la cocina en miniatura.
Es difícil de creer, pero en Andalucía hay un lugar donde no se pasa calor en verano y en el que no escasean los días que se levantan en un lecho de bancos de niebla. El lugar existe y se extiende por las sierras del norte de Cádiz y Málaga, entre Tarifa hasta Ubrique, Arcos de la Frontera y Cortes de la Frontera. Hablamos de Los Alcornocales.
Este remoto parque natural se caracteriza por sus enormes masas de bosques mediterráneos, en especial alcornoques, que le han dado su nombre. Aquí está el bosque más grande del mundo de estos árboles que nos regalan su corcho, acompañados de robles y acebuches.
La cercanía de esta zona con el estrecho de Gibraltar condiciona su clima, de temperaturas suaves y constantes durante todo el año. Aunque en la estación fría pueden descender hasta los 3 ºC, la media estival se sitúa en torno a los 20 ºC.
Con muy escasas precipitaciones, solo destaca la presencia ocasional de bancos de niebla que mueven los vientos de la zona, añadiendo un punto irreal a las ya de por si infrecuentes temperaturas estivales, comparadas con las que sufren las zonas al pie de Los Alcornocales.
Aparte de ser el primer municipio turístico de La Rioja, la histórica villa se sitúa al pie de San Isidro, sierra que aporta una naturaleza atlántica y por tanto con temperaturas suaves, que acentúa la cercanía de la montaña.
Tal vez no tenga mucho que ver, pero durante bastantes siglos aquí estuvo el principal punto productor de mantas y tejidos de lanas de España. Heredera de aquellos momentos, la empresa Mantas Ezcaray, Hijos de Cecilio Valgañón mantiene con una salud envidiable aquella maquila. Lo demuestran las prendas, no solo mantas, que salen de sus telares para formar parte del catálogo de empresas tan prestigiosas como Carolina Herrera, Loewe, El Corte Inglés y Zara Home, entre otras.
Destino notable para practicar senderismo, pesca, golf y equitación o, los más tranquilos, disfrutar de una gastronomía de primer nivel y novedosas ofertas del enoturismo, que combinan la cultura del vino y la salud. Por si fuera poco, todos los veranos aquí se celebra el Jazz Ezcaray, que este año ya va por su 21 edición.
Este pedazo de suelo salmantino es uno de los destinos más remotos de la geografía castellana. Por eso ha conservado una constelación de pueblitos legendarios, como San Martín del Castañar, Mogarraz, Miranda del Castañar y La Alberca que aúnan tradiciones y una arquitectura que vienen directamente de la Edad Media.
Lo que viene de la sierra que da nombre a la comarca es un frescor inolvidable en verano, que, al tiempo que es garantía para la salud de los abundantes bosques de robles y castaños, impide que nadie sufra calores extremos, ni galbanas estivales. Sobre todo en lo alto de la sierra, en el Santuario de la Peña de Francia, residencia de la imagen de la Patrona de la zona, y donde se celebra una multitudinaria romería el 21 de septiembre.
Todas las Canarias son destino recomendable para no pasar calor en verano. Tampoco frío en invierno, por supuesto. Su carácter insular, con presencia de constantes vientos húmedos favorecen la irresistible media anual de 25 grados centígrados. Entre todas, hoy recomendamos La Gomera.
Por supuesto, la visita a sus playas es obligada. Abundan pequeñas calas y arenales rodeados de acantilados, a alguno de los cuales solo puede accederse por mar. Los de Ávalo, con la cercana ermita de la Virgen de Guadalupe, patrona de la isla; la salvaje de Paoahuga y la evocadora La Caleta, en Hermigua, son algunas de ellas.
Aunque lo que mejor recuerdo nos dejará está en el interior de la isla. Por ejemplo, el recorrido de los remotos senderos que cruzan las importantes masas de bosques de laurisilva del interior. Hacerlo añade un puntito de exotismo y misterio jurásico al viaje. Eso sí, no debe olvidarse de echar una chaqueta en la mochila.
Del Bidasoa al Baztán y de Zurragarramurdi a Roncesvalles, los Pirineos navarros son uno de los paraísos termométricos estivales españoles. La altitud moderada de estas montañas, junto con la cercanía del Cantábrico, aporta humedad y atempera el calor. En Isaba, por ejemplo, la temperatura media estival es de 17,5 ºC. Por otro lado, la influencia de la depresión del Ebro ayuda a disipar los frentes nubosos, algo que evita la abundancia de lluvias y favorece estíos con pocos días de auténtico mal tiempo.
Es una región de valles montañosos y bosques extensos. Entre todos, sin duda destaca la selva de Irati, la mayor extensión de hayas de Europa Occidental, y cuya presencia certifica la bondad climática de la región. No es el único destino. Está por ejemplo, el muy asequible Señorío de Bertiz. Y al pie de los montes, una sucesión de pueblos de reconocido encanto, que guardan llamativas tradiciones y una gastronomía rotunda.
Sin salir de Pirineos, aunque en la otra punta de la cadena montañosa, el Parque Nacional de Aigüestortes y Lago San Mauricio, en Cataluña, es un escenario de película: un paisaje alpino de bosques y montañas salpicado por decenas de lagos y amplias praderas. Solo se echa en falta a Heidi, Pedro y al abuelo.
La típica temperatura de las altas montañas, con horas centrales soleadas, pero soportables, y noches bastante frescas las hacen muy visitada en estos meses. Si hacemos algún trekking por las alturas y dormimos al raso, debemos cargar con un buen saco, so pena de pasarnos la noche castañeteando los dientes.
Para alcanzar este privilegiado espacio natural hay que recorrer una geografía de intrincados valles con atractivos tan irrenunciables como las ermitas románicas del Valle de Boí, conjunto de monumentos románicos declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Las playas del litoral gallego se distinguen por el frescor de sus aguas, bien diferente de la templanza que tienen las mediterráneas. Por su latitud, las de las Rías Baixas son las más soportables de toda Galicia y donde el buen tiempo es más frecuente que en otras.
La Lanzada, Sanxenxo, A Lagoa, Boiro y playa América encabezan una constelación de amplios y rubios arenales. Algunos absolutamente salvajes, mientras que otros se extienden al pie de núcleos urbanos, contando con todos los servicios turísticos.
Tanto en unos como en otros, puede pasarse el día y tomar el sol sin achicharrarse. En sus aguas no aguantaremos tanto como si estuviéramos en el Mediterráneo, pero sí lo suficiente para dar unas cuantas brazadas y salir luego con el cuerpo estimulado por su frescor. Para calmar el lógico apetito aguarda una de las más apetecibles cartas regionales, cuyos productos están tan ligados al mar como sus arenales.
A menos de 30 kilómetros de la montaña cantábrica se abre el litoral asturiano oriental con más de 200 playas, de manera que aquí en el mismo día se pasa de la montaña al mar. Después de una buena caminata matinal por los Picos de Europa, la jornada puede concluir con un chapuzón en el Cantábrico.
De Ribadesella a Llanes, se suceden lugares espectaculares, cada uno con su personalidad. Es el caso de la playa de La Ballota, señalada por su legendario peñón; Gulpiyuri, una playa que no tiene mar; el abierto playazo de San Antolín; la de Toró, en la que incluso se bañan las rocas en mitad de su arena o la abrigada Cué.
Pasadas las horas de baño, es aconsejable un paseo por el litoral rocoso en busca de los bufones, esos agujeros por donde el mar resopla los días de marejana. Si no, recorrer alguna de las singulares 'Rutas de cine' que ha preparado el municipio de Llanes por los lugares donde se han rodado algunas películas, que no son pocos.
Cualquiera de las opciones son el mejor preludio para recorrer el monumental casco antiguo de Llanes y visitar su puerto con la sorprendente intervención de Agustín Ibarrola en la escollera Los cubos de la memoria. La conclusión de cada jornada se vive en la mesa de los restaurantes del mismo puerto.
A media hora de Madrid, una de las ciudades españolas donde más se sufren los calores estivales, existe un lugar en el que si uno sale por la tarde sin algo que ponerse por encima, pasará frío. Hablamos de la Sierra de Guadarrama. La montaña madrileña es destino recurrente para escapar del calor capitalino y dormir a pierna suelta, bajo una manta, algo poco posible en el calor de la noche de Madrid. Algunos se lo toman tan al pie de la letra, que se pasan todo el verano en su casita en la sierra.
Lugares como Navacerrada, Cercedilla y Rascafría, en la vertiente madrileña, y San Rafael y La Granja de San Ildefonso, en la segoviana, son los destinos preferidos de los madrileños.
Aquí no se pasa calor, sí que se disfruta de una naturaleza tan valiosa, que ha sido incluida en el último parque nacional declarado en nuestro país. Escenario fantástico para todo tipo de deportes al aire libre, desde la extrema escalada, al relajante paseo ornitológico, sin olvidar el ciclismo, la equitación, el montañismo y el senderismo.