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Uno de los lugares más codiciados, conocidos y concurridos de la costa valenciana, tanto por autóctonos como forasteros, tal vez por su proximidad a Valencia, es Cullera. Extensas playas de arena, chiringuitos, bares, heladerías, restaurantes, tiendas de ropa y complementos estivales, y hasta su propio cine. En definitiva, un pueblo volcado en el veraneo y con todo lo que se puede desear si vas de vacaciones con la familia al completo. Si eres de los que prefieren un poquito más de intimidad, aquí van seis lugares para que visites Cullera y sus alrededores alejado de las masificaciones.
Una de las visitas obligadas si pasas unos días en Cullera es, sin duda, subir a su castillo. A medida que te acercas al municipio, vas viendo la silueta de esta fortaleza dominando la montaña. Y a sus faldas la extensión del casco histórico de la ciudad, antes amurallado, al refugio de los múltiples asedios vividos, y de las hordas de turistas que durante la temporada estival abarrotan sus playas.
Rebautizado como "el castillo que Jaume I no pudo conquistar", su construcción data del siglo X. Aunque su origen se encuentra en la época califal, prácticamente nada queda de la estética musulmana debido a la expulsión definitiva de estos por parte del Conquistador, y su consiguiente repoblación cristiana. Con el paso de los siglos, el castillo con su perfecta ubicación desde la que controla el mar, el río Júcar, el conjunto de la población y la mayoría de la comarca, fue escenario también de diferentes ataques de piratas, especialmente del pirata Dragut, uno de los corsarios más temidos después de Barbarroja.
Para acceder hay dos posibles caminos. Uno, en coche a través de una pequeña carretera de curvas por la que se llega a un aparcamiento a los pies del Santuario de Nuestra Señora del Castillo, patrona de la ciudad, y que fue construido a finales del siglo XIX en honor a la virgen de la Encarnación. La otra opción es hacerlo a través del zigzagueante Camino del Calvario, ideado de esta forma para dificultar el acceso al castillo a los posibles atacantes. A este vía crucis, con sus catorce estaciones, se llega desde el centro histórico –aprovecha la ocasión para perderte por las callejuelas de la antigua judería– y pasa por la Torre de la Reina Mora, una de las torres que unían los distintos tramos de la muralla y que aún se conserva.
El castillo de Cullera, declarado Bien de Interés Cultural, te ofrece una de las vistas más fascinantes de la zona. Asómate a este magnífico balcón que mira al mar y a cada rincón para contemplar no solo el azul vibrante del mediterráneo sino también el verde intenso de los campos de arroz, las estrechas calles del casco viejo y la salida al mar del río Júcar. Aprovecha también para recorrer cada una de las estancias y empaparte de toda la historia de Cullera, de su castillo y del santuario. Si aún tienes ganas de más, puedes visitar también la Cova del Dragut y conocer de cerca las fechorías de este temido pirata.
Si hablamos de vistas, otra de las imprescindibles es el Faro de Cullera, situado a escasos kilómetros del núcleo urbano. La primera vez que su señal se encendió fue en el año 1858. Actualmente no luce igual que en sus orígenes debido a diversas reformas que se acometieron durante los años 60, pero es uno de los dos faros que se conservan en la provincia de Valencia y está considerado uno de los más bonitos de España.
La perspectiva de la bahía desde este faro, aún en funcionamiento, son impagables. A pesar de que no puede visitarse por dentro, acercarse hasta aquí sigue siendo más que recomendable debido a su situación privilegiada, en uno de los entornos naturales con más encanto del lugar. Su acceso se realiza a través de un agradable paseo que sale desde la Ermita de los Navarros y transcurre bordeando toda la zona de acantilados y costa. Cabe señalar que este es el único paraje de acantilados que podemos encontrar en la provincia de Valencia.
Por un lado, desde el faro podemos contemplar kilómetros de playa de arena que van desde esta parte de Cullera hasta Valencia: las playas del Faro, del Dossel, las del Mareny, El Perelló y El Perellonet. Por el otro lado, la antigua Isla de los Pensamientos, ahora anexionada. Además, en los días claros podemos divisar toda la orografía de la comarca hasta el Montgó de Dénia. La mejor hora para hacerlo sin agobios, turistas y runners es durante el amanecer o el atardecer. Un baño en alguna de estas playas, vacías a estas horas, puede ser también una buena recompensa.
Muy cerca de Cullera, en la pedanía de Sueca, hay otro bonito lugar que merece una visita. Se trata de la Muntanyeta dels Sants, un pequeño montículo situado en pleno Parque Natural de la Albufera. Esta colina se encuentra en mitad de los arrozales, que presumen de un verde deslumbrante durante los meses de verano.
En lo alto de esta pequeña montaña se encuentra la Ermita de los Santos Abdón y Senén también conocidos como los 'Santos de la Piedra'. Son dos de los patronos de Sueca y a su vez de todos los agricultores ya que, según la creencia popular, protegen los cultivos de las granizadas y pedriscos. La ermita, promovida y sufragada por los labradores, fue construida en el siglo XIV. Los días 29 y 30 de julio se celebra els Benissants, una fiesta que empieza con una romería desde Sueca hasta la Muntanyeta dels Sants.
Este promontorio, que se alza 27 metros por encima del nivel del mar, es un lugar privilegiado para hacerse una idea de lo importante que es aquí el cultivo del arroz. Cientos de campos de cereal se extienden allá donde alcanza la vista, separados por acequias, alguna caseta y una carretera que, en la época de la siega, se llena de pequeños tractores y demás maquinaria agrícola.
La Muntanyeta del Sants también es testigo de este ecosistema único que se abre paso en el marjal. Fauna y flora autóctona que habitan los campos, que suenan y brillan de distinta manera según la época del año. Una de las maravillas de los campos de arroz es su poder cambiante del paisaje, que lo tiñe de verde, marrón, dorado o plateado según la estación en la que nos encontremos. Dispone de una zona de merenderos y se puede llegar hasta aquí en coche o en bici, por una bonita carretera que recorre los campos de arroz, compartiendo camino con patos, garzas y otras aves habituales de este humedal.
En las inmediaciones de la Muntanyeta dels Sants y también en el interior del Parque Natural de la Albufera nos encontramos con el Ullal de Baldoví. Se trata de un manantial de agua subterránea que emerge a modo de laguna y que sirve de refugio para fauna y flora muy difícil de ver en el resto de humedales. Es el mayor manantial de agua dulce de la Albufera.
Ha sido recuperado recientemente y se han reintroducido especies animales y vegetales autóctonas, algunas ya desaparecidas por la acción del hombre, y otras en peligro de extinción, como el samaruc. Otro de los trabajos que se ha realizado para la revitalización de este ullal es la fabricación de un punto de observación de aves, senderos de madera para poder recorrer parte de este lago, y carteles informativos.
En este pequeño oasis es frecuente ver cómo conviven cigüeñuelas, patos, garzas o fochas, entre otras aves. Lo único que hay que hacer es respetar las normas para no alterar la vida tranquila de los animales y plantas que lo habitan. Si oyes disparos, no te asustes, no se trata de ningún cazador furtivo, son los cañonazos que cada media hora resuenan para evitar que las aves se coman el arroz. Gajes de la convivencia del hombre y la naturaleza.
Residencia de artistas y galería de arte desde 2008 hasta 2014, actualmente 'La Alquería de Vilches', que fue construida hace casi 200 años, ha sido reconvertida en uno de los alojamientos con más encanto de la zona. Esta alquería es un hotel con historia. Su situación privilegiada, en un entorno natural incomparable, le da ese toque especial que en su día sirvió de inspiración a diversos artistas. Con la Albufera y los arrozales como fondo de pantalla, a escasos metros del mar, este lugar es ideal para relajarse y desconectar.
Sus once habitaciones, decoradas con esa impronta mediterránea tan característica, huelen a campo y sal. La luz inunda las estancias y las vistas nos invitan a bajar el tempo y a poner en práctica esa difícil tarea de dejarnos llevar por el sosiego. Dolce far niente, como dicen los italianos. Además, cuenta con un restaurante, al que también puedes ir aunque no estés alojado, en el que el papel principal se lo lleva el producto local.
Cocina de calidad, mediterránea y con originales presentaciones como las enormes rodajas de tomate rosa con azúcar caramelizado, los pimientos del padrón con palomitas (juegan bastante con la contraposición dulce y salado de los alimentos), la ensaladilla con tirabeques presentada entre dos panes de una especie de oblea, asemejando un sándwich helado. También merece la pena probar el esgarraet con huevo frito, los pastelitos de salmón, guacamole y huevo hilado; y la caldereta de merluza. Acompaña el pan del archiconocido horno de la Beata Inés y de postre, la isla flotante sobre horchata.
La terraza con piscina es perfecta para comer, cenar, copear, pegarte un chapuzón o leer pausadamente rodeado de esculturas de Ripollés y Pepe Fuster, que nos recuerdan y mantienen ese punto arty y cultural que marca la diferencia. Fuster, además, es el encargado de la restauración de 'La Alquería'. La rehabilitación de este alojamiento ha sido muy respetuosa con la construcción original de la finca. Conserva arcos y paredes, así como el camino por el que entraban los caballos y el antiguo aljibe.
Por si fuera poco, ofrecen distintas actividades como paseos en barca, rutas en bicicleta, masajes, degustaciones de vinos y quesos de la zona. También se puede reservar el espacio para celebraciones privadas. Exclusividad y relax casi a pie de playa, en mitad del Parque Natural de la Albufera y sus campos de arroz envolviéndolo todo.
Aquí hay playa para aburrir. Y lo mejor es que las hay para todos los gustos. Desde El Perelló hasta Cullera encontrarás playas familiares, con su paseo marítimo repleto de bares y restaurantes, con chiringuitos, algunas otras recónditas y salvajes, y playas perfectas para practicar uno de los deportes de moda, el kitesurf. Kilómetros de litoral de arena clara, cómodas, amplias y de aguas cálidas. Si lo que te gusta es una zona con todos los servicios, a dos pasos de 'La Alquería de Vilches' tienes las playas del Mareny de Barraquetes, el Mareny Blau y el Mareny de San Llorenç. Un poco más alejadas están las de El Perelló y Cullera. Son familiares, cuentan con socorrista y tienen la opción de tomarte un refrigerio o una paella prácticamente sin perder de vista el mar.
Pero, si por el contrario, lo que buscas es un poco de privacidad y huyes de las multitudes, pasando el Mareny de San Llorenç en dirección a El Perelló encontrarás una playa naturista, muy poco transitada. Resulta una opción ideal para pasear, pegarte un buen baño sin ser asediado por enormes flotadores con forma de flamenco o tirarte en la toalla vuelta y vuelta con el único ruido de las olas del mar y la protección de las dunas. Hasta aquí se llega desde la carretera, por un camino que atraviesa los campos, pero ssshhh , no lo digas muy alto que esto aún es un secreto.
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