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En un lejano reino, dos amantes fueron obligados a separarse. Hoy, ya en otra vida, ambos tienen que volver a encontrarse para romper el maleficio que impide enamorarse a todos los habitantes de un pueblo. Así arranca ‘Érase una vez… pero ya no’, un “anticuento de hadas” con humor y canciones de ayer y de hoy.
Con los cantantes Sebastián Yatra, Nia Correia (OT) o Mónica Maranillo (La Voz) como protagonistas, esta serie creada por Manolo Caro (‘La casa de las flores’) nos lleva a un colorido pueblo de turismo, fantasía y leyenda medieval. La Alberca (Salamanca) fue la localización principal para hacer realidad esta producción de Noc Noc Cinema que también pasó por distintas localizaciones de Toledo, Madrid o Segovia en su rodaje.
Entre la Sierra de Gredos y la frontera con Portugal, en el Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia, está el municipio salmantino de La Alberca, uno de esos pueblos en los que parece que se ha parado el reloj desde hace siglos. Un lugar perfecto para ambientar una fábula que salta entre pasado y presente como la de ‘Érase una vez… pero ya no’.
Su admirada y tradicional arquitectura serrana, sus calles empedradas y sus monumentos medievales hacen de La Alberca una de esas paradas obligatorias en el sur de Castilla y León y un seguro en todas las listas de los pueblos más bonitos de España. Tras meses de búsqueda, también acabó conquistando al equipo de la serie de Caro.
“En cuanto estuvimos ahí, in situ, a todos les encajó el espacio”, explica José Luis Beltrame, jefe de Localizaciones, sobre la elección del pueblo como principal localización de la producción. Beltrame destaca el “encanto” que tiene el lugar y asegura que resultó muy “polivalente para que funcionara tanto como localización de presente como de época”.
El casco histórico de La Alberca encajaría perfectamente en cualquier cuento con príncipe azul, y por eso está tan presente en ‘Érase una vez… pero ya no’. Muchas de las estrechas callejuelas de este pueblo litúrgico y lleno de historia aparecen de fondo durante los seis capítulos de la producción, siempre aderezado con decoraciones de época, flores y puro estilo kitsch.
Una de las localizaciones más habituales de este peculiar cuento es la Plaza Mayor. Por aquí pasan turistas, fiestas y hasta un caballo en la serie de Netflix. Dominada por una fuente y un crucero del siglo XVII, en el centro neurálgico del pueblo puedes encontrar la sede del Ayuntamiento, además de distintos restaurantes y bares entre sus bonitos pórticos.
El otro lugar claramente distinguible en la serie es el característico puente del Arroyo. Un paso que se ve, por arriba y por abajo, en distintos momentos: iluminado, paseado por los visitantes como lugar turístico o como punto de encuentro para los protagonistas.
En un cuento que se precie no puede faltar un castillo, y el de ‘Érase una vez… pero ya no’ también tiene el suyo. El que luce más en la serie es, en realidad, el Castillo de Manzanares El Real (Madrid). “A Manolo Caro le encantó”, explica Beltrame, “y además tuvimos mucha suerte de contar con el apoyo de la Film Office de Madrid para contar con un espacio que es complicado de gestionar”.
Así es como se puede disfrutar en todo su esplendor -y con colores añadidos- varios planos exteriores de la fortificación madrileña, que hace las veces del importante ‘Hotel La Soledad’ en la serie. Son recurrentes las escenas en su escalinata de entrada, donde ocurren todo tipo de desventuras y conversaciones.
Además del de Manzanares, el equipo de producción usó también otro castillo como escenario principal para el hotel: el de Guadamur (Toledo). Esta fortificación, del siglo XV, se utilizó especialmente para planos interiores en la serie. “El de Guadamur se utiliza mucho en ficción: los interiores van muy bien para reconstrucciones de época”, detalla el localizador.
Además del castillo, hay otra edificación que brilla -literalmente- en ‘Érase una vez… pero ya no’: una particular iglesia con mucha fiesta por dentro. En varias escenas vemos el exterior de este lugar, que no es otro que la Ermita de San Frutos (Segovia), enclavada en la espectacular zona de las Hoces del río Duratón, que se ve en algunos capítulos -especialmente en un plano aéreo del capítulo seis-.
Además de para rodar en el entorno de la ermita, la zona de Sepúlveda y Segovia sirvió para captar distintos bosques y caminos que aparecen en la serie. Aunque seguramente el espacio natural que más destaca en ‘Érase una vez… pero ya no’ es una trama que sucede en un río. Por su característico color se podrá adivinar que es el Tajo, inmortalizado esta vez en las inmediaciones de Aranjuez (Madrid).
Todos estos lugares, además de otras localizaciones puntuales en la Comunidad de Madrid, han servido para dar forma a la primera serie musical de Netflix en España. El 11 de marzo estarán en la plataforma sus seis episodios, listos para que descubras si fueron felices y comieron perdices… o no.
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