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Venimos a visitarlo y ya nos dan ganas de vivirlo. Un entramado de callejuelas, plazas y patios; de tabernas, bares y restaurantes nos hace cambiar el estado de ánimo y querer poseerlo todo. A pocos metros del Alcázar, en la calle Rodrigo Caro, la taberna 'El Tenderete' sigue manteniendo la misma clientela de siempre pese a la proliferación de otros negocios de hostelería en la zona. Miguel, un joven gaditano que atiende el negocio, nos habla de la parte más auténtica de la zona y nos propone unas espinacas con garbanzos, un guiso con sabores a pimentón, ajo, cilantro, comino y vinagre blanco, lo más castizo del barrio y de Sevilla.
La plaza de Santa Marta, a pocos pasos de la taberna, es un rinconcito pictórico de verdes y blancos, de naranjos aromáticos, aquellos que se trajeron de China como plantas ornamentales, que no comestibles. Aire, pimienta, sol y agua son algunos nombres de calles del barrio. El callejón del Agua, pegado a la muralla oeste del Alcázar, está incluido en una ruta operística por Sevilla, ciudad que está presente en más de cien óperas, entre otras Carmen, la cigarrera que encandiló a un soldado y terminó apuñalada por él. ‘El amor es un pájaro rebelde’ es el leitmotiv de la obra de Bizet basada en la novela de Mérimée. Este callejón de fugas novelescas y decorados para parejas de novios forma parte de lo que fue la judería sevillana, la más importante de España después de Toledo en la época de Fernando III.
Los judíos sevillanos sabían mucho de especias y las vendían –recién llegadas de ultramar– en sus recoletas tiendecitas del barrio. Una de estas tiendas es 'Esencias de Sevilla'. Situada en la casa natal del poeta José María Blanco White, en la calle Jamerdana, nos hace volver la cabeza ante los olores de sus especias e infusiones que muestran en plena calle. El té Leyendas de la Giralda, compuesto de té rojo, canela y limón es una muestra más de la simbiosis de culturas.
Caminamos por la calle de la Vida hacia la plaza de Doña Elvira, una postal viva del barrio de Santa Cruz que no se deja de lado en ninguna visita a esta ciudad. Rodeada del más puro tipismo sevillano, la plaza se convirtió en un diminuto zoco de pequeños negocios de todo tipo. 'El rincón de Fígaro', también conocido como 'La Cueva', es un afamado restaurante donde las paellas son demandadas por cientos de turistas extranjeros que buscan rincones con sabor a España.
Si preguntamos por los lugares más dulces del barrio todos los vecinos nos mandan a la pastelería 'Los Angelitos' de la calle Santa María la Blanca. El aspecto de su escaparate hace que frenemos en seco y contemplemos boquiabiertos lo que hay detrás del cristal. Alfajores, pestiños de miel y los demandados buñuelos de cuaresma, con vainilla y canela, especias que llegaron de América para fundirse con las recetas de abadías y conventos dulcifican la vida de los clientes de toda la ciudad.
La tarde va avanzando y el barrio bulle de gente en la calle más concurrida del barrio, la de Mateo Gagos. Contemplar los brillos de La Giralda desde las terrazas de los bares es un incentivo más para seguir viviendo este casco histórico. Las bodegas 'Santa Cruz', siempre con más clientes fuera que dentro, o la terraza de la 'Taberna del Giraldillo', esquina con la plaza del Triunfo, son dos las más visitadas del barrio por su estratégica ubicación.
No sabemos si algún otro lugar del mundo, acaso Roma o Florencia, nos puede ofrecer en el reducido espacio de setecientos metros cuadrados un conjunto semejante al que Sevilla nos brinda. A parte del Alcázar, el Palacio Arzobispal, el Archivo de Indias, la Catedral y la Giralda son el centro neurálgico de este distrito insustituible.
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