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En el embalse de Lanuza, en el Pirineo de Huesca, se siente algo mágico que atrapa a sus visitantes. Es un escenario de desconexión y reconexión alrededor de unas cuantas actividades que invitan al disfrute y que tienen su epicentro en el embarcadero Suscalar. “Aquí llega la gente y se olvida de los malos rollos de la ciudad, de los problemas del trabajo, y del estrés y la ansiedad que tanto nos condicionan en el día a día”.
La que opina así es Claudia. Ella, su hermano y sus padres están al frente de este pequeño complejo de ocio, aventura y gastronomía que hace feliz a tanta gente cuando llega el buen tiempo a las montañas aragonesas. Para Toño Rodríguez, chef de 'La Era de los Nogales' (1 Sol Repsol), es su terraza ideal de verano, “un lugar perfecto para las comidas en familia o entre amigos, con un buen surtido de tapas y una terraza con vistas al embalse de Lanuza que es insuperable”.
David y Elena, de Madrid, lo tienen igual de claro: “Hemos vuelto este verano porque estuvimos el año pasado y fue el único viaje que nos produjo una verdadera sensación de desconexión”. Es difícil encontrar entre los visitantes consultados para este reportaje una opinión que se desmarque de esta. Tal vez por ello, Suscalar atesora un bien merecido Solete de la Guía Repsol.
En este escenario se armonizan a la perfección la conservación de la diversidad biológica y cultural, y el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza. Básicamente, esta es la descripción de lo que es una Reserva de la Biosfera, un título que el embalse de Lanuza luce con orgullo y que da la bienvenida al visitante.
Este gran depósito de agua se llena con las aportaciones de los ríos Gállego y Aguas Limpias. Este año ha sido generoso en precipitaciones y todavía hay nieve en los cercanas montañas que superan los tres mil metros de altitud, así que durante este verano ofrece una estampa ideal. El cuadro lo completan la Peña Foratata y el pueblo recuperado de Lanuza. La montaña tiene algo mágico y protector. De alguna forma ejerce de vigía y guardiana de un entorno natural de cuento. Su presencia resulta hipnótica. “Se ve las 24 horas del día -comenta Jorge, vecino de Sallent de Gállego, el pueblo que se encuentra en la base de la montaña-, incluso por las noches, aunque la luna no esté llena, su silueta se dibuja perfectamente en la oscuridad”.
Con la construcción del embalse, el pueblo que lleva su nombre primero se abandonó y hace más de 30 años empezó a recuperarse para dar todavía más brillo a la zona y a un Valle de Tena que es uno de los más visitados del Pirineo aragonés. Sin duda, el más turístico y del que salen algunas de las postales más bellas. Lanuza tiene hoy en día numerosos edificios rehabilitados y cuenta con una importante oferta de alojamientos, hasta el punto de ser un destino muy popular para los amantes de la naturaleza, el senderismo y los deportes acuáticos.
Precisamente, de esto último saben mucho en Suscalar, el embarcadero que es el complemento perfecto para el disfrute de este entorno natural. En este escenario, Claudia y su familia ponen todo de su parte para que la experiencia resulte inolvidable. “Es fácil conseguirlo -comenta- porque la gente viene con una predisposición absoluta a pasarlo bien, totalmente relejada, sin estrés ni agobios, y se nota, vaya si se nota”.
Las actividades acuáticas son su fuerte, pero, además, disfrutar de un restaurante único al pie del agua es el complemento perfecto. En el Pirineo, la garantía de buen tiempo no es tan fácil de tener como en el Mediterráneo, “pero la segunda quincena de julio se ha portado y esperemos que agosto siga igual”, explican Lucas y Daniel. Ellos son el último eslabón entre la tierra y el agua, los encargados de ofrecer a los usuarios de las actividades unas pequeñas normas de uso del material y del baño. “Podéis recorrer el embalse entero; lo único que no está permitido es llegar a la pared de la presa y a la desembocadura de los ríos por las corrientes”.
Las instrucciones se alargan un poco más a la hora de explicar la actividad que está más de moda: el paddle surf. “La verdad es que ha ganado mucha popularidad en los últimos años -aseguran los monitores-, a la gente le encanta disfrutar del paseo por el embalse de pie, sobre la tabla; hay algún día que hace algo más de viento, pero por lo general la lámina de agua es muy estable y apenas hay oleaje, así que enseguida se adaptan a la tabla, incluso sin tener experiencia”.
Laura Fernández y Alicia García son amigas de Madrid y de Barcelona y habían probado el paddle surf en otros pantanos, “pero más ventosos; aquí el agua está tranquila y transparente, así que es una experiencia inolvidable porque el embalse se vive de otra manera, es como si formaras parte de él con el embrujo de la Peña Foratata de fondo”. “Estamos enamoradas de este lugar -confiesan-, desde hace cinco años lo visitamos y nos encantaría tener una casita en Lanuza o encontrar un rincón en un pueblo abandonado”.
En el otro extremo, lo más tranquilo es el alquiler de hidropedales, la opción más familiar, sobre todo si la visita se hace con niños. “En una hora te da tiempo a recorrer el embalse de punta a punta”, asegura Jorge. Es de Valencia y para él y su mujer es la primera visita con su hijo pequeño, “que se lo ha pasado genial”. También hay piraguas individuales y para dos, tres y cuatro personas en las que no resulta difícil coger el ritmo de la palada mientras se disfruta de las vistas.
Para los días de viento, el windsurf y los barcos de vela son las mejores opciones. “En la zona, cuando sopla el viento, lo hace de dos formas; cuando entra del sur, que es una térmica que sube del valle a partir de las diez de la mañana, es muy bueno para iniciarse en estas actividades; mientras que por la tarde suele cambiar a noroeste, más fuerte e indicado para personas experimentadas”, explica Claudia.
Después del ejercicio apetece tumbarse un rato en el solárium con su playa de césped natural. Sol y sombra y un refrescante chapuzón en la zona acotada para el baño son el mejor plan. Después, se puede acudir a la terraza a disfrutar del aperitivo, de la comida o de una cerveza de tarde mientras el sol se recoge entre la Peña Foratata y las montañas de los alrededores.
La carta no es muy amplia, pero el recetario es más que suficiente para dar gusto a todo tipo de paladares. Hay cuatro ensaladas, que en este tiempo es de lo que más apetece; dos clásicos como son las raciones de jamón ibérico y calamares a la andaluza con pimientos de padrón, y una mirada al terruño en forma de migas Suscalar con uvas, tomate y huevo campero. El nivel sube y viaja por el mundo de la mano de un interesante poke bowl y de la receta de vol au vent relleno de pollo de corral, setas y trufa con salsa demiglace. El verano también es tiempo de arroces. Hay dos en la carta, un risotto trufado de trigueros, champiñones y parmesano, y paella de marisco.
Para disfrutar de los bocados más especiales conviene echarle un vistazo a las carnes. Sí o sí hay que probar las albóndigas de venado en salsa española. Una sorprendente receta que uno no espera encontrarse en un restaurante que bien podría asemejarse a un chiringuito de playa, pero que es mucho más. No se queda atrás la sencillez de las costillas de cordero de la zona a la brasa con su guarnición de patatas y verduras.
De sobremesa, en la terraza con unas vistas increíbles al embalse, uno desearía detener el tiempo y que ese instante se repitiese en bucle. Alrededor se escuchan acentos de toda España e idiomas del mundo. El paso fronterizo de Portalet está a apenas cuatro kilómetros. Es la vía de entrada a nuestro país de muchos franceses y de otros ciudadanos europeos.
En Sallent de Gállego y en el embarcadero de Suscalar están acostumbrados a tratar con ellos. “Por aquí viene mucha gente que repite todos los años, e incluso algunos que iban de paso y que finalmente han optado por quedarse en el embalse como destino final”, comenta Claudia. Las actividades vinculadas a la naturaleza que ofrece el entorno son múltiples. Una de las más sencillas es el camino natural del embalse de Lanuza, una bonita ruta circular de siete kilómetros para disfrutar de las estampas más clásicas y conocidas del Valle de Tena.
También es un buen itinerario para conocer con tranquilidad la sorprendente vegetación de la zona y relajarse en los lugares de descanso y de baño que aparecen durante el paseo. Además, casi sin intención de probar moras, fresas o frambuesas, estos frutos silvestres se muestran en todo su esplendor. Tan solo hay que expresar el deseo de encontrarlos y disfrutar de ellos. En definitiva, como casi todo lo que pasa en este embalse mágico: visualizar lo que uno desea que suceda y disfrutarlo.
EMBARCADERO SUSCALAR. Carretera de Lanuza a Sallent de Gállego (Huesca). Tel. 629 410 127.