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La cima del Cuito Negro dibuja una de las fronteras naturales entre Asturias y León y marca en el mapa uno de los mejores miradores de la Cordillera Cantábrica. Desde aquí arriba, a 1.862 metros de altitud, se despliega ante nosotros un horizonte de montañas cubiertas por la nieve y dominadas por cumbres como el Cellón, Las Tres Marías y Las Ubiñas que superan los 2.000 metros.
Los riachuelos avanzan encajonados entre los valles que desembocan en el río Pajares, que guía nuestra mirada hacia el norte. A un lado divisamos su pueblo homónimo, con sus casitas diseminadas por la ladera, y al otro la autopista A-66, que se abre paso entre túneles que horadan la montaña como el famoso Huerna.
Un esquiador acaba de ascender hasta este pico coronado por el edificio del repetidor de Telefónica y su torre, que se distingue desde todo el valle. Se quita las pieles de foca que le ayudan a subir por la colina nevada, recobra el aliento y contempla la panorámica de la montaña asturleonesa que nos envuelve, antes de descender. El Cuitu Negru, como se le llama aquí, es el punto más elevado de la estación de Valgrande-Pajares y, en 2012, fue el escenario de una de las etapas más emocionantes de la Vuelta España.
También de las más duras, en la que los ciclistas Contador, Valverde y Purito escalaban por esta pista, casi vertical, hasta este mismo lugar. Hoy está cubierta por la nieve, como en otros lugares como la Megaverda, de Ordino-Arcalís, o el puerto de Tourmalet, en Bareges-La Mongie, donde se asciende en bici en verano y se desciende esquiando en invierno.
Más allá del glamour de Baqueira, de la juerga de Marchica, en Formigal, o el sol perenne de Sierra Nevada, nos volvemos a poner las botas y rescatamos los esquís para descubrir uno de los santuarios de la nieve de nuestra geografía.
La estación de Valgrande-Pajares se ubica a medio camino entre Oviedo y León, en el concejo asturiano de Lena. Desde la capital del Principado partiremos rumbo a este icónico puerto de montaña, hoy envuelto por un manto de nieve, que esperan que aguante hasta -al menos- Semana Santa. Muchos temían que no llegara este momento, pero casi en vísperas de la primera, el invierno ha azotado como si de Laponia se tratara para pintar de blanco los sueños de palilleros y tableros.
Después de pasar Pola de Lena por la autopista A-66, tomaremos el desvío a Campomanes para continuar la travesía por la antigua N-630. Hablamos de un recorrido sinuoso y en ascenso, donde no faltan los camiones que quieren evitar el peaje ni los miradores al valle esculpido por el río Pajares. Hacemos una parada para asomarnos al balcón de Miracebos y contemplar una de las estampas del Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa. Estamos en medio de este territorio de montaña situado en la zona meridional de Asturias, entre los concejos de Lena, Quirós y Teverga. Su techo es el macizo de Peña Ubiña, la segunda montaña más alta de la región tras los Picos de Europa, con altitudes superiores a los 2.400 metros.
Entre curva y risco llegamos a Pajares, un pueblo de alta montaña situado a 1.000 metros de altitud donde viven alrededor de cien habitantes. Es este un paso obligado en la ruta jacobea en su vertiente conocida como Camino de San Salvador. Pasamos cerca de la antigua estación de esquí, la iglesia de San Miguel y la histórica Posada Real de Pajares, donde se alojó la reina Isabel II en 1858. Hoy se ha convertido en una exquisita casa rural para amantes de la contemplación, el relax y los paisajes sacados de cuento alpino, como este.
No tardamos en alcanzar el Puerto de Pajares, donde se ubica el polémico edificio del Parador Nacional, a 1.378 metros de altitud. La posada fue inaugurada en 1953 en este punto estratégico de la Cordillera Cantábrica entre Asturias y León y, tras décadas de auge y decadencia, de aperturas y clausuras, terminaría cerrando sus puertas hasta nuevo aviso. Muchos lo consideran uno de los grandes fiascos de la alianza asturleonesa.
Antes de llegar a Arbás del Puerto (León), seguiremos el desvío hacia Brañillín (Asturias). La carretera solitaria se abre paso entre praderas de apariencia idílica, con esponjosa cobertura de nieve hasta que divisamos bajo la colina, la estación de Valgrande-Pajares. Las autocaravanas permanecen aparcadas desde hace días, los jóvenes -y no tan jóvenes- toman el sol frente a las furgonetas camperizadas, los niños juegan y sus padres parecen sacados de un catálogo de O'Neill. Parece, más bien, que hubiésemos llegado a la playa de Salinas o Xagó que a una de las decanas de la Península Ibérica.
Como sucede en Candanchú, La Molina, Núria o Navacerrada, entramos en uno de los santuarios de la nieve de España. En este lugar el paso del ferrocarril por una cota alta, en la que las nevadas eran habituales durante todo el invierno, resultó fundamental para fijar el primer enclave para el desarrollo del deporte blanco en la Cordillera Cantábrica. Este tuvo lugar hace casi setenta años. Valgrande-Pajares fue inaugurada en 1954 gracias, en parte, a la gran labor de Jesús Valgrande, campeón español de esquí de fondo. La estación lleva el nombre en honor al que fuera abanderado en los Juegos Olímpicos de 1936 de Garmisch Parterkirchen.
“Esta siempre ha sido una cantera de buenos esquiadores de estilo alpino”, como explica el equipo de Valgrande-Pajares. “También era un lugar de referencia para los amantes del esquí nórdico”. Aún conserva un itinerario marcado de fondo con unos seis kilómetros de longitud y dos tipos de dificultad, para los que desean iniciarse y para los más expertos.
En cifras, la estación cuenta con un dominio esquiable de 30 kilómetros, además de una pista de esquí de travesía, dos estadios de competición, una guardería para los más peques y una zona específica para trineos, que permiten la práctica de diversas modalidades de esquí. Como explican desde Pajares, uno de los puntos fuertes son sus posibilidades para el freestyle, donde esquiadores y, sobre todo, snowboarders se lucen en las pistas y fuera de ellas.
Nos recibe Javier Martínez Iglesias, director de la estación, junto al nuevo telecabina. “Prácticamente lo acabamos de abrir”, explica. Pajares dispone a su vez de dos telesillas cuatriplaza y dos cintas. Tomamos este teleférico, estilo góndola, que en unos cinco minutos nos lleva hasta la cima de la estación.
“La cafetería ‘Cuito Negro’ es una de las joyas de Pajares”, explica Martínez. “Fue construida en 1969 y el edificio está protegido como Docomomo Ibérico”. Esta obra destaca por su estructura circular, construida en hormigón armado sobre un único pilar y cubierta por una cristalera, que lo convierte en un mirador privilegiado de la Cordillera Cantábrica a 1.800 metros.
Fue proyectada por el arquitecto Carlos Blanco Bescós e incluida en el colectivo Docomomo por su innovador diseño. Esta organización internacional, que se dedica al estudio y documentación de la arquitectura contemporánea, tiene como objetivo la protección y conservación de obras como esta. A su terraza acuden esquiadores, snowboarders y cualquier amante de la nieve todos los días de la semana durante la temporada. Especialmente días como hoy, después de la gran nevada que cayó ayer y bajo el sol que obliga a bañarse en loción protectora.
Al lado se encuentra una amplia zona de debutantes que comparte el telesilla con el snowpark. Normalmente, estas zonas se sitúan en la falda de la estación, pero en Pajares se sitúa en la cima, para los primerizos que no quieran perderse estas vistas. En la gran calle central se concentra buena parte de los usuarios y en las zonas laterales, con pistas rojas y una negra, uno tiene la sensación de esquiar en solitario entre las cumbres asturianas. No faltan los esquiadores de travesía que ascienden con paciencia la ladera, mientras otros la descienden y se aventuran por los fuera de pista.
Como es habitual, el après-ski se concentra en la parte baja de la estación. Aquí gana adeptos la ‘Cafetería Telesilla’, que dispone de una concurrida terraza-solárium para días como este. Las oficinas, la tienda de alquiler de material de esquí y reparaciones y la guardería infantil se encuentran al lado. Pajares cuenta también con una escuela con más de 30 instructores y un ejército de jóvenes alumnos que agitan el ambiente.
Más allá del invierno, el entorno de Pajares se convierte en imán para los forofos del senderismo, el ciclismo, ya sea de carretera o de montaña (BTT) y el trail running. En verano toman los antiguos caminos, usados desde época romana por pastores, para subir y descender las laderas en rutas que conducen hasta la cima del Cuito Negro o el Pico Celleros; el circuito de la Cerra, entre el Puerto de Pajares y Brañilín; el Paso del Oso por el bosque y la localidad de San Miguel del Río o la Vía Carisa, antigua vía romana que enlazaba Asturias con Castilla.
‘VALGRANDE-PAJARES’ - Brañillin, s/n. Pajares, Asturias. Tel. 985 95 70 97.