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En los páramos calizos de la Alcarria, los encinares de la dehesa se intercalan con los bosques de haya y fresno mientras el río Tajo, en su curso alto, trata de refrescar así este paisaje áspero situado a hora y media de Madrid. Pronto el ritmo capitalino se olvida a medida que avanzamos por la carretera nacional N-204 y nos adentramos en un mundo rural donde las horas parecen contar el doble, donde los veranos son cálidos y los inviernos muy fríos. "La Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir". Palabra de Camilo José Cela en su novela Viaje a la Alcarria.
La temporada otoñal se antoja pues como la más apropiada para lanzarse a caminar por este territorio al este de Guadalajara, pero estilo muy western. De llanuras secas, pueblos vacíos, ríos caudalosos y retorcidos y cerros solitarios que se yerguen en mitad de la nada como moles calcáreas que guían al viajero en su ruta por el “Monument Valley manchego”. Peñas Alkalathem, Alcalatenas o de Braña. “Todos las ven, pero pocos las maman”. Así reza el dicho local. Hablamos de las Tetas de Viana y de una ruta a pie para explorarlas.
Tras dejar la autopista A2 en dirección a Barcelona y pasado Guadalajara, tomaremos la salida 103 para continuar por la N-204 rumbo sur dejando atrás Cifuentes hasta Gárgoles de Abajo, donde nos desviaremos por la CM-2115. Por fin, divisamos en mitad de los páramos de la Alcarria las montañas gemelas de las Tetas de Viana, que se elevan a una altura de 1.145 metros constituyendo el punto más alto de la comarca. En contraste con este capricho geológico asoman las dos enormes torres de refrigeración de la central nuclear de... “Springfield. Siempre pienso en la música de los Simpson cuando vengo aquí”, cuenta Sergio Grande, buen conocedor de esta parte del Alto Tajo. Demasiadas comparaciones americanas. Acabamos de llegar a Trillo.
Esta localidad típicamente alcarreña, situada en la desembocadura del Cifuentes al Tajo, es conocida, entre otras cosas, por aparecer en la novela Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela. Cruzamos el icónico puente sobre el Tajo, ligado a grandes hazañas y batallas que requirieron su paso o su dominio; nos acercamos hasta la cascada del Cifuentes, en su último tramo antes de unirse al Tajo, y descubrimos edificios históricos como la Iglesia de la Asunción de Santa María, las ermitas de San Juan, San Roque y de la Virgen de la Soledad, los restos del Monasterio de Santa María de Óvila (siglo XIII) y la Casa de los Molinos. Tras el paseo por Trillo, volveremos a la carretera atraídos por las Tetas de Viana que, junto a los meandros del Tajo, se convierten en constante compañía para el viajero en su itinerario por el lugar. Aquí no es difícil sentirse solo.
“Las Tetas tienen forma de cucurucho cortado antes de la punta y terminan, cada una, en una mesa de bordes rocosos y cortados a pico que deben ser difíciles de escalar". Así las describió Cela durante su expedición por la Alcarria. Estas montañas gemelas con forma de cerros testigo se emplazan entre los bosques de frondosas que separan Trillo y su pedanía Viana de Mondéjar. Este entorno de 115,63 hectáreas ha sido declarado Monumento Natural en 2006 por la comunidad de Castilla-La Mancha debido al gran valor geológico y paisajístico de estas cumbres achatadas de entre 20 y 30 metros de espesor de pura caliza, capaz de soportar los miles y miles de años de erosión fluvial del Tajo y de la Solana hasta lucir así. Desde la lejanía, sus cumbres parecen prácticamente inaccesibles debido a la verticalidad de sus paredes mientras recordamos el refrán alcarreño y las palabras de Cela. Pronto descubriremos si exageraban.
Para tratar de dominar las Tetas de Viana tendremos dos opciones de ruta de senderismo: la que parte desde Trillo y la que lo hace desde Viana de Mondéjar. Optaremos por la segunda en esta ocasión, pues propone un trazado más corto y accesible para el caminante. Cerca de la iglesia de Viana de Mondéjar nos olvidaremos del coche en el aparcamiento arbolado junto a la rambla para empezar la senda que coincide en este primer tramo con el Camino de Santiago en su variante de la Ruta de la Lana que va hacia Trillo. Continúa por el sendero SL-2, indicado con postes y con señales de color verde y blanco que nos guía hacia las cumbres gemelas. Al poco de abandonar Viana de Mondéjar vemos una pequeña fuente perfecta para llenar la cantimplora pues no encontraremos más en este sendero bien marcado, pedregoso, con bastante inclinación y gran popularidad entre los amantes del enduro (motociclismo) y MTB (bici de montaña). Las marcas y surcos del camino nos muestran sus circuitos improvisados como los paneles informativos que vamos encontrando nos muestran el patrimonio ecológico del territorio, donde florecen incontables especies aromáticas que permiten a las abejas elaborar la famosa Miel de la Alcarria y a los locales disfrutarla.
En menos de una hora de caminata llegamos al collado que separa las dos tetas. La de nuestra derecha, la Larga, y la Redonda, la de nuestra izquierda o más meridional, que coronaremos más adelante. Para la primera está vetado el ascenso, al no contar con escalera o sendero de acceso, por lo que queda reservada solo para expertos escaladores. Desde Viana de Mondéjar habremos caminado algo más de 3 kilómetros para llegar al mirador del collado, desde donde se puede disfrutar de una buena panorámica de la llanura de Trillo y las chimeneas humeantes de la central nuclear que irrumpen frente a este paisaje protegido. El Monumento Natural de las Tetas de Viana pertenece a su vez a la Red Natura 2000 como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Una bandada de buitres leonados sobrevuela los cerros en busca de carroña y un par de senderistas aparece de entre la masa boscosa en el camino que conecta Trillo con las Tetas de Viana y que enlaza con el nuestro hacia la Redonda.
Entre la pared vertical y el acantilado avanzaremos hacia la teta Redonda, en una senda bien señalizada, pero en fuerte pendiente con escalones de piedra, barandillas y cadenas para ayudarnos en el ascenso hasta la base de este muro de piedra ocre. ¿Cómo subirlo? Sin ser alpinistas, treparemos por la escalera metálica que nos permite acceder fácilmente y con seguridad hasta lo alto del cerro en menos de un minuto. Ante nosotros se abre ahora esta gran pradera elevada con vistas en 360 grados de toda la Alcarria y la Cuenca Alta del Río Tajo, que invita a caminar, con precaución, por todo su perímetro.
Trillo, Cifuentes, Entrepeñas, Mantiel, El Olivar, Durón, Azañón… contemplamos buena parte de la comarca desde el que dicen que es su mejor atalaya, donde los atardeceres merecen un capítulo aparte y los amaneceres pueden competir con los del Rey León. “Desde las Tetas de Viana se domina un paisaje de gran variedad, en el que coexisten formas tan distintas como los páramos o “alcarrias”, plataformas situadas a considerable altura; los valles encajados, como los de los ríos Tajo y Tajuña; extensas campiñas de fondo plano, situadas en el fondo de los valles, próximas a los cursos de agua; y cuestas o laderas de los páramos, de fuertes pendientes, que enlazan las superficies altas de las “alcarrias” con los fondos de valles”. Así lo explican desde la oficina de Turismo de Trillo.
En el camino de vuelta, a la altura del collado, tenemos la opción de continuar la ruta hasta Trillo en un recorrido de 6 kilómetros a través de senderos y pistas forestales que nos obligará a contar, desde un principio, con un vehículo en este pueblo y otro en Viana de Mondéjar. Desde esta última localidad, el trayecto de ida y vuelta es de entre 2 horas y media y tres horas en un itinerario sencillo que se puede hacer con niños, pero con precaución en el tramo de la escalera y en la cima del cerro.
En el Balneario de Trillo-Carlos III (Carretera La Puerta, s/n). Fue fundado por el rey alcalde en el siglo XVIII al descubrir las propiedades de sus aguas mineromedicinales y la cercanía de este paraje a orillas del Tajo con su corte en Madrid. “El hotel dispone de un centro de bienestar cuya joya es la piscina activa dotada de circuito hidrotermal, hamacas de burbujas, jacuzzi, chorros de agua, cuellos de cisne e hidromasaje, entre otros sistemas”, apuntan desde el Balneario de Trillo. “Los huéspedes también pueden bañarse en alguna de las termas romanas”.
El edificio, rodeado por jardines y el bosque de ribera, alberga un hotel de cuatro estrellas con decoración vintage y gusto por el mármol y el terciopelo. “Sus fuentes de aguas minero-medicinales están recomendadas para afecciones reumatológicas, dermatológicas, del aparato respiratorio, y para el agotamiento físico y psicológico”, concluye el equipo del complejo. “El Balneario de Trillo–Carlos III es uno de los pocos balnearios históricos que todavía quedan en España”.
Seguimos el curso del Tajo hasta encontrar 'El Colvillo'. Este restaurante con extensa terraza y parrilla defiende una cocina de producto local con respeto por las tradiciones manchegas. En los entrantes destacan clásicos como los torreznos de Atienza, el morteruelo casero conquense, los zarajos fritos de Cuenca, el morro en “salsa picantona” o las setas shitake confitadas. De principales gana peso el chuletón de vaca vieja madurada, las chuletillas de lechal de la sierra o la perdiz escabechada.
También es muy popular su carta de bocadillos entre los que llama el Trillano, con lomo de orza con pimientos y huevo a la plancha, o el Carlos III, con jamón asado en su jugo, lechuga, tomate, pepinillo y mayonesa de sriracha. 'El Colvillo' forma parte de un complejo turístico con apartamentos en mitad del bosque, parque de aventura para los niños, espacios de relajación junto al río y actividades para explorarlo, como los descensos en canoa.
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