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El paseo del Muro de San Lorenzo es el lugar donde todo se cuece en la ciudad. Sea invierno o sea verano, llueva o queme el sol, se congrega aquí cada día un crisol de perfiles. Playos (gijoneses) y turistas, jóvenes y no tan jóvenes caminan, patinan, corren y recorren este bulevar marítimo con sus perros felices y sus carritos de bebé. Los fotógrafos buscan el ángulo perfecto de la iglesia de San Pedro y los futboleros aguardan la bajamar para dibujar sus canchas y disputar partidos en la arena mojada.
“Quedamos en la Escalera 10, por ejemplo”, diría el playu para encontrarse con un amigo en esta costanera que vertebra San Lorenzo y todo Gijón (268.000 habitantes). Este arenal, de 1550 metros, color dorado y forma de medialuna, se extiende desde Campo Valdés, donde se encuentra la escalera 0, o “La Cantábrica”, hasta la escalera 16, donde se encuentra el archiconocido Tostaderu.
Cruzamos el puente sobre el río Piles para entrar en un territorio donde el Cantábrico ha dibujado calas y bahías rocosas que dan paso a verdes praderas donde ondean las palmeras con el nordeste. La arena dorada desaparece en el pedrero como lo hace el “domingueo” asociado a San Lorenzo en esta zona que aspira a convertirse en el refugio más exclusivo de la ciudad asturiana. Que no siempre en el más caro, pues “lo mejor del Rinconín es que es un lugar tranquilo donde tienes de todo y para todos”. Así lo define Antonio Martínez, vecino de la zona.
“Tienes restaurantes de lujo, merenderos y zona para espichas, bares, pubs, chiringuitos, varios parques y zonas verdes”, añade el paseante, que recorre el Muro con Lorena, su mujer, sus dos hijos y su perro pastor australiano. “Son sitios especiales que se disfrutan mucho más porque se encuentran junto al mar”, comenta Antonio a su paso por el Tostaderu.
Este reducto playero a orillas del Piles y al abrigo del viento, recibe su nombre porque, dicen, “es el lugar donde más pega el sol de todo Gijón”. Es por ello que, cada día, cuando el orbayu y la ciclogénesis lo permiten, se reúne un grupo de vecinos que, desde hace décadas, han convertido el baño de sol aquí en una tradición más de la ciudad como pueden ser el Antroxu o las sidras del Lavaderu.
El fotoperiodista Eloy Alonso inmortalizó hace unos años la pintoresca estampa y la revista TIME la convirtió en una de las cien mejores imágenes del año, poniendo Gijón en el mapa, pero, sobre todo, poniendo en el mapa al Tostaderu y los asiduos de la escalera 16. Estamos hablando del mayor exponente de costumbrismo playu.
Sobre su pequeño templo de arena se encuentra el beach club que lleva el mismo nombre: 'El Tostadero' Su animada terraza mirando a la playa de San Lorenzo y a la puesta de sol lo ha convertido en un clásico de las tardes en Gijón, que destaca por su extensa carta de cócteles y diferentes tipos de café. Justo al lado reclama la atención del visitante el local 'Pura Vida Beach Club'. El ambiente de selva tropical envuelve sus dos plantas, restaurante, terrazas y propuesta con gusto por lo exótico en mixología y por su brunch de los domingos (de 12.00 a 16.00 horas).
¿Para dormir? A esta orilla del Piles se encuentran dos hoteles que cuentan con los rooftop más codiciados de la ciudad. Por un lado, el Abba Gijón, un cuatro estrellas con 80 habitaciones, piscina exterior, restaurante refinado y terraza en su azotea con vistas a la bahía de San Lorenzo, como la del hotel NH. Esta propuesta de alojamiento, también de 4 estrellas, dispone de 64 habitaciones, catálogo wellness, diferentes espacios gastronómicos y piscina panorámica situada en el tejado.
El del Rinconín es un paseo marítimo de 1.300 metros de longitud que se extiende desde el río Piles hasta la zona de Cervigón, además de una zona urbana que acaba de cumplir 30 años desde su remodelación. La avenida José García Bernardo discurre por esta franja litoral que cuenta con carril para las bicis, pavimento adoquinado para que no corran los vehículos, zonas ajardinadas y bancos para descansar de la caminata, escaleras para descender a los pedreros y pequeñas plazas que sirven de miradores donde encontramos hitos como el reloj de sol o la escultura de “La madre del emigrante”.
Frente a la Roca -una ola muy popular entre los surfistas, localizada en el cabo que cierra la bahía de San Lorenzo al oriente- aparecen varios templos gastronómicos para elevar la propuesta como el 'Bellavista'. Sus creaciones caminan entre la tradición culinaria asturiana y propuestas de autor con respeto por el producto local, maridado con una cuidada selección de vinos, sidras nacionales y extranjeras.
El 'Ambigú' defiende una cocina más internacional con protagonismo de lo oriental y pizzería italiana, y el 'Faro de Piles' rinde tributo a los pescados y mariscos del Cantábrico con platos como el arroz con bugre (bogavante). ¿Para parrilla? Las 'Terrazas del Pery'. Y para algo más underground, 'El Risk'. “Tiene un ambiente tranquilo y animado a la vez, es perfecto para tomar algo según sales de la playa”, explica Néstor Pérez, un habitual del 'Risk', que acaba de aparcar la bici en la entrada de esta terraza frente a la cala de los Mayanes. “Para mí el café con leche, hielo y Baileys es ya un clásico en el Rinconín”.
No tardamos en encontrar la playa de Cervigón o del Rinconín. Es esta una pequeña bahía de arena y roca situada al final de la senda costera y frente a una zona ajardina donde se hacen picnics los fines de semana. La cala del Rinconín es ideal para practicar deportes como el buceo o esnórquel, el surf, bodyboard o SUP (Stand Up Paddle) entre sus escollos también frecuentados por mariscadores.
Pero si por algo es famoso el Rinconín es por ser el paraíso perruno de Gijón, pues es la única zona costera del municipio que permite el acceso con mascotas durante todo el año. Aquí empieza la senda del Cervigón, también conocida como la Senda Costera Oriental, que conduce hasta la playa de La Ñora en un recorrido de 9 kilómetros ideales para hacer a pie o sobre dos ruedas.
Sobre la playa de Cervigón se yergue el monumento de la “Madre del Emigrante”, entre los locales: “La Lloca´l Rinconín” (La loca del Rinconín, en asturiano). Ramón Muriedas el escultor cántabro elaboró esta obra, inaugurada en 1970, en homenaje a las madres que despidieron a sus hijos mirando al mar, con un gesto roto de dolor, con los pies descalzos, el vestido raído y el rostro prematuramente envejecido por las penurias de su vida. Sin duda, el aura de la escultura contrasta fuertemente con la del Rinconín, donde los problemas y preocupaciones parecen no existir una vez se cruza el río Piles.
Quien no lo crea que se acerque a su parque y zona de autocaravanas, por ejemplo. “Este es un sitio privilegiado por el entorno, por la playa, los bares y el ambiente surfero”. Así lo explica Cristina García, que acaba de aparcar su furgoneta camper en la zona habilitada (gratuita) para estos vehículos donde no faltan las tablas apoyadas, los neoprenos secándose al sol, el acento extranjero y el aroma a salitre. Al lado, entre palmerales, se encuentra un gran parque infantil, con columpios de madera y barco pirata, el camping “Gijón Costa Surf” y el 'Chiringuito Pantai'.
Este bar de playa abrió sus puertas a finales del pasado verano para convertirse en el local más en boga de la ciudad y lugar de culto para la puesta de sol. Sombrillas gigantes, mesas de madera y sofás, “tipis indios” con cojines, mesados bajos y pufs, contenedores industriales que albergan la barra y la cocina, sesiones de DJ para esperar el ocaso y sabrosas hamburguesas de 'California Street Food'. “Pantai”, en indonesio, significa “playa” y reabrirá al público en primavera.