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Jo Gallagher y Duncan Turner son de Londres pero viven en una masía del siglo XVI ubicada en el corazón del Moianès. Mires hacia donde mires desde su casa, solo ves montañas, bosques y naturaleza. Esas vistas son una de las grandes razones por la que muchas parejas eligen este lugar para casarse. 'This Must Be The Place' (Moià) es el acertado nombre de esta singular finca para bodas y el hogar de esta pareja con un pasado cinematográfico y musical.
La canción de amor de Talking Heads es también el título perfecto para su negocio: “Tras mucho buscar por toda Cataluña la masía ideal, dimos con ésta y supimos que éste era el sitio”, cuenta Jo Gallagher. 'This Must Be The Place' ha conseguido que mucha gente de Barcelona y otras ciudades descubra el Moianès al ir de boda. “Llegan, ven las vistas, comen los productos de la zona y visitan lugares que no están nada masificados. Y sienten que han encontrado una joya secreta”.
Anclada en un paisaje rural de atardeceres de oro y horizontes infinitos, la masía hubiera cautivado al mismísimo Turner y lo habría empujado a captar los hipnóticos reflejos de la luz con su paleta de colores. “El paisaje es espectacular, con estas vistas ininterrumpidas, sin edificaciones modernas a la vista, solo bosques, campos y montañas. Es un paisaje con un toque de dramatismo”. Con esta carta de presentación, nos acercamos a recorrer el Moianès con mirada curiosa para desentrañar sus rincones, asomarnos al balcón de su naturaleza y descubrir su verdadera esencia.
El Moianès es una comarca muy joven en lo administrativo pero muy vieja y sabia en historia, con diez pueblos que comparten una estrecha vinculación territorial. No fue hasta 2015 que sus habitantes eligieron en consulta popular constituirse como una nueva comarca administrativa y política. En plena Cataluña central y rodeada del Bages, La Plana de Vic, el Vallès Oriental y el Vallès Occidental, esta pequeña comarca cuenta con una altura sobre el nivel del mar que alcanza los 900 metros y forma un ecosistema en sí misma, gracias a una climatología diferenciada y a una orografía particular, auténtica y casi única. En otoño, sus pueblos y paisajes brillan con un esplendor aún más intenso y ofrecen una oportunidad increíble para escaparse, recorrerla sin prisas y descubrir todo lo que ofrece: un pasado histórico que se remonta al paleolítico, patrimonio románico, gótico y modernista y paisajes privilegiados.
Rodeada de naturaleza, Moià, capital del Moianès, es un buen lugar para empezar. En la plaza de Sant Sebastià, presidida por un monumento con la figura de este santo, patrón del municipio, encontramos la sede del ayuntamiento, un edificio de 1858. Bajando por la calle Forn llegarás a la plaza del Carreró, un magnífico ejemplo de arquitectura del renacimiento en la que destaca Cal Tanay, una casa con dos grandes portales abovedados de piedra tallada. En la misma calle Forn nos toparemos con algunas casas singulares, como Can Carner, que hoy es la sede del Consorcio del Moianès y Hotel de Entidades. Más adelante, en el número 25, se ubica el Colegio de la Escuela Pía, que fue la primera casa escolapia de la península Ibérica y cuenta con un hermoso claustro barroco cubierto.
Al final de la calle, encontramos la Plaza Mayo, rodeada de belleza en cada uno de sus vértices. Si tienes suerte de visitarla en domingo, te toparás con el mercado semanal, un festival de sabores y olores en el que abastecerse de productos locales y de temporada de la zona (¡y que se celebra desde el año 1152!). No dejes que te distraigan de admirar la imponente iglesia de Santa María. Construida entre los siglos XVII-XVIII, su estilo barroco se aprecia especialmente en sus dos portaladas con columnas salomónicas, las primeras de toda Cataluña. En su interior, podremos apreciar cómo las tres naves convergen en un crucero coronado por una gran cúpula presidida por una talla policromada de la Virgen de la Misericordia. Y su campanario de planta octogonal y 52 metros de altura te dará la bienvenida a cada hora.
Junto a la iglesia y en la calle Rafael Casanova encontrarás la casa-museo de este héroe nacional que defendió Barcelona durante el asedio de 1714. Es un edificio señorial del siglo XVII de fachada bellamente esgrafiada. Dentro, además de la cronología de los hechos de 1714 y la figura de Rafael Casanova y del Archivo Histórico de la ciudad, viajarás mucho más atrás en el tiempo, hasta la prehistoria, ya que también se ubica allí el Museo Arqueológico y Paleontológico de Moià, que exhibe los restos encontrados en las vecinas Cuevas del Toll.
Si continúas paseando por la zona histórica de Moià te toparás con otras construcciones de los siglos XVII y XVIII, época de esplendor del municipio gracias al auge de la industria textil, como la antigua iglesia de Sant Josep, de 1620, que hoy es un auditorio municipal. Muy cerquita, el Parque Municipal Francesc Viñas, un conjunto modernista y novecentista que se abrió al público en 1935. Sus amplios jardines son ideales para descansar entre fuentes y senderos o junto al estanque con un manantial central.
Muy cerca de Moià existen unas formaciones geológicas que fueron habitadas durante el Paleolítico. Dos kilómetros de galerías, más de 1.150 metros de profundidad, restos de Homo neanderthalensis y réplicas de cuatro cabañas neolíticas hacen de las Cuevas del Toll uno de los conjuntos prehistóricos más importantes del cuaternario. Se trata de un lugar excepcional, y uno de los más visitados de toda la comarca. Se pueden recorrer con visitas guiadas en las que descubrirás qué animales prehistóricos vivieron allí, pasearás por galerías misteriosas, conocerás curiosas anécdotas de nuestros antepasados y podrás admirar en su parque prehistórico las réplicas de cuatro cabañas neolíticas.
Los vestigios de este pasado neolítico están por todo el Moianès, especialmente en forma de dólmenes como el de Padrós, el de Puig-Rodó, Masclamí, Gavatx, Criac o Del Cuspinar, entre otros, para que puedas diseñar tu propio geocaching prehistórico.
El pasado medieval de los pueblos del Moianès se respira en sus callecitas tortuosas, estrechas y empinadas. Los alrededores de muchos de sus municipios están salpicados de ermitas románicas en las que el tiempo parece detenerse. Santa Maria d’Oló, el pueblo más septentrional, tiene un núcleo antiguo encaramado en una colina con una iglesia barroca en cuyo interior podrás admirar un retablo de grandes dimensiones. A su alrededor, además de preciosas vistas desde su mirador que abarcan hasta Montserrat y los Pirineos, se ubican cuatro capillas románicas en diferente estado de conservación.
Pero sin duda, el lugar donde el pasado medieval de la comarca se expresa mejor es en el encantador pueblecito de L’Estany, el más elevado de todos. Esta auténtica joya debe su nombre a un gran estanque natural que fue desecado durante los siglos XVI y XVIII para evitar enfermedades como el paludismo. En su lugar se construyó en 1554 una acequia que fue mejorada en 1735 con una gran obra de ingeniería, la Mina de l’Estany. Hoy en día sigue sacando agua de las entrañas de la tierra y se puede visitar.
En el centro de esta pequeña localidad, la calle Fosc (calle Oscura) conserva a ambos lados restos de piedras antiguas en sus paredes y arcadas. Junto a ella, el Monasterio nos transporta casi mil años atrás en el tiempo. Esta joya del románico, declarada Bien Cultural de Interés Nacional, fue fundada en el año 1080. La quietud monacal se respira especialmente en su magnífico claustro de columnas dobles. Fíjate en sus bien conservados capiteles; en cada uno de los 72 que hay descubrirás figuras e imágenes esculpidas con iconografía de todo tipo sin que se repita ninguna. El resto del monasterio es hoy un museo con todo tipo de documentación que da testimonio de su rica y antigua historia.
Junto con el claustro, la iglesia de Santa Maria de l’Estany conforma este impresionante conjunto monumental. De un austero estilo románico, la planta de cruz latina conforma tres ábsides. La luz se cuela desde el gran ábside central, iluminando la imagen de la Virgen del Estany, una bella escultura de alabastro.
La comarca cuenta con vestigios románicos por todas partes. En Granera, el pueblo más pequeño del Moianès, además del Castillo elevado a unos 830 metros y cuyas primeras referencias escritas datan del año 930, también se encuentra la ermita de Santa Cecilia del siglo XI y con un magnífico ábside muy bien restaurado. Si te acercas hasta el mirador de Can Cucut, tendrás unas excelentes vistas de la Sierra de Sant Llorenç de Munt, de Montserrat y del castillo de la localidad.
El pueblo de Castellterçol debe su nombre al castillo de Terçol, el hombre de confianza del Conde de Barcelona Guifré el Pilós. Documentado desde el año 898, hoy en día acoge conciertos y actividades culturales y se puede visitar con cita previa. Castellterçol es también el pueblo natal de Enric Prat de la Riba, uno de los principales teóricos del nacionalismo catalán. La antigua casa Pedrós, en el centro, es hoy un museo dedicado a su figura y también un buen ejemplo de cómo se vivía en una casa rural acomodada a principios del siglo XX, ya que conserva la arquitectura y el mobiliario original.
Decenas de rutas recorren toda la comarca entre mesetas, bosques de hayedos y robledales, cuevas y abrigos rocosos y fuentes. En los alrededores de los pueblos encontrarás vestigios de antiguos oficios como barracas de viña, pozos de hielo o lavaderos de lana, como el de El Roquer a las afueras de Castellterçol; una bella construcción de piedra arqueada alrededor de un abrigo rocoso natural. En una gran mesa de piedra tallada de seis metros de largo se lavaba y trataba la lana durante la época de próspera actividad textil (entre los siglos XV-XIX).
Y es que el agua está presente por todas partes en forma de riachuelos y fuentes. Los moianeses se sienten especialmente orgullosos de uno de sus parajes más escondidos, el Molí de Brotons y la cascada de la Tosca, cerca de Moià. Se accede solo a pie en una excursión de unos tres kilómetros sin especial dificultad. Situado en medio del Valle de Marfà, el molino y el salto de agua tienen un encanto especial donde el murmullo del agua y la brisa te inundarán de paz.
El entorno natural se vuelve exuberante en el pueblo situado más al sur de la comarca, Sant Quirze Safaja. Este peculiar municipio de tan solo una calle está rodeado de bosques atravesados por el río Tenes y por otros riachuelos menores. La iglesia de Sant Quirze Safaja agrupa diversos estilos y épocas. Su origen está datado en el año 1042 y el esbelto campanario se construyó entre 1670 y 1672.
Existen muchas otras rutas para recorrer a pie por senderos de fácil acceso si lo tuyo es caminar. Los más experimentados cuentan además con rutas de largo recorrido, pensadas para ir a pie o en bicicleta, como la Ronda del Moianès, que recorre todo el perímetro de la comarca y que conecta con una gran variedad de rutas radiales que se adentran en cada población. Y para relajarse, desconectar y sentir el otoño en toda su extensión, una opción perfecta es el parque natural de el Molí Nou, a las afueras de Moià. Este oasis de verdor se extiende alrededor de un embalse y un molino harinero y conforma un acogedor paraje, ideal para hacer un picnic en sus mesas de piedra y dejar la vida pasar contemplando los colores de la estación más cromática.
El Moianès puede presumir de haber sabido promocionar una cultura gastronómica basada en productos de calidad kilómetro cero, entre los que destacan por encima de todo los embutidos y los quesos. No puedes irte sin probar un trocito de su gastronomía. El restaurante 'Magadins Vell' (Crta Mollet Moia C-59, km 43.5), entre Moià y L’Estany, lleva casi 30 años ofreciendo su cocina a base exclusivamente de ingredientes de la zona, que venden en la agrotienda anexa. Tanto en sus interiores rústicos como en la terraza y en el jardín exterior podrás probar platos típicos, también durante la mañana con sus famosos “desayunos de tenedor”.
En el minúsculo pueblo de Granera, Anna y Fabio de 'Cal Campàs' (Carrer Castell, 16) recorren con su coche la comarca cada día para proveerse de los productos de la zona. Con ellos elaboran una cocina mediterránea y platos como carnes a la brasa y arroces para compartir que sirven en su comedor con vistas espectaculares. Y en Castellterçol, Stefano y Gabriela sirven pasta hecha a mano por ellos mismos, así como platos originales elaborados con productos de calidad, en 'Can Remolí - La Fàbrega' (Crta Mollet Moia C-59, km 35).
Con la panza llena, solo queda echar un último vistazo desde algún mirador cercano antes de emprender el regreso con la pilas cargadas de belleza otoñal. Como dijo el escritor Jim Bishop, “El otoño trae más oro en el bolsillo que el resto de estaciones”. Y en el Moianès, te llevarás a casa un tesoro entero.
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