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Calpe es un municipio de la costa alicantina conocido sobre todo por sus playas. Largas playas de arena y roca, de aguas cristalinas. Un paisaje idílico si no fuera porque en verano cuesta hacerse un hueco entre tantas sombrillas y toallas. En este destino, uno de los más promocionados en los últimos años, no es raro ver por la carretera vallas publicitarias donde el Peñón de Ifach gobierna una costa suave y un mar en calma. Tanto es así que, de un tiempo a esta parte, se habla de Calpe como la nueva California europea.
Desde luego, su clima templado durante prácticamente todo el año y su extensión de costa no tienen nada que envidiar a su hermana americana. Comparaciones aparte, no vamos a ser nosotros quienes neguemos la popularidad de esta localidad alicantina que abraza a los turistas ávidos de sol y playa. Pero, por fortuna, este pueblecito marinero es mucho más que esto.
Calpe es playa, por supuesto. Y de hecho, este es uno de sus mayores atractivos. Y es que aquí hay playa para todos los gustos y colores. Playas familiares, con paseo, chiringuito y restaurantes como la de Arenal Bol o la de la Fossa; playas un poco menos masificadas como la de Cantal Roig, también de carácter familiar, pegada al puerto y con la opción de comer luego una mariscada a precios populares; o calas de cantos rodados ideales para practicar el buceo, como la de El Racó.
Sin embargo, si lo que buscas es tranquilidad y un poco de privacidad, Calpe también esconde calas alejadas de la masificación. Pequeños oasis de quietud en mitad del apogeo turístico. Pero como todo en esta vida, lo bueno se hace de rogar, por lo que no esperes encontrar aparcamiento a pie de playa. En éstas hay que currárselo un poco para llegar. Una vez allí solo te queda disfrutar de las aguas transparentes, del sonido de las olas y de un paisaje espectacular.
El Parque Natural del Peñón de Ifach guarda muchos secretos. Cuna de diversos poblados y escenario de múltiples ataques por mar, actualmente es uno de los símbolos innegables de la Costa Blanca. Sus 332 metros de altura acunan kilómetros de litoral con una riqueza de fondos marinos que lo convierten en el lugar favorito para los buceadores. Las embarcaciones de recreo surcan los mares y fondean suaves en las tranquilas aguas protegidas por este gigante de roca.
Uno de los secretos mejor guardados es la cala del Penyal, una pequeña apertura natural en las faldas del Peñón de Ifach. El camino que desciende a la cala se encuentra a las puertas del parque natural pero, a pesar de la señalización, es un poco complejo encontrar la abrupta bajada. Lo impresionante, sin lugar a dudas, es el paisaje. Ver la roca gigante que sale del mar, cobijarse bajo su sombra y contemplar el vuelo de las cientos de gaviotas que habitan este paraje protegido.
Es un lugar idóneo para bucear codo con codo con los cormoranes, otra de las aves habituales. No dispone de vigilancia, es naturista y puedes ir tranquilo con tu mascota. Como no hay chiringuitos o restaurantes cerca, lo mejor es que lleves contigo un pequeño pícnic y te dejes llevar por el disfrute del entorno.
Calpe cuenta con un precioso paseo ecológico que transcurre por la costa, desde el final de la playa de la Fossa, y a través de acantilados y calas, conecta este municipio con Benissa. Se puede realizar el trayecto también en coche, por la sinuosa carretera que va de Calpe a Moraira, bordeando la costa –la entrada a las calas está perfectamente señalizada–, aunque el encanto de hacerlo a pie es inigualable.
Un paisaje fascinante, de un azul intenso y con el Peñón de Ifach coronando la postal, siempre al fondo. Durante el verano es recomendable hacerlo a primera hora de la mañana debido al calor (por el camino irás encontrando la merecida recompensa) y además, puedes recorrer el paseo con tu perro, aunque no en todas las calas está permitido su acceso.
Nuestra ruta empieza una vez acabado el paseo marítimo de la playa de La Fossa. Prácticamente al principio del recorrido nos topamos con la cala del Mallorquí. Si no eres de mucho andar esta es tu playa. Es una pequeña cala de arena gruesa y piedra donde prima la tranquilidad y las aguas transparentes y está situada entre Calalga y Bassetes.
Su acceso es sencillo, ya que hay unas escaleras que lo facilitan. Su punto fuerte es el enclave y las maravillosas vistas que desde aquí se tienen del Peñón de Ifach. Su punto flaco, si vas con perro, es que su entrada no está admitida.
Si seguimos por el paseo ecológico nos iremos encontrando con distintas playas y calas, pertenecientes al vecino municipio de Benissa, como la de Bassetes, con su pequeño puerto, su barecito y su escuela de surf; Fustera y Advocat, ambas playas con servicios de vigilancia y restaurantes, de carácter más familiar.
Pasando una zona de merenderos llegaremos a cala Pinets que, aunque pequeñita y algo incómoda, cuenta con distintas piscinas naturales ideales muy próximas a ella para pegarte un chapuzón antes de proseguir el trayecto y alcanzar una de nuestras favoritas, cala Llobella.
Para acceder a esta preciosa cala desierta de blancos cantos rodados, ya en el término municipal de Benissa, tienes dos caminos, uno urbanizado que se adentra un poco hacia el interior y atraviesa campos de olivos y alguna que otra construcción y otro, por la costa, más directo aunque menos ortodoxo.
Cala Llobella es uno de esos descubrimientos maravillosos que te hacen sentir especial cuando, en pleno mes de agosto, te encuentras prácticamente solo gozando de unas aguas frescas, turquesas y una calma propia de paraísos lejanos. A decir verdad, no es el colmo de la comodidad, ya que no es una playa de arena, aunque siempre puedes encontrar alguna piedra o roca un poco más grande donde dejar la toalla o, si eres súper previsor, llevar contigo algún tipo de esterilla. Es el precio a pagar por su estampa virgen.
Esta cala es fantástica para practicar snorkel. Lo ideal es que, ya que has llegado hasta aquí, puedas pasar el día, así que tienes que acordarte de coger dos imprescindibles: la comida, por un lado, y un buen libro, por otro.
Alejados del mundanal ruido, esta cala casi desierta es perfecta para escuchar el murmullo de las olas moviendo las pequeñas piedras de la orilla. Creo que no me cansaría jamás de escuchar este hipnótico sonido. ¿Puede haber algo más relajante? La respuesta es no.
Pero aún hay más. Coincidiendo con la última etapa se encuentra cala Baladrar. Para llegar tienes que recorrer un pequeño tramo por la carretera. Baladrar es una bonita cala, un poco más grande que las anteriores, de cantos rodados y piedras blancas. Aunque tal vez sea algo más familiar –no es raro coincidir con familias extranjeras con niños silenciosos– sigue siendo una cala muy tranquila y muy poco masificada. Pero lo mejor de esta playa es su chiringuito.
En lo alto de la cala está 'Baladrar Beach Bar', un chiringuito de madera blanca, rodeado de pinos, perfectamente integrado en el entorno y con unas vistas impagables. Desde sus mesas puedes contemplar toda la costa, desde Benissa hasta Calpe, en un desfile de acantilados que dibujan el paisaje.
Una cerveza bien fría acompañada de alguno de los platos de picoteo que tienen en la carta es el mejor de los premios si has llegado hasta aquí. Además, este chiringuito cuenta con una programación de música en vivo y un amplio horario de apertura que nos asegura veladas frescas y exclusivas en este balcón que mira al mar.
Muchos de los turistas que visitan Calpe durante el verano se quedan en sus playas y en los menús de los hoteles o de los restaurantes que inundan la zona del puerto pesquero y los paseos marítimos de la playa Arenal Bol y la Fossa. Pero una vez más, se pierde la esencia marinera de este pueblo de pescadores. Así que si quieres disfrutar de la autenticidad de Calpe, piérdete por las callejuelas del casco viejo al atardecer.
Para llegar hasta el pueblo puedes ir por el paseo marítimo de la playa Arenal Bol, que enlaza el puerto con el pueblo. Desde la cala del Morelló hasta el Molí del mismo nombre se encuentra la zona arqueológica bautizada como Los Baños de la Reina. A ambos lados del paseo puedes ver las ruinas y excavaciones que han sacado a la luz los restos de civilizaciones anteriores.
Cuenta la leyenda que los Baños de la Reina eran unas antiguas piscinas en las que se bañaba la reina mora, provistas de túneles que conducían a su palacio. Sin embargo, la realidad es que Calpe, ya en tiempos romanos, fue uno de los enclaves más privilegiados del Mediterráneo. Parte de su actividad comercial fue la pesca y la sal, que propiciaron un asentamiento urbano, cuyas ruinas podemos ahora contemplar.
Concretamente, se cree que estas cavidades bañadas por el mar son los restos romanos de un vivero de pescado, aunque no está del todo descartado que pudiera haber sido un jardín acuático. Sea cual fuere su verdadera función, actualmente es uno de los puntos más enigmáticos de la costa y la foto es casi obligatoria.
El paseo desemboca en la parte baja del pueblo, pero las sorpresas aguardan en la parte alta. Una calle muy, pero que muy, empinada, Gabriel Miró, nos llevará hasta el casco histórico. Desde la plaza de los Marineros seguiremos con la subida, esta vez ya mucho menos pronunciada. La calle Puchalt con sus típicas escalinatas pintadas con los colores de la bandera de España nos da casi la bienvenida y nos da paso a una sucesión de callejas estrechas, de pequeñas casas y coloridas fachadas, con escaleras y maceteros con los que vecinos y ayuntamiento decoran el espacio.
Una de las cosas que nos llamará la atención al visitar el centro histórico de Calpe serán los restos de muralla que se pueden apreciar en la parte más alta, donde se erige la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves y la preciosa iglesia antigua, de principios del siglo XV. Y es que, debido a los constantes ataques de musulmanes primero y de piratas después, Calpe fue en sus orígenes una villa amurallada. Uno de estos símbolos que recuerdan el pasado de fortificación de la ciudadela y el arrabal calpinos es el Torreó de la Peça.
Si seguimos el paseo por sus exultantes calles, iluminadas, y con sus bares repletos de gente de todas partes del mundo, nos encontraremos con el Forat de la Mar, otro de los restos de la muralla. Fue una de las aperturas que hicieron los habitantes de Calpe y que se convirtió en zona de reunión para los pescadores antes de hacerse a la mar, ya que desde este punto se avistaba y, según su estado los patronos, decidían salir o no a faenar.
No solo de playas vive Calpe. Además de las calas de agua clara, de los restos arqueológicos de la época romana y del pequeño casco viejo, Calpe cuenta con otro atractivo indiscutible y que sigue pasando desapercibido para la inmensa mayoría de turistas que la visitan. Se trata de sus Salinas, más de 40 hectáreas de laguna en la que conviven diversas especies de aves, entre las que destaca por su singularidad, el flamenco.
Su origen es remoto, aunque se asocia al negocio de la sal que acompañaba a la actividad pesquera de este pueblo. Actualmente es un humedal, con un pequeño paseo de madera que lo recorre y un mirador desde el que avistar las distintas especies de aves que aquí conviven. Y es que a pesar de que, una vez más, el Peñón de Ifach sigue siendo protagonista de las vistas –es precioso su reflejo en la laguna– su mayor atractivo es la población de flamencos que viven aquí.
Hace unos años, solo se podían ver los flamencos durante el invierno, ya que son aves migratorias, sin embargo, a día de hoy se han asentado de manera continuada y las salinas se han convertido en su nuevo hábitat natural. Un paseo alejado de multitudes, en el que disfrutar de la fauna y flora autóctonas.
Entre Calpe y Altea está el Morro de Toix, un enclave singular que nos ofrecerá las vistas más espectaculares de la bahía de Calpe. Desde la urbanización Maryvilla se accede a un mirador que nos presenta Calpe desde una perspectiva diferente, brutal y abrumadora.
Desde aquí arriba se adivinan, desde la instagrameada Muralla Roja de Bofill, a todos los unifamiliares que abarrotan la montaña y los excesos urbanísticos que se han cometido en toda esta parte del litoral valenciano. Sobrecoge un poco la enorme extensión de tierra repleta de edificaciones y construcciones varias.
Pero desde aquí también podemos distinguir Las Salinas, las distintas playas, el Peñón de Ifach en todo su esplendor y la también superpoblada Moraira. Y un intenso mar azul. Un bonito lugar donde ver atardecer sobre la pequeña California del sur de Europa.
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