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Que si el nacimiento de San Juan Bautista, que si el día más largo del año, que si el solsticio de verano. Da igual cuál sea la excusa. El caso es purificarse y dejar que las penas se consuman con el fuego. Un rito que sabe mejor frente al mar, pero que también se practica en escenarios de secano. Estos son algunos rincones sin costa donde celebrar esta noche mágica que aúna lo cristiano con lo pagano y la superstición con la diversión.
Aunque en tiempos de la Movida llegó a existir una hoguera oficial al abrigo de la plaza Mayor, hoy los madrileños se dan cita en el Parque de la Cornisa (detrás de la Basílica de San Francisco el Grande), para vivir su noche de San Juan. Fueron colectivos del barrio de La Latina quienes prendieron su primera llama, en una fiesta que ha adquirido magnitud hasta el punto de albergar también chiringuitos de bebida, puestos de artesanía y música en plena calle. Todo ello, a partir de las 22.00 horas, cuando ya el fuego arde por todas las esquinas.
La llaman Fiesta de San Juan o de la Madre de Dios y está declarada de Interés Turístico. Hay hogueras, por supuesto, pero también pasacalles, charangas, verbenas, peñas y grupos musicales que otorgan a la ciudad un incombustible ambiente festivo. El punto álgido son los encierros camperos, en los que toros y vaquillas corren en semilibertad. La banda sonora omnipresente durante esta noche (y lo que se extienda la celebración) es la de las sanjuaneras, canciones que forman parte del folclore soriano y que son coreadas incluso al saltar el fuego.
A media hora de Soria, en el pueblecito de San Pedro Manrique, se nos presenta otra oportunidad para vivir una noche de San Juan auténtica e impactante con la celebración del Paso del Fuego. Se trata de un rito ancestral que consiste en cruzar un sendero de ascuas candentes con los pies descalzos. Los pasadores se enconmiendan a la Virgen de la Peña y caminan sin vacilar sobre las brasas resultantes de una pila de madera previamente incendiada. Lo hacen con la mente fría y los pies curtidos, solos o con alguien a cuestas, para cumplir una promesa o como sacrificio para lograr una causa mayor.
Quemar en la hoguera los malos augurios y pedir un deseo para los tiempos venideros es algo que también se estila en esta ciudad. Pero manda la tradición que ha de hacerse en el recinto ferial tras un recorrido que parte del ayuntamiento con una antorcha en la mano. Es por ello que el consistorio albaceteño reparte miles de antorchas en esta noche, que tiene un fin de fiesta protagonizado por los vistosos fuegos artificiales y la degustación de los típicos rollicos de anís.
A falta de mar, bueno es el río. Esto es algo que los pucelanos tienen muy claro. Tanto, que presumen de su playa de Las Moreras, con un excelente arenal bañado por las aguas del Pisuerga. Es allí donde, en verano, acuden a darse chapuzones y tomar el sol. Y cómo no, es allí también donde se encienden las hogueras que han de saltarse en una animada noche. La fiesta de San Juan también se vive acompañada de música con un multitudinario concierto.
Un toque religioso tiene en esta ciudad la fiesta de San Juan (a la que aquí llaman San Juanillo). Porque la celebración arranca con una procesión que sale de la Cofradía del Santo Sepulcro y llega hasta la plaza Mayor. Después, eso sí, todos se arremolinan en torno a la hoguera gigantesca, encendida siempre en el barrio que lleva el nombre del santo. Una escena repetida cada año, y con cada vez más adeptos, que culmina de forma muy dulce: con una merecida degustación de chocolate.
Puesto que San Juan es el patrón de esta ciudad, la noche que lleva su nombre viene precedida de feria: vinos y tapas por el centro durante el día, y música y baile en el recinto cuando cae el sol. A esto hay que sumar corridas de toros, fuegos artificiales, atracciones para los más pequeños y conciertos de bandas nacionales. Lo de saltar la hoguera, claro, es solo una anécdota más.
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